Es cierto que en apenas cuatro jornadas de Liga
Española es imposible sacar conclusiones definitivas y que muchos equipos van
encontrando sus sistemas en la medida que van jugando, pero llama mucho la
atención cómo a esta altura ni el Barcelona ni el Real Madrid, los dos equipos
más poderosos, transmiten solidez ni certeza absoluta de que pueden sacar
adelante sus partidos.
El Barcelona y el Real Madrid atraviesan por
situaciones con algunos paralelismos porque ambos acaban de iniciar un ciclo
nuevo, con entrenadores distintos a los de la temporada pasada, y que en ambos
casos, y cada uno a su medida, habían marcado mucho el sistema de juego de sus
equipos.
El Real Madrid proviene de tiempos duros con un
entrenador muy mediático y de fuerte presencia, como el portugués José
Mourinho, ahora en el Chelsea, y en cambio ahora su lugar fue ocupado por el
italiano Carlo Ancelotti, que dice que pretende soltar más a sus jugadores,
buscando un fútbol más estético, de posesión, algo esperable en una plantilla
tan cara y tan bien considerada.
Sin embargo, poco se ha visto del equipo blanco
hasta el momento, al menos en partidos oficiales. Este sábado no cambió su
panorama y aunque empató con el Villarreal y de esta forma por primera vez en
la temporada perdió puntos y quedó a dos unidades de los líderes, lo más
preocupante sigue siendo su juego y no los resultados.
Porque bien pudo haber perdido el partido ante
Villarreal. Son tantos los cambios de jugadores, que Ancelotti sigue pensando
cómo conseguir un sistema que no deje fuera del equipo a los mejores, pero por
ejemplo la entrada de Gareth Bale obliga, o bien a un 4-3-3 con Benzema y
Cristiano Ronaldo, o bien la salida del francés, y quedarse sin goleador nato
en el área, o bien, como ocurrió el sábado, la salida de Angel Di María, esta
vez ayudado por la fortuita situación de haber viajado a jugar con Argentina un
partido de clasificación mundialista en Paraguay.
También Ancelotti optó por Illarramendi en la mitad
de la cancha, como volante de contención, aunque tiene más juego y menos marca
que Khedira, y sumado a que Modric también suma en el armado y poco en la
recuperación, termina siendo el Real Madrid un equipo casi quebrado, que no
admite medias tintas: o ataca o lo atacan, como ocurrió ante el “submarino
amarillo”.
En este sentido, Ancelotti, de momento, parece haber
optado por un medio campo de rápida salida y claridad conceptual, que pasa
mucho el balón por Isco y que apela a sus delanteros para el desborde o la
definición, pero perdió marca y el gran enlace que significaba Özil. Es decir,
el estilo concreto aún no está definido, y esto, sin sumar la polémica por el
arco entre el hoy titular (y de gran actuación) Diego López, e Iker Casillas.
El Barcelona parece haber ido de más a menos. Tras
una llegada deslumbrante de su nuevo entrenador, el argentino Gerardo Martino,
con dos goleadas ante santos por la Copa Gamper y ante el Levante por la Liga,
lentamente comenzaron las dudas en el sistema.
Es cierto que al Barcelona cada vez lo esperan más
atrás, no sólo con dos líneas de cuatro sino que casi todos los rivales metidos
en su propio área o bien en sus cercanías, pero los azulgranas no parecen
encontrarle la vuelta a la situación y su fútbol no pesa en las áreas. Ni logra
ingresar demasiado en la ajena ni defiende bien en la propia, con demasiados
inconvenientes en el juego aéreo.
Hay algunos enigmas que el Barcelona tendrá que
resolver con prontitud. Por un lado, fue sorpresiva una declaración de su
defensa internacional Gerard Piqué acerca de que “estábamos presos del
tiki-taka”, porque parecía que aquello era innegociable y ahora parece estar
puesto en duda, cuando significó todo lo que hoy tiene de consideración este
sistema en el mundo.
Este cronista vio in situ, en Yokohama, cómo en la
tienda oficial del Barcelona, durante el Mundial de Clubes de 2011, se agotaron
las camisetas que decían “Fútbol de Posesión” y no parece casual. Es lo que
“vende” el club por el mundo, con muchísima razón.
Por otro lado, y aunque conserva su capacidad
goleadora gracias a su genio sin par (por el que este sábado el Barcelona pudo
ganarle en la última jugada al Sevilla cuando parecía que se lo empataban en el
propio Camp Nou), Lionel Messi está apareciendo demasiado poco en los partidos.
No se involucra mucho y sumado a eso, se estaciona como un centrodelantero
demasiado cercano al área rival y allí no pesa si no toma contacto con el balón
y la defensa suele rodearlo para evitar que juegue.
Con un Andrés Iniesta que está todavía lejos de la
plenitud, y con Neymar adaptándose aunque con buenas sensaciones por la punta
izquierda, el Barcelona está sumando cada vez más a sus laterales como
doble-atacantes por las puntas al cerrarse tanto los rivales, pero en los
contragolpes son pocos los que quedan para la marca efectiva.
El Barcelona, hoy, pesa en la mayor parte del campo
de juego pero no en las dos áreas, los lugares más decisivos en los partidos de
fútbol y aún ganando, la tendencia es a la baja en cuanto a que en el resultado
final se exprese la diferencia de posesión.
Por todas estas razones, hasta hace muy poco parecía
improbable que algún tercer equipo pudiera filtrarse entre el Real Madrid y el
Barcelona, pero el Atlético Madrid va acercándose sin prisa pero sin pausa. La
continuidad en el trabajo del argentino Diego Simeone como entrenador, y el
convencimiento de los jugadores, parecen ser las claves, pero que los dos
poderosos no encuentren aún su camino, también contribuye a este presente.
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