150 años se cumplen
en estos días desde el feliz día en que los representantes de ocho clubes se
reunieron en la Freemason’s Arms Tavern de Londres para aprobar las catorce
primeras reglas del denominado “Football” y fundar la consiguiente Football
Asociation. Difícilmente pudo anticiparse en aquel entonces que además de un
deporte se sentaban los cimientos de una pasión, de una expresión de
civilización y de cultura, y de un resorte de unión entre los pueblos. Gracias en
mi nombre y en el de todos los que se adhieran a esos ocho talentos, que ojalá descansen
en alguna región celestial en la que naturalmente se jugará todos los días al
fútbol.
Los clubes Barnes y
Richmond jugaron en diciembre de 1863 un primer partidote football. El resultado
fue de 0-0 así que los espectadores –me los imagino con gorra y con mostacho-
no pudieron conocer el gozo de gritar gol. Afortunadamente cada semana, y así
pasó un siglo y medio, se citan los equipos y corre el balón y vibran los
espectadores de los estadios más eminentes del planeta.
Como un homenaje
involuntario, el sábado se disputó el Clásico español. Con un FC Barcelona más
eficaz que estético respecto al modelo de Guardiola, con un R.Madrid un tanto
frágil en el primer cuarto de Liga. Y con dos entrenadores veteranos y noveles
–canta así el himno merengue- en el partido de máxima rivalidad de nuestra
Liga. En un rincón Tata Martino, apenas conocido en España por su breve paso
como jugador por el Tenerife, y a quien con visión más bien crítica se señala su
paulatino distanciamiento del fútbol de toque que canonizó al equipo culé. Y en
el otro rincón Carlo Ancelotti, en la siempre hercúlea misión –pregunten a
Benítez, lo sufrió en el Inter de Milán- de sustituir al omnipresente Mourinho.
También el italiano se ha granjeado algunas críticas de la vigilante prensa
española, que cuestiona entre otros asuntos su extraña solución para la
rivalidad entre Diego López y Casillas y su empeño en alinear a un Bale lejos
muy lejos de su mejor forma.
Tímidas eran hasta
hoy las críticas hacia el sentido táctico y al instinto de precaución propios
de la escuela italiana. Hasta hoy, porque la prensa escrita amaneció feroz
contra los ingenios tácticos que el preparador madridista urdió en el Nou Camp.
Principalmente la ubicación de Sergio Ramos en el centro del campo, la posición
de Bale como delantero centro no sé sabe si verdadero o falso, la ausencia de
la convocatoria del pujante Morata. “Miedoso”, le dice Marca; “puso grilletes
al Madrid”, denuncia As.
La obsesión de
Ancelotti se cifraba en maniatar el centro del campo adversario. Desplegar a
Khedira y Ramos para contrarrestar la virtud creativa de Iniesta y Xavi,
encomendar a Modric la misión de tapar la salida de balón de Busquets. Y
esperar las subidas de los laterales –solvente Marcelo, más que prometedor
Carvajal- como soporte y trampolín de los explosivos Di María y Cristiano.
Los forasteros
parecían tomar la iniciativa, los locales se rebelaban con la calidad mayúscula
de Iniesta y con el comienzo figurante de Neymar. Precisamente el encuentro
entre ambos propició el primer gol, ayudado por un rebote en el muslo del
propio Carvajal. Corría el minuto 18, y hasta el fin de la primera parte el
gris prevaleció sobre el azulgrana y el blanco.
Sin embargo en la
segunda parte el color de moda fue el amarillo, el mismo que vestía el árbitro
Undiano Mallenco. 150 años después los arbitrajes siguen siendo el ingrediente
que da picante o que da amargor a la salsa suculenta del fútbol. Una mano
aparentemente voluntaria de Adriano en el área chica fue reclamada como
penalty, y sobre todo un derribo que no pareció inocente del Jefesito
Mascherano a Cristiano Ronaldo.
Podrían haber sido
la vía de un empate que no hubiera extrañado ni desalentado a nadie. Para
entonces el FC Barcelona aguantaba el marcador con más oficio que talento, a
imagen de un Messi insólitamente ausente y un Cesc más batallador que otra
cosa. Y el R.Madrid mejoraba con una fórmula muy poco mágica: colocar a un
medio centro puro (Illarra) en vez de un medio centro de ocasión (Sergio
Ramos), colocar un delantero centro puro (Benzema) en vez de un medio centro de
ocasión (Bale).
Rectificó Ancelotti,
erró al menos una vez Undiano Mallenco, y de repente el protagonismo recayó en
el más insospechado: Alexis. En el minuto 77’, el chileno –que había suplido a
Cesc ocho minutos atrás- sorprendía a Varane y Diego López con un primoroso
toque que se convertía en el 2.0. Poco tiempo para la reacción madridista, que
se produjo a medias en una bonita combinación entre Cristiano Ronaldo y Jesé:
2.1, resultado final.
Marcelo, Ramos,
Jesé, desde luego Ancelotti, denuncian el penalty a Cristiano que pudo cambiar
el desenlace del Clásico. Busquets, Xavi, Tata Martino, se centran en la
presunta superioridad culé y en el rédito de seis puntos con respecto a su
rival. Dudas y reproches, euforias y desafíos. Leal a sus comienzos palpita el
fútbol, ciento cincuenta años después.
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