“Si ustedes no quieren tener más problemas, tienen
que estar cerca de Grondona”. Esta lapidaria frase la escuchó un encumbrado
dirigente uruguayo cuando se le acercó a uno de los popes de la FIFA, durante
el Mundial de México 1986, para ensayar una protesta por la demasiado pronta
expulsión, por parte del árbitro francés Joel Quinou, del lateral José Batista
ante la selección escocesa, en el último partido de la fase de grupos en la
ciudad de Nezahualcoyotl.
Ese partido finalizó 0-0 y con dos empates, y como
uno de los mejores terceros, la selección uruguaya pudo clasificarse a los
octavos de final tras un partido caliente que tuvo como fondo “musical” a la
voz de un joven entrenador escocés, Alexander Chapman Ferguson, quien dijo
luego, en la conferencia de prensa, que Uruguay era una “bloody nation”, que
puede leerse como “maldita” o “sangrienta”, según las distintas acepciones,
según cuenta el periodista Angel Ruocco en un artículo sin desperdicios en el
diario “El Observador” (http://www.elobservador.com.uy/noticia/219538/ferguson-el-verdadero-villano-de-la-pelicula/).
La selección uruguaya quedaría eliminada ante la argentina
pocos días después, en un dramático partido en Puebla con un gol de Pedro Pablo
Pasculli cuando parecía que todo se ponía oscuro para los albicelestes de Diego
Maradona, desde el partido, dominado por Enzo Francéscoli y Rubén Paz, hasta el
cielo encapotado.
Grondona había sido el veedor del Uruguay-Escocia,
cuando ya se sabía desde la FIFA que era posible un clásico rioplatense en
octavos de final pero aquellos tiempos no eran los actuales.
Desde siempre, Uruguay y Argentina compartieron
demasiadas cosas y se miraron con recelo, tal vez desde que el gran caudillo
oriental José Gervasio Artigas pronunciara en la Asamblea de 1813 las dos
palabras malditas para muchos de los allí presentes: “Reforma Agraria”.
Desde ese momento, su salida del territorio argentino
para conformar la Banda Oriental, marcó diferencias sustanciales, con un país
pequeño entre dos gigantes, nada menos que Argentina y Brasil, que se las
arregló siempre como pudo desde la diplomacia hasta las finanzas, teniendo que
ser testigo de algunos dislates, como los del entonces canciller albiceleste
Manuel José García, quien enviado por Bernardino Rivadavia procedía a devolver
sigilosamente a su gran adversario tierras conquistadas en enfrentamientos
armados días antes.
Desde la nacionalidad de Carlos Gardel hasta el
conflicto por la pastera de Fray Bentos, las vacaciones en Punta del Este o los
miles de argentinos que viajan continuamente al país vecino por sus depósitos
en dólares, o los pedidos de disculpas entre llantos del ex presidente Jorge
Batlle hasta las batallas futbolísticas de los años sesenta y setenta en las
Copas Libertadores, hay una historia rica en común.
Pero si en algo son buenos vecinos Argentina y
Uruguay, desde aquellos días de México 1986, es en el fútbol. No casualmente,
están ambos países a punto de obtener el sí definitivo a la organización del
Mundial 2030, que no tendría siquiera competencia entre los miembros de FIFA.
Aquel dirigente preocupado de los días de México
1986 hoy respira tranquilo, desde una posición de poder tal, que la gran
preocupación de los colegas de los países sudamericanos de la costa del
Pacífico es tratar de romper lo que dan en llamar “la mafia del Atlántico”.
Fixtures inalterables, árbitros con tortícolis,
ausencias llamativas en controles antidoping en partidos decisivos, clubes
prestanombres para triangulación de jugadores como Sud América, Fénix,
Progreso, Bella Vista, Cerro, Boston River y Rampla Juniors, según datos
oficiales dados a conocer por el titular de la AFIP argentina, Ricardo Echegaray,
generan demasiadas sospechas.
“Hace quince años vendía autos usados y ahora es
multimillonario” dijo días pasados, con su dureza habitual, el ex arquero
paraguayo José Luis Chilavert, en referencia a Figueredo, quien acaba de
reemplazar a Nicolás Leoz como presidente de la Confederación Sudamericana de
Fútbol (Conmebol).
“Cuando empieza a reunirse con el grupo que lidera
la televisión y que siempre gana las licencias, manifiesta allí que los
jugadores son un mal necesario. No puedo permitir que ellos hablen así de
nosotros y vivan a costillas de los jugadores de manera fastuosa, entonces hay
que parar la mano”, dijo a Radio Cardinal de su país.
Chilavert, junto con ex futbolistas muy importantes
como Diego Maradona, Enzo Francéscoli, Oscar Ruggeri y Romario, participó de la
reunión que se llevó a cabo días atrás en San Pablo para denunciar que la
Conmebol es cada vez más rica, y los clubes son cada vez más pobres.
“Les molesta nuestra reunión pero buscamos
transparentar el fútbol. Es bueno que sepamos a dónde van los ingresos de la
TV, o de Adidas, que se renovó hace poco, o sumas millonarias de publicidad, y
que los clubes nuestros son cada día más pobres. Transparentar no puede
molestar a nadie”, sostuvo Chilavert.
De cualquier modo, muchos de los jugadores reunidos en San Pablo tienen un vínculo ya sea con los empresarios Francisco "Paco" Casal o con Daniel Vila, quienes han tenido o tienen intereses propios con la televisación de los partidos de fútbol sudamericano.
De cualquier modo, muchos de los jugadores reunidos en San Pablo tienen un vínculo ya sea con los empresarios Francisco "Paco" Casal o con Daniel Vila, quienes han tenido o tienen intereses propios con la televisación de los partidos de fútbol sudamericano.
Desde que el calendario sudamericano de
clasificación al Mundial es de todos contra todos en dos ruedas, desde el
correspondiente a Francia 1998, las selecciones de Uruguay y Argentina siempre
se han enfrentado en la última fecha, lo que da lugar a enorme cantidad de
suspicacias, sumadas a algunos hechos pasados que llaman poderosamente la
atención.
En esa primera clasificación, el partido jugado en
River, que finalizó 0-0 es recordado por este cronista que estuvo presente, y
en el que un muy joven delantero local, ya consagrado en Europa, no llegó a una
pelota que estaba más cerca de él que del veterano arquero visitante, o qué
decir de las tribunas del Estadio Centenario gritando “Ar-gen-ti-na,
Ar-gen-ti-na” en el desenlace para Corea-Japón 2002.
Cuando se acercaba el partido final para Alemania
2006, con los celestes siempre necesitados, en la cornisa, este periodista pudo
conversar con un influyente jugador del equipo argentino, que segundos antes se
molestó porque un colega, con un grabador, quiso hablarle de lo ocurrido cuatro
años antes. Ya en confianza y a solas con quien esto escribe, el jugador se
quejó por la pregunta, lo que motivó el siguiente ofrecimiento: “hagamos algo.
Yo pongo Rec y vos sólo afirmás que en 2002 no hubo arreglo de ninguna clase”,
ante la negativa rotunda del interlocutor.
Para 2010 todo fue más lógico. Los dos equipos se
jugaban la clasificación, y finalmente ganaron los albicelestes con aquel gol
de Mario Bolati, el abrazo de oso de Carlos Bilardo a Diego Maradona, y los
exabruptos de éste en la conferencia de prensa posterior.
Es cierto que para esta noche, la selección
argentina no se juega nada, y que la uruguaya depende en exceso de un partido
para observar con una lupa enorme entre Chile y Ecuador, para clasificarse
directamente al Mundial, pero ganar le significará quedarse, muy probablemente,
entre los ocho mejores del ranking FIFA y de esta manera, se aseguraría ser
cabeza de serie en el caso de llegar a Brasil 2014, y así evitar en la fase de
grupos a otra potencia.
Del lado argentino, por las dudas, no estarán ni
Mascherano, ni Messi, ni Agüero, ni Di María, ni Coloccini y aún puede que haya
menos bajas. La explicación, en este caso, es que alguna tarjeta roja puede
tener influencia en el primer partido del Mundial.
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