Sin problemas de clasificación, y con un rival
endeble, la ocasión de anoche en el Monumental daba para florearse, para jugar
bien, para ofrecer un agradable espectáculo a los que se acercaran hasta el
estadio cuando ya había poco en juego y ante la falta del gran artista, Lionel
Messi.
Y la selección argentina, en cuanto a llegadas,
ocasiones de gol y calidad ofensiva, no defrauda nunca en esta etapa, porque
cuenta con el mejor ataque del mundo y como pocas veces en estos últimos años,
todo lo genera con mucha naturalidad.
Si algo puede destacarse, en este aspecto, es que el
entrenador Alejandro Sabella tiene ya la certeza de que cuenta con un
excepcional recambio arriba, y que Ezequiel Lavezzi y Rodrigo Palacio son dos
suplentes de lujo, apenas un escalón debajo de los titulares.
Ya sin tanta eficacia y con mayor atención, aparece
el tema de la elaboración del juego en la mitad de la cancha. No tanto por Ever
Banega, casi en la misma condición que Palacio y Lavezzi para la lista
definitiva, incluso Maxi Rodríguez, si llegara a plantearse el caso de tener
que cerrarse con una línea de cuatro volantes, para jugar por afuera. Sino
porque Lucas Biglia, de aceptable nivel, aún no termina de cerrar (aunque tal
vez para Sabella, sí), no tanto por intensidad de juego sino por presencia y
talento.
La gran dificultad está, sin dudas, atrás. Y cuando
decimos “atrás” no nos referimos tanto a la calidad técnica de los defensores,
solamente, sino a la coordinación entre ellos en la marca, y en el muy flojo
momento que desde hace rato atraviesa el arquero Sergio Romero, que no ofrece
la seguridad necesaria.
No puede, una selección como la argentina, tener
como titular un arquero como Romero, al menos “este” Romero. No es titular en
su equipo, el Mónaco, lo que más allá de circunstancias puntuales determina que
no tiene la regularidad necesaria para la alta competencia (si Vicente del Bosque
excluyó a Iker Casillas de la titularidad en la selección española, no hace
falta agregar nada) y por otro lado, es notable su falta de autoconfianza en el
momento de resolver si embolsar, despejar, salir o quedarse.
Sin un arquero sólido, habiendo tantos mejores
(desde los dos del plantel, Mariano Andújar y Agustín Orión, como Marcelo
Barovero o Sebastián Saja), y a pocos meses del Mundial, llega el tiempo de
probar otras opciones, algo que parece propicio este martes ante Uruguay en
Montevideo.
Los defensores titulares no son técnicamente malos,
e incluso es un acierto de Sabella el haber dado continuidad como centrales a
Federico Fernández y Ezequiel Garay, pero éstos (especialmente el primero)
parecen mejores cuando atacan que cuando defienden, es decir, con el balón que
sin él, pero el problema es que la función primordial, y más con semejante
ataque, es marcar.
Sabella debe resolver este dilema. Fernández es
importante en el juego aéreo y anoche, gracias a su cabezazo, Lavezzi pudo
empatar inmediatamente el partido. Garay es pretendido por los mejores equipos
europeos y no puede ser casualidad, mientras que Zabaleta es un destacado
lateral en el Manchester City, aunque pasa al ataque continuamente y es muy superior
en esa función que en la del retroceso.
El tema, entonces, pasa por la coordinación entre
los defensores y los volantes, y por supuesto, el arquero.
No quisimos entrar en el debate que ya nuestros
lectores conocen sobre otros aspectos que le hubiesen dado otra cara al
lineamiento general, como definir primero “a qué se quiere jugar”, porque con
una determinada filosofía, como por ejemplo salir jugando desde atrás con
pelota al pie, tal vez habría generado otra seguridad, pero es apenas una
hipótesis que hoy ya no tiene demasiado tiempo de resolverse.
Este equipo argentino es vertiginoso, lo cual hace
que en ataque sea imparable una vez que aceleró, pero que también sigue
generando algunos interrogantes como qué sucede cuando hay que parar un poco la
pelota (como Sabella pidió en el final, aunque no había un número diez clásico
entre los titulares), o, la pregunta del millón, qué sucedería en caso de
enfrentar a un equipo con mucha posesión (Holanda, Colombia, España, Alemania,
por citar algunos) que no deje jugar a los albicelestes, y que los cuatro
fantásticos se cansaran de esperar que alguna vez les llegue “el juguete”.
Por eso, es hora de definiciones. Por un lado,
resulta fundamental elegir muy bien los rivales de los amistosos hasta junio de
2014, que sean adaptables a comprobar distintas variantes del esquema táctico
argentino, y no ocasionales derrotados que aumentan la autoestima pero que no
otorgan demasiado (recordar el eufórico 1-0 a Alemania en el inicio de 2010 en
Munich, con gol de Higuaín).
Por otro lado, llegó el momento de afinar la lista
definitiva para el Mundial y en este aspecto, pareciera que Sabella está muy
bien rumbeado y que de esta serie de dos partidos quedarían como mucho tres a
cuatro plazas a cubrir. Tres arqueros casi seguros (con la mínima esperanza de
una reconsideración), seis defensores (los cuatro titulares, Coloccini y
Campagnaro), seis volantes (los titulares más Banega, Biglia y Maxi Rodríguez),
y cinco delanteros.
La solidez en el aspecto defensivo, entonces, es la
clave para llegar casi en un estado ideal (dependiendo del azar de lesiones y
otros detalles) al Mundial de Brasil.
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