Más allá de las noventa y siete mil personas que
colmaron el Camp Nou el pasado sábado, de las estrellas que presentaron los dos
equipos, de la expectativa mundial por el partido, de los dos mejores jugadores
del mundo en el campo de juego, incluso del resultado a favor del local por
2-1, el Barcelona y el Real Madrid certificaron, por si no quedaba claro, que
son hoy dos equipos en transición.
¿Hacia dónde van? Es difícil saberlo. Aparece, tal
vez con algo más de luz, el largo túnel del Barcelona. Porque los resultados a
favor (once partidos ganados y cuatro empatados, ninguno perdido en toda la
temporada) siempre ayudan a atravesar mejor los cambios tácticos, en este caso
introducidos por el entrenador argentino Gerardo Martino, que sigue
insistiendo, aunque con una falsa modestia, en que su incidencia en el equipo
“sigue siendo mínima”.
En cambio intuimos que el Real Madrid, luego de esta
derrota ante su máximo rival (aún cuando reclama que el árbitro Undiano
Mallenco ignoró un penal de Javier Mascherano a Cristiano Ronaldo), tendrá
mayores urgencias y que se acentuará el reclamo al italiano Carlo Ancelotti que
sigue por mejor camino en el grupo de la Champions League que en el torneo
local cuando ya había caído en el Santiago Bernabeu ante el Atlético Madrid y
había cedido algunos puntos de esos que los blancos no pueden darse el lujo de
perder.
Sin embargo, unos y otros, los que sonríen o los que
atravesaron un fin de semana más triste, siguen hablando de resultados y no
tanto de juego. Porque desde este punto de vista, el clásico del sábado fue
descolorido, con demasiados errores y con algunos titulares en el campo, por
parte de los dos equipos, que creemos que no tuvieron acertada elección por parte
de los dos banquillos.
Claro, un clásico en el que ni Lionel Messi ni
cristiano Ronaldo lucen, ya parte de una baja en su generación de espectáculo,
pero seguimos creyendo, como sostenemos desde hace tiempo en esta columna, que
Cesc Fábregas no es un “falso nueve” sino un mediocentro con cierta capacidad
ofensiva y que no suele rendir demasiado cuando se adelanta en el campo, como
ocurrió el sábado una vez más, y que el chileno Alexis Sánchez volvió a
demostrar que se encuentra en gran forma en esta temporada tanto en su equipo
como en su selección, y que es quien debe ocupar una de las tres posiciones del
ataque azulgrana.
La baja producción de Messi podría deberse a que, se
supo luego del partido, había estado con vómitos antes de jugarlo, porque sorprendió
verlo partir desde la derecha en el ataque, como en sus inicios con Frank
Rikjaard (para darle lugar a Cesc por el medio), pero se observa en el
Barcelona, mucho más allá de la merma en este caso de su mejor jugador, un
problema que se va haciendo crónico y pasa por su sistema de juego y por la
disposición de los jugadores.
No parece casual que Víctor Valdés se vaya
convirtiendo en una super-estrella cuando siempre fue un muy buen arquero. El
salto de calidad está dado porque al Barcelona le llegan más y con mayor
claridad pero no porque sus defensores marquen peor, sino porque ya no regresa
igual que antes y eso se debe a que, primero que todo, no administra el balón
como antes.
Alguien dijo, en forma de síntesis, que el Barcelona
pasó de la posesión de balón como filosofía, a la posesión de balón sólo para
que no la tenga el otro y no lo administre mejor. Es decir, apareció una
especie de temor a perderlo, a descuidar al adversario, a “cerrar los partidos”
como con la entrada de Song por Andrés Iniesta, que no estaba presente con
anterioridad, sumado el abuso de los pases largos (que antes se dosificaban y
enriquecían el juego de toque) y cierta falta de coordinación del medio hacia
atrás y hacia adelante.
En el caso del Real Madrid, en cambio, el problema
parece de desaprovechamiento, hasta aquí, de su riqueza individual. Ancelotti
aún no pudo sacar partido de sus cracks, debido a que por un lado se produjo
una renovación en sus filas, con la salida de Mesut Özil como la de mayor
incidencia en la creación, y en cambio, la llegada del galés Gareth Bale, que
más allá de la fortuna que se pagó, también ocupa la banda y eso obliga a pasar
al centro a Cristiano Ronaldo, o a
quitar a Angel Di María.
Como Ancelotti quiso que jugaran los tres, sacrificó
a Karim Benzema y terminó anulando la fuerza de las bandas y el portugués se
quedó sin espacios ni balón para poder utilizar su juego, y el entrenador
italiano, ya en desventaja, terminó retrocediendo y colocando en el segundo
tiempo al Real Madrid original, sin Bale, con extremos y un centrodelantero.
Tampoco funcionó en los blancos el experimento de
Sergio Ramos como mediocentro, por delante de Rafael Varanne y Pepe, porque el
defensor de la selección española no se siente cómodo allí, pero es evidente
que el equipo necesita con urgencia el regreso de Xabi Alonso en esa posición,
un jugador que por su precisión en los pases y su excelente colocación, no
tiene reemplazo.
Es cierto que el propósito enunciado por Ancelotti
desde el inicio de la temporada es el de adelantar unos metros al equipo y
tener una mayor posesión de balón, algo para lo que necesitará de cierta
adaptación, pero las derrotas van minando la confianza y los rendimientos y
habrá que ver cómo se sobreponen los blancos a esta situación.
El Barcelona va dependiendo cada vez más de lo que
hagan algunos de sus grandes cracks y aunque conserva cierta estética del
pasado, los próximos meses, antes rivales de fuste por la Champions, darán la
clave sobre si estos cambios van en el camino correcto.
De momento, nos quedamos con las ganas de disfrutar
de uno de esos clásicos que paralizaban los corazones, como hasta la pasada
temporada. ¿Los volveremos a ver?
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