miércoles, 9 de abril de 2014

El Atlético no tiene límite (Jornada)



 
                                     Desde Madrid, España
 
¿Recuerdan los lectores algún partido del Barcelona, en la última década, la de la excelencia, la terna de la cantera de La Masía como candidata al Balón de Oro de la FIFA, el mejor ejemplo del fútbol mundial, con tres tiros en los palos en contra y un gol? No sólo no se encuentra en ningún archivo, y mucho menos en Champions League.

Sin embargo, el Atlético Madrid lo consiguió. Sin magia, sin un Lionel Messi que desequilibre (todo lo contrario al de anoche en el Vicente Calderón, de preocupante desaparición, casi inexistente), incluso sin su mejor jugador, el hispano-brasileño Diego Costa, una bestia de la definición, un jugador con hambre, que, lesionado, tuvo que verlo de afuera.

Pero este Atlético Madrid de Diego Simeone, cada vez más ídolo de su afición, cada vez más crecido como director técnico a base de garra, de convencimiento, de entrega, de lucha, de fervor, de esfuerzo, pero también de pasajes de un fútbol dinámico, no sólo le ganó al Barcelona y lo eliminó por primera vez en siete años de la semifinal de la Champions League, sino que no parece tener límites en esta temporada y ahora todo puede pasar, y el sueño de ganar por primera vez la “Orejona” europea, va apareciendo en el horizonte como posible.

Nadie podía prever un inicio de partido como el que fue en un abarrotado e influyente Vicente Calderón, un estadio lo más parecido posible a la Bombonera, o al Cilindro racinguista, con el griterío a flor de piel (por cierto, con canciones casi todas de origen argentino, aunque algo desafinadas).

Porque si el Atlético Madrid es un equipo especialista en trabajar los partidos, en las faltas tácticas y la marca escalonada y posicional, y con un empate a cero le alcanzaba, lo lógico de pensar era que el Barcelona saldría con todo a marcar un gol y los rojiblancos se defenderían hasta el final.

Nada de eso pasó. Un poco la gente y su aliento imparable, y otro poco la capacidad de sorpresa de Simeone, hicieron que los locales salieran a arrollar a los catalanes, diluidos hasta en sus colores oscuros por la reglamentación de que en la UEFA no puede haber dos camisetas de colores parecidos, y de allí los tiros en los palos y el gol de Jorge Resurrección Koke,  que en menos de quince minutos, ponían la serie casi imposible para el Barcelona.

Paréntesis: el lector puede pensar aquí “¿cómo imposible, si con un solo gol iban ya al alargue?”. Lo era por la cuestión más anímica que futbolística. Lo era porque ya en los días precios, acentuado por la conferencia de prensa del martes en el Calderón, Gerardo Martino, el entrenador del Barcelona, había sostenido que la clave de este partido pasaría “por tratar de meter, por fin, el primer gol antes que ellos, cosa que no pasó en los cuatro partidos anteriores de la temporada”.

Tomando esta frase, ya mucho estaba dicho. Otra vez, la tercera en cinco partidos de la temporada (dos por Supercopa de España, uno por Liga Española y dos por Champions League), el Barcelona salía de entrada, con el público en contra y un equipo más aguerrido que nunca, a tener que remontar. Y este Barcelona no sólo tuvo algún desgano sorprendente, sino que al contrario de Simeone, tuvo en Martino una idea estratégica equivocada. ¿Por qué?

Porque si se necesita ganar, hay que atacar, diría Perogrullo. Y este Barcelona ya anunciaba un partido de esos de hándbol que como las series norteamericanas de la TV, ya presume el final: horas tocando y tocando, pero con escasas llegadas, y menos atravesando la mejor defensa de la Liga y acaso una de las mejores de Europa, y con un arquero, si pasa, a la altura del belga Thibaut Courtois. Imposible.

Pero aún así, Martino dispuso un esquema lejos de ser el necesario, sin los dos extremos que mejor funcionaron esta temporada, Pedro Rodríguez y el chileno Alexis Sánchez, que luego entraron ya a la desesperada, y alejó a quien mejor funcionaba, Andrés Iniesta, de un Lionel Messi que directamente no estuvo, y que preocupa de cara al Mundial si fuera que uno sabe que muy probablemente sea su gran meta en este tiempo. El Barcelona jugó por mucho tiempo al hándbol, contra un Atlético que siempre jugó al fútbol.

Raro que en un partido de esta naturaleza, Messi no se involucrara más, como si estuviera enojado por algo (¿acaso por el sistema del Barcelona durante gran parte del año o porque su amigo Iniesta no parece ser demasiado tenido en cuenta y el propio jugador dijera luego que no entendió por qué fue reemplazado?).

La cuestión es que aunque algunos jugadores sacaron su carácter, su casta, como Jordi Alba,. Sergio Busquets, Neymar o Xavi, este Barcelona parecía deslucido, deshilachado, muy lejos de aquello que fue y deslumbró al mundo. Era más una suma de voluntades, aunque con otras muy alejadas del campo de juego.

Del otro lado, todo lo contrario. Un aluvión, un terremoto, una tromba, sin Diego Costa pero con un muy buen David Villa y un desequlibrante Adrián López, que demostró que está para grandes cosas si se lo propone y deja de ser un proyecto. Sin Arda Turán, incluso, con publialgia. Pero el Atlético es un equipo emergente, que está para mucho más, que no llegó a la cima y se encontró con uno acomplejado, con demasiados problemas fuera del campo, con demasiados inconvenientes institucionales que fueron minando su mentalidad, y con escasas respuestas en el césped.

Estos noventa minutos dejarán mucha huella. El Atlético se dará cuenta de que ahora la Liga también es posible, porque será una inyección anímica importante con miras a las seis fechas que quedan. Y la última, en el Camp Nou ante el Barcelona, que no le pudo ganar nunca en los cinco partidos de la temporada. Y ni qué hablar de la Champions.

En el Barcelona, eliminado por primera vez en cuartos de Champions en siete años, la suerte de Martino parece casi echada. Tal vez ganando la final de la Copa del Rey de la semana que viene en Valencia, al Real Madrid y luego la Liga, pueda salvarse, pero no parece fácil. Por el juego, por ser extranjero, por algunas ironías hacia la prensa catalana (“pensé que aquí se hablaba más de fútbol”), y por los problemas en el club que aparentemente le fichar jugadores en los dos próximos mercados.

También este partido tuvo el simbolismo del enfrentamiento entre dos argentinos, el Cholo y el Tata, y el primero, es evidente, puede con el segundo, y le queda el camino abierto para algún día dirigir a la selección argentina, acaso sea pronto.

 


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