“La Masía no se toca”. De repente, una enorme
bandera se desplegó del lado opuesto a la zona de palcos y todo el estadio
aplaudió. Fue justo cuando, como en cada salida al campo de los equipos, sonó
el himno del Barcelona y ante una multitud, no tanto por la ocasión (el Betis
marcha último en la tabla de posiciones de la Liga Española) sino por la
coincidencia con el voto de los socios en el referéndum para ampliar el mítico
Camp Nou.
El Barcelona vive semanas de una enorme convulsión.
Un golpe tras otro. No sale de uno, que ya llega el siguiente y entonces, desde
los medios, muchos aficionados y dirigentes, aparece la idea de que se quiere
atentar contra un modelo victorioso, uno de los más seguidos en la historia del
fútbol en todo el planeta. ¿Pero quién quiere terminar con él? ¿Es así?
Esta semana, si faltaba poco con la renuncia del
presidente Sandro Rosell por el affaire del fichaje de Neymar, un posible
desacuerdo de renovación con Lionel Messi -quien a su vez tuvo problemas
fiscales-, y la lesión de Víctor Valdés, se supo que la FIFA había determinado
sancionar al Barcelona con la imposibilidad de fichar jugadores en los dos
próximos mercados, es decir, hasta julio de 2015, por incumplir con algunas
normativa en la contratación de jugadores menores de edad y en especial,
extracomunitarios. Y todo, desde una denuncia anónima.
Esta información generó un tremendo impacto
internacional en el Barcelona, debido no sólo a que afecta su bien más preciado
y admirado, como es el complejo La Masía, del que han salido grandes cracks y
se ha destacado por su altísimo nivel en la formación y dedicación, sino que
coloca al club en una situación de alta tensión nada menos que con la FIFA e
incomoda su relación con la Federación Española (RFEF), que al ser el organismo
que regentea el fútbol en el país, debió pagar una multa y no tuvo un
pronunciamiento fuerte a favor de la entidad catalana.
Sorprende mucho lo ocurrido desde la FIFA por varias
cuestiones. La primera, tal como reconoció abiertamente su secretario general
Jerome Valcke, es que la resolución fue tomada el 28 de noviembre de 2013, y
sin embargo se conoció más de cuatro meses después, y no sólo eso, sino que
cayó en pleno momento de definiciones, cuando el Barcelona se juega todo en la
Champions League en Madrid ante el Atlético en cuartos de final, en el
desenlace de la Liga y a días del referéndum del Camp Nou, en el que la
comisión directiva se jugaba mucho de su continuidad, de por sí bastante
cuestionada en su legitimidad. ¿Casualidad? El propio Valcke no supo explicar
el por qué de la demora en informarlo al club ni la coincidencia con los
tiempos en transmitirla.
Otra cuestión pasa por la muy buena relación que
siempre tuvo en estos años la FIFA con la RFEF, al punto tal de que el
presidente de la entidad española, Angel Villar, tiene una situación encumbrada
en el organismo internacional y hasta en más de una oportunidad se rumoreó
sobre su candidatura a presidir la UEFA en reemplazo de Michel Platini.
Y otra, más futbolística y que genera una enorme
contradicción, es que en 2010, la terna para el Balón de Oro FIFA World Player
estuvo conformada por tres jugadores surgidos precisamente de La Masía, Lionel
Messi, Xavi Hernández y Andrés Iniesta. Nunca el mensaje había sido tan claro:
esto es lo que queremos, lo más sano y lo que hace bien al deporte que
representamos. Que un club llegue a lo más alto, que genere el mejor
espectáculo, y que aún siendo poderoso, apueste por su cantera y no fiche de
manera alocada.
Bueno, todo aquel discurso de 2010, apenas cuatro
años y cuatro meses (aunque si la decisión fue tomada en noviembre, no llega a
los cuatro años), queda ahora diluido, casi en la nada, con una polémica
decisión de castigar al Barcelona por un artículo sobre la metodología en las
contrataciones, porque se sabe bien que con esta medida se afecta una imagen,
cuando hay que preguntarse si no hay ninguna otra entidad poderosa que haya
hecho lo mismo.
Por otra parte, es cierto también que hay un exceso
de victimismo en el Barcelona y en su entorno. Es claro que sí hubo
incumplimiento de este artículo 19 citado por la FIFA, porque si no, no habría
ninguna necesidad de sancionar a nadie, y por algún lado, el club falló y no
tuvo los reflejos para corregir a tiempo las demandas que sobre este punto le
venían demandando desde Zurich con un larguísimo intercambio epistolar que los
medios se encargaron de difundir de manera prolífica en estas horas.
Es decir: se realiza un gran trabajo en La Masía, un
trabajo modélico, incluso, pero hubo errores y ellos tienen que ver tal vez con
la voracidad y cierta opacidad que existe en lo que se busca. ¿Qué se pretende,
de fondo? ¿supercracks o mejores personas o ambos? A decir por aquel premio de
2010, es claro que hay quienes cumplen con los dos requisitos y son muchísimos.
También habría que ver qué sucede con los que no llegan y qué sucede con esa
maquinaria cuando no se puede traspasar el límite de llegar a ser jugador
profesional.
Tal vez esto exceda al propio Barcelona. Su imagen
de club sano, de formación sana, y su brillante juego de estos años llegó a tal
nivel, que como cuentan muchos padres que tienen a sus hijos ahora mismo en La
Masía, no había siquiera otra idea que esa rondando en sus cabezas y la de sus
niños. Era el Barcelona o nada. Y allí acudieron, comunitarios europeos o no.
Aún cuando el club, en muchos casos, y más, desde que fue advertido por la
FIFA, debió hacerlos parar en sus competencias hasta que tuvieran la edad
necesaria, aunque con diez de ellos, no lo hiciera y ahora le llega la sanción.
El otro punto ya excede al Barcelona, y pasa por
preguntarnos hasta dónde llega la escalada del fútbol, qué es lo que hoy
representa en el imaginario colectivo, para que una familia pueda plantearse desde
Africa, Asia o Sudamérica, dejar todo, o desprenderse de un chico
preadolescente sin poder acompañarlo, para que llegue a ser jugador en el
futuro.
El fútbol, todo indica, hace tiempo que dejó de ser
un juego de niños, precisamente.
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