Un repleto estadio Santiago Bernabeu, con todas sus
entradas vendidas, esperaba por un partido semifinal de Chamions League ante el
Bayern Munich que no repitiera el esperpento del día anterior en el Vicente
Calderón y efectivamente así fue.
Dos equipos técnicamente muy superiores al Atlético
Madrid y el Chelsea, como el Real Madrid y el Bayern, que además, son bastante
diferentes entre sí, contrariamente a los otros dos semifinalistas, casi un
calco uno del otro.
Uno de los interrogantes de esta serie era si el
Bayern de Josep Guardiola, un viejo conocido (y enemigo) del Bernabeu, desde
los tiempos del Barcelona, podía llegar en su mejor estado a estos dos partidos
luego de haber pasado un mes desde que ya ganara su liga local, la Bundesliga,
y entrara en una especie de molesta conformidad, sólo alterada por la semifinal
de la Copa Alemana de días pasados.
Y aunque los alemanes mostraron todo su poderío en
Madrid y los primeros quince minutos encerraron a los locales (cosa nada fácil
para ningún equipo de todo el mundo), se notó que no están en su máximo
esplendor y que les falta un jugador clave como Thiago Alcántara, lesionado, y
que el francés Frank Ribéry tampoco está en su mejor momento.
Pero el problema del Bayern no sólo pasa por allí
sino por otra cuestión estructural, porque Guardiola pasó de aquel “falso
nueve” del Barcelona, que no daba señales claras a los defensores rivales, a un
centrodelantero grandote y estático como el croata Madzukic, al que le
llovieron centros desde las dos puntas y fue dominado y bloqueado por Sergio
Ramos y Pepe, ayudados por Xabi Alonso, que bajó unos metros cuando fue
necesario.
Por todo esto, el dominio territorial y de tenencia
de la pelota del Bayern no alcanzó. De nada sirvió que se quedara con un
sesenta y cinco por ciento de tiempo con la pelota en el mismísimo Bernabeu
cuando enfrente tuvo a un Real Madrid que, aún con Cristiano Ronaldo
evidentemente lesionado y poco participativo, es matador de contragolpe o, como
dijo luego el propio Guardiola, “el mejor equipo del mundo” en esa
especialidad.
Bastó que a la primera que pudo la pelota le llegara
por la izquierda a Coentrao, que se proyectó (tras un más que correcto partido
de mucho despliegue del previamente cuestionado portugués) para que su centro
al ras encontrara solo a Karim Benzema y éste la empujara a la red.
El gol no pareció modificar nada. Los dos siguieron
con la misma tesitura. Los locales, más retrasados a sabiendas de que ya
llevaban una mínima ventaja que había que cuidar, los visitantes, insistiendo
por donde no tenía sentido, las puntas, por Arje Robben y Ribéry, para que cada
centro acabara en las cabezas de los defensores blancos.
Ya en la segunda parte, aunque algo tarde, Guardiola
probó, al fin, con otras variantes como Tomas Múller y el joven Götze, pero no
sacó a Mandukic, que siguió estacionado en el corazón del área del Real Madrid.
Y si hubo dos posibilidades, justamente fueron en los pies de los ingresados.
Al contrario, la sensación es que el Real Madrid
pudo haber marcado una mayor diferencia porque Cristiano Ronaldo desvió una
clara en el primer tiempo, y lo mismo sucedió con Angel Di María, los dos, en
posiciones privilegiadas.
La definición quedó para el próximo martes en
Munich, cuando según Guardiola, los alemanes estarán en condiciones de revertir
una diferencia no tan complicada, aunque desde el juego, puede que aunque ahora
con mayoría de público alemán, podría volver a ocurrir lo de gran parte de lo
del Bernabeu: dominio alemán sin llegada, y contragolpe, cada vez con mayor
espacio, del Real Madrid.
Los alemanes tienen que entender que ese dominio que
ejercen puede llegar a ser muy frustrante si no se traduce en la red. Ya lo
dijo el “káiser” Franz Beckenbauer en su crítica cada vez más abierta a su
entrenador, Guardiola, que da lugar a tantas especulaciones: “llegará un
momento en el que el balón estará en la línea del arco rival y vamos a dar un
pase atrás”.
¿Habrá aprendido Guardiola la lección de anoche en
el Bernabeu, más allá de la derrota?.
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