Desde Valencia
Hasta hace poco tiempo, los dirigentes de la Liga de
Fútbol profesional (LFP) ya no sabían qué hacer con la Copa del Rey. Era una
molestia en medio de campeonatos competitivos y seguidos por multitudes como la
Liga o la Champions. Se buscaron variantes, hasta terminar agrupando el torneo
en pocos meses y acomodando los partidos en los huecos. Esto fue en aumento
desde que la Unión Europea de Fútbol (UEFA) quitó la Recopa, que era la copa de
los ganadores de Copas, y la competición perdió la razón de ser.
Desde ese momento, ganar la Copa del Rey en España
se fue convirtiendo en consuelo. Muchos equipos incluyeron suplentes o
juveniles hasta llegadas las fases finales, para darle prioridad a otros
títulos.
Sin embargo, esta final de mañana en Mestalla, el
estadio del Valencia que ya fue sede en 2011, fue cotizando en alza desde que
estalló la crisis alrededor del Barcelona y del otro lado, del Real Madrid,
presumiendo que puede llegar a ser el único salvavidas de una temporada en la
que se encuentra peleando en los tres frentes, pero con nubosas perspectivas en
los dos principales.
La situación del Barcelona ha variado radicalmente
desde hace poco menos de una semana. La eliminación de la Champions League a
manos del Atlético Madrid en el estadio Vicente Calderón fue penosa no sólo por
haber sido derrotado (no le pudo ganar en los cinco partidos del año y apenas
si le marcó dos goles) sino que se vio a un equipo azulgrana entregado como
pocas veces y lo que es peor, sin perspectivas, sin rebeldía en la mayoría de
sus jugadores con escasas excepciones (Mascherano, Alba, Neymar).
Este resultado, que por primera vez en siete años
deja al Barcelona fuera de una semifinal europea, hundió al plantel, puso al
director técnico Gerardo Martino en la picota, con un crédito casi nulo ya y al
borde de marcharse, y cuando al menos el sábado en Granada parecía la
oportunidad de retomar la buena senda para dedicarse a la Liga, llegó otra
derrota muy dura, esta vez con un porcentaje de posesión de pelota notable,
pero con una defensa tan improvisada como endeble, y una crisis institucional
de calado.
La derrota en Granada y la posterior victoria del
Atlético en Getafe separó ahora por cuatro puntos (sobre quince en disputa) a
los catalanes de los “colchoneros” en lo que parece irreversible mucho más en
el juego que en las matemáticas.
Con el primer cuestionamiento en años al plantel al
arribar a Barcelona desde Andalucía, por parte de los hinchas, y con los medios
catalanes despidiendo a Martino en sus tapas y pidiendo por el entrenador del
Borusia Dortmund, Jürgen Klopp para la temporada que viene, el Barcelona se
encuentra en las horas más bajas.
Andrés Iniesta dijo en voz alta que no sabía por qué
lo cambió Martino ante el Atlético. Víctor Valdés, lesionado y con deseos
oficiales de marcharse. José Manuel Pinto, sabiendo que no lo tendrán en cuenta
para la temporada siguiente y con todo arreglado con la MLS norteamericana.
Gerard Piqué, que no se sabe si se va a recuperar a tiempo. Javier Mascherano,
con una muy buena oferta del Nápoli de Rafa Benítez y con deseos de volver a
ser volante. Alexis Sánchez y Pedro, con ganas de jugar más minutos, y con
Lionel Messi, según cada vez más observadores, con el único deseo de que el
Mundial de Brasil comience ya. Demasiado como para que el equipo esté bien.
Enfrente, todo parece más calmo. Es más, el
entrenador italiano del Real Madrid, Carlo Ancelotti, se permitió salir a
respaldar, caballerosamente, a Martino. “es una buena persona, hay mucho
exitismo”, dijo a los medios.
Pero no es oro todo lo que reluce en la capital
española. Se sabe bien que los blancos sufrieron más de la cuenta en la vuelta
de cuartos de Champions ante el Borusia Dortmund luego de pasearse en el
Bernabeu y casi se quedan afuera, y ahora tocó lo peor en el sorteo del viernes
en Nyon: el Bayern Munich de un viejo conocido de la casa, Josep Guardiola, y
con la vuelta en tierras germanas. No pinta bien.
En la Liga, a tres puntos del Atlético, que en
realidad son cuatro porque en caso de empate saldrían campeones los
rojiblancos, el Real Madrid sabe que en caso de llegar con chances a la última
fecha, allí los de Diego Simeone deben visitar al Camp Nou y no parece que el
Barcelona desee que su máximo rival gane la Liga, aunque son todas meras
especulaciones.
El Real Madrid no contará con su máxima estrella,
Cristiano Ronaldo, que prefiere llegar bien al martes ante el Bayern, pero en
el club saben que esta final de Copa podría ser acaso lo único que se ganará en
la temporada.
En el Barcelona, ganar la Copa en Valencia sería
volver a confiar algo en el plantel, darse ínfulas para el domingo por la Liga
ante un difícil Athletic, y esperar a encontrar alguna forma de treparse a
pelear por el título.
De repente, los mismos que buscaban sacarse de
encima esta Copa, ahora la necesitan con todas sus fuerzas. Esta Copa del Rey
ya vale mucho más en el mercado de las necesidades.
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