Parecía imposible, para los argentinos, que
apareciera otra figura semejante a la de Carlos Bilardo, el ahora muy veterano
obsesivo ex entrenador (él mismo dice que su tiempo en el fútbol ya pasó) que
terminó enojado la final del Mundial de México 1986, que ganó, porque su equipo
tuvo que soportar dos goles a balón parado.
Sin embargo, alguien que fue jugador (muy joven, por
cierto) de Bilardo, y que luego desarrollaría una larga carrera entre Argentina,
Italia y España, parece haber heredado algunos genes suyos, aunque con
características propias, y que sólo entiende una cosa: que en el fútbol lo que
vale es ganar y que la actitud cuenta como nada.
Simeone ha empleado algunas premisas interesantes
para este fin, como ir paso a paso, jamás adelantarse a los objetivos, entender
claramente cuál es el rival, sacar el mayor potencial a sus propios jugadores,
desarrollar un sistema táctico ideal para el elemento con que cuenta en cada
plantel, armar grupos sólidos y casi familiares, y no venderse humo a sí mismo:
conocer si entra a cada partido en condición previa de superioridad, igualdad o
inferioridad.
Ese pragmatismo es el que le vino dando seguridad
como entrenador desde que a mediados de la primera década de este siglo dejara
intempestivamente su rol de jugador en su amado Racing Club para convertirse de
un día para el otro en el responsable de un equipo con mayoría de ex compañeros
que días atrás compartía en el campo de juego.
Esa experiencia fue corta pero importante, para
saltar al Estudiantes de La Plata de Juan Verón en 2006 y remontar un
campeonato casi imposible ante un Boca Juniors que era bicampeón hasta entonces
y que a falta de cuatro jornadas le llevaba seis puntos de ventaja. Acabaron iguales,
jugaron un partido desempate en el que su rival ganaba 0-1 pero su equipo, con
mucho carácter, acabó ganando 2-1 y llevándose el título del Torneo Apertura.
Simeone siempre supo que todo tiene su momento.
Sabía que alguna vez dirigiría otro de sus equipos amados, el Atlético Madrid,
donde fue feliz de jugador, de joven y de veterano, donde ganó títulos, como
sabe, y repite, que no ahora pero sí alguna vez (“es para cuando uno es un
abuelo del fútbol”, suele decir) dirigirá a la selección argentina.
Y tras los títulos de Estudiantes y River Plate
(2008), con el que también tuvo el sinsabor de un último puesto en el
campeonato siguiente, y un paso sin mucho que comentar por San Lorenzo, por fin
apareció la chance del Catania, al que salvó del descenso en la Serie A, y el
salto, hace poco más de tres años, al Atlético.
Simeone fue moldeando a su grupo. Lo fue
jerarquizando, sabiendo que éste es su lugar en el mundo, hasta transformarlo
en un equipo sólido, capaz de todo, como ahora, de ser la bestia negra del Real
Madrid, y haberlo sido, durante los seis partidos de la temporada pasada, del
Barcelona, al que ahora debe enfrentar, por la Copa del Rey, a dos durísimos
partidos por los cuartos de final.
Ya no puede decirse que es sorpresa que el Atlético
Madrid, cierto que ya bastante jerarquizado y ahora con el aporte de la vuelta
de un ídolo como Fernando Torres, pueda eliminar a su rival de ciudad, al Real
Madrid multimillonario y campeón mundial, en los octavos de final de la Copa
del Rey.
El Atlético lo ha vencido en demasiadas ocasiones en
este tiempo, pero más aún: lo ha complicado siempre, hasta perdiendo. Porque la
propia final de lña pasada Champions League en Oporto, también fue muy
dificultosa para los blancos, que recién consiguieron el empate con un soberbio
cabezazo de Sergio Ramos cuando el partido expiraba.
El Atlético tiene ahora un gran desafío, el de
tratar de eliminar también al Barcelona, siguiendo la tendencia de la pasada
temporada, en la que acabó invicto ante este rival en seis partidos, pero no
pudo mantenerlo en el Camp Nou por la Liga, cuando fue claramente derrotado 3-1
hace escasos días.
Queda la duda sobre si ese Atlético estaba
desdoblado mentalmente por dos objetivos diferentes como son la Liga y la Copa,
y al llegar al Camp Nou sabía que al promediar la semana debía ir al Santiago
Bernabeu a tratar de mantener la ventaja de 2-0 conseguida en el Vicente
Calderón, pero sí es cierto que por primera vez en dos temporadas, se vio
desbordado por el tridente de Lionel Messi, Luis Suárez y Neymar, y por un
Barcelona muy superior al del andar mostrado en buena parte de esta media
temporada 2014/15.
Ahora la serie a doble partido es al revés, y el
Atlético, de mentalidad copera, debe primero viajar a Barcelona para cerrar
como local, aunque para Simeone, no hay desafío que no se pueda cumplir y ya lo
ha demostrado la pasada temporada, cuando necesitaba de un empate en el Camp
Nou para ganar la Liga, estaba perdiendo y pudo lograr el resultado buscado.
Simeone fue claro en sus declaraciones tras el gran
éxito ante el Real Madrid. Sólo se trata de un partido importante, pero de
octavos de final. Nada menos, pero nada más. Hay que seguir y esto es paso a
paso, etapa por etapa, y así cimentó su carrera.
Desde Maldonado, Uruguay, a Simeone le llegan las
imágenes de su hijo Giovanni, ya en la primera división en River Plate (a punto
de ser cedido a préstamo a Bánfield), autor de 4 goles en 3 partidos en la fase
de grupos del Torneo Sudamericano sub-20 que clasifica al Mundial de la
categoría.
Los jugadores suelen cuidarse en sus declaraciones y
máxime, siendo jóvenes, pero “Gio” no se ha cortado: “quiero ser el goleador
del torneo”, afirmó. Por lo pronto, su padre, desde el otro lado del océano, ya
va cambiando sus fotos en las redes sociales, por la de su hijo, con la
camiseta argentina, gritando un gol.
No es para menos: es la comprobación de que en esos
genes sólo se conjugan un verbo: “ganar”. Sin preciosismos, sin una línea
estética, mucho más cerca del esfuerzo y la garra, pero con efectividad.
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