miércoles, 11 de febrero de 2015

La tercera vía de Simeone (Jornada)



Es bastante usual, en el ambiente del fútbol europeo, leer o escuchar que la prensa sostiene que en la actualidad, habría que instrumentar un premio individual aparte para la competencia entre Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, y otra para el resto de los jugadores, simples mortales que asisten a una distancia notable entre aquellos y ellos mismos.

Lo mismo ocurría en la Liga Española entre el Real Madrid y el Barcelona, que comenzaban a aburrir al repartirse los títulos sin dejar chances para nadie más, condenados todos a pelear por el tercer puesto que acababa siendo casi, lo mismo que ser “campeón entre los normales” dieciocho restantes equipos de la Liga.

Tanta era la diferencia que hasta para pocos europeos era posible vencer a los dos grandes españoles y la mayoría de los jugadores de los torneos de máximo nivel protagonizaban los culebrones de cada verano para acabar fichados por los dos clubes de élite y los Real Madrid-Barcelona terminaron siendo el clásico mundial por excelencia, sin parangón con cualquier otro desde la importancia global.

En un contexto así, que el Atlético Madrid, con un presupuesto muchísimo menor, con jugadores aplicados y con inteligencia y algún talento (en algunos casos, bastante y en otros, poco), se haya logrado interponer entre el Real Madrid y el Barcelona, tiene muchísimo mérito.

Diego Simeone lo fue moldeando desde que tomó el equipo hace tres temporadas cuando atravesaba un momento de inercia, abulia, y había cierto aire de que el técnico argentino, ídolo del club en sus dos etapas de jugador,  era el único capaz de transformar todo aquello en algo diferente, acaso proyectando al club hacia algo desconocido, impensado. Y así fue.

En pocos meses, el Atlético Madrid ganaba la Europa League y comenzaba a ser un equipo complicadísimo en lo táctico, aprovechando mejor que nadie las jugadas ensayadas, sacando el mejor fruto de cada jugador, convirtiéndose en temible en el juego aéreo y por qué no, dando una imagen de equipo copero, recio, disciplinado.
No fue casual que llegara a la final de la Champions League pasada ante Real Madrid y la perdiera recién en el descuento, cuando Sergio Ramos, con un soberbio cabezazo, generara un alargue en el que todo cambió.

Pero ni siquiera eso generó una fractura y el Atlético volvió a arremangarse, acabó ganando la Liga, en el Camp Nou, y empatándole al Barcelona cuando la desventaja le daba el título a su rival, y le ganó también la Supercopa de España al Real Madrid, lo eliminó de la reciente Copa del Rey hasta que en cuartos de final, en dos partidos durísimos, acabó cayendo ante el Barça y llegamos a lo ocurrido el pasado fin de semana en el Vicente Calderón.

Pocas veces, con un equipo compuesto de súper estrellas de decenas de millones de euros cada una, que se coronó campeón mundial en Marruecos en diciembre pasado y lidera la Liga actual y es otra vez candidato a ganar la Champions, como el Real Madrid, se ha visto tan superado como en el 4-0 del Atlético por la Liga.

No sólo los “colchoneros” se impusieron claramente en el marcador, sino que lo hicieron en cada sector de la cancha, en cada pelota trabada, en cada centro, en actitud, en entrega, en juego y en llegadas al arco adversario.

Esto no se consigue teniendo sólo una buena tarde, sino con mucho trabajo, aplicación y un sistema táctico claro. Todo eso, más el plus anímico que entrega siempre Simeone, que es casi un jugador más desde la línea de cal (a veces llegando a extremos poco saludables) y con una comunicación total con la tribuna, genera la construcción de un equipo dispuesto a seguir arriba, luchando por todos los objetivos, y termina con la polarización del fútbol español.

Acaso el estilo de Simeone no sea muy bonito de ver. Pero hay que atender que su equipo cuenta con menos posibilidades que sus rivales de la alta competencia y que gana con armas nobles. No es ni aquel estilo preciosista del Barcelona de Pep Guardiola, ni tampoco el cerrojo de José Mourinho.


Lo de Simeone es una Tercera Vía, que puede gustar más o menos, pero que  ha logrado colocar al Atlético en una cima que ni soñaba hace tres años.  Y tiene gran mérito.

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