Los españoles suelen llamar “La cuesta de enero” al
período inmediatamente posterior al día de Reyes, cuando se acaban las fiestas
comenzadas a fines de diciembre con Navidad y todo vuelve a la normalidad y
espera un largo mes de enero en el que además, queda poco presupuesto por todos
los gastos anteriores y se espera entonces con ansias la llegada de febrero.
Para el fútbol, especialmente para los equipos que
participan en las fases finales de la Champions League y que deben jugar
mientras tanto las finales de la Copa del Rey y pelean los primeros lugares de
la Liga, podría decirse que los dos meses sin la competencia europea,
constituyen su propia “cuesta de enero futbolística”.
De los tres equipos de élite de la Liga Española,
sólo uno permanece en las tres competiciones, y es el Barcelona, que acaba de
eliminar al Atlético Madrid en dos durísimos partidos de cuartos de final de la
Copa del Rey, aunque desde la semana próxima le esperarán otros dos durísimos
por semifinales ante un Villarreal que le plantó cara por la Liga en el Camp
Nou.
Además, de los tres equipos de la Liga, es
justamente el Barcelona el que tiene el compromiso más duro, cuando a fines de
febrero regrese la Champions. Nada menos que el Manchester City, rival que ya
tuvo y que ya eliminó en otras circunstancias.
Pero, ¿en qué momento se encuentra el Barcelona? Si
bien ha conseguido muchos mejores resultados desde que se apaciguó (al menos
hacia el público) el conflicto suscitado entre Luis Enrique y Lionel Messi,
reconfirmado por Jeremy Mathieu a un medio francés en la semana, no parece ser
lo mismo el funcionamiento del equipo, que sigue siendo errático y muy
dependiente del genio argentino.
De momento, este Barcelona sigue estando muy lejos,
demasiado, de aquel que nos deslumbrara hasta hace dos años y medio. No tiene
ese andar, y muchos jugadores-emblema de aquel tiempo tienen escasa continuidad
o no tienen aquella brillantez, en parte por el inexorable paso del tiempo, y
en parte por diferentes problemas individuales.
Con la discontinuidad de Xavi Hernández, un jugador
clave en el control y el abastecimiento del balón, con un Andrés Iniesta
salvado por el talento pero desconocido respecto del que deslumbrara en tiempos
de Pep Guardiola o de Tito Vilanova, y con Luis Suárez sin poder acomodarse
como centrodelantero entre Messi y Neymar, el Barcelona tampoco ofrece
seguridad en la marca.
Una frase de Guardiola podría explicarlo todo: “Si
no presionamos arriba, tampoco ofreceremos seguridad abajo” y es lo que le pasa
a este equipo, que por ejemplo tuvo muchísimo más la pelota que el Villarreal
el pasado domingo, pero las veces que el “Submarino Amarillo” pasó la mitad de
la cancha en velocidad, desnudó las carencias defensivas azulgranas.
El Barcelona sigue retrocediendo mal, y ya no
importa si los dos centrales son Javier Mascherano y Gerard Piqué, o si luego
ingresa Mathieu, con la idea de transmitir mayor solidez. El problema no es
individual, sino colectivo, y Luis Enrique parece apostar a cambiar hombres con
la idea de que cualquiera de ellos puede ser la solución. Pero no pasa por ahí.
Lo que sucede en el Barcelona es que no tiene esa
presión arriba, ni ese andar en el medio, ni retrocede bien en defensa. Lo que
sí conserva este equipo es el talento de varios de sus componentes, comenzando
por un Messi que gradúa los momentos y sabe aparecer y golpear en el momento
justo, así como asistir de manera notable al resto de sus compañeros cuando la
situación lo requiere.
También el brasileño Neymar está cumpliendo dos
funciones clave en el ataque: es el jugador encargado de romper las
abroqueladas defensas rivales y a su vez, es el del toque preciso para el
remate final que abre los partidos o los resuelve, cuando no puede hacerlo el
genio de Messi.
Sin embargo, aún queda una tercera punta en el
ataque y es el desconcertante momento de Suárez, que más allá de no estar en
buena racha, no parece estar adaptado a los movimientos porque no encuentra los
espacios necesarios, como sí los tuvo en el Liverpool o en el Ajax, donde se
destacó tanto que ameritó su llegada como estrella al club blaugrana.
Suárez no se siente cómodo en este sistema porque
juega apretado entre Messi, Neymar y los volantes y laterales que llegan, algo
que no le pasó en el resto de los equipos, porque se trata de un jugador que
tiene que arrancar más atrás para utilizar esos espacios en sus movimientos, y
no los encuentra aquí.
De todos modos, los resultados pueden ser engañosos
pero a su vez, Luis Enrique aún dispone de tiempo para algunos ajustes, para
terminar de encontrar el equipo con el que arremeterá la parte final de la
temporada, cuando deba afrontar la semifinal de la Copa del Rey, enfrentar a un
Manchester City con el que definirá en casa en la revancha en marzo, por la
Champions League, o jugarse el tramo final de la Liga ante un Real Madrid que
no sólo no parece ceder sino que es una máquina de golear, aún cuando Cristiano
Ronaldo no juega.
Es en ese momento, cuando acabe la “cuesta de
enero”, cuando se lo juegue todo, cuando los hechos cantarán y sabremos si este
Barcelona puede convertirse en un gran equipo, en un equipo para el recuerdo, o
si sólo morirá en el intento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario