Con el fallecimiento del gran periodista que fue
Osvaldo Ricardo Orcasitas (ORO) afloran algunos recuerdos del paso de este
escriba, muy joven, por la revista “El Gráfico” a mediados de los años ochenta.
Tras un ingreso a principios de 1984, cuando la
revista aún pertenecía a la Editorial Atlántida, este cronista estaba destinado
en ese tiempo a integrar el equipo de colaboradores que, por primera vez, iba a
formar parte de la tradicional sección “La Jornada está aquí”, pero de Primera
B, en tiempos en los que Racing Club y Gimnasia y Esgrima La Plata jugaban en
esa categoría.
Queda el recuerdo de haber formado parte de una
redacción con periodistas que seguíamos como lectores de “El Gráfico” hasta
entonces, como Julio César Pasquato, “Juvenal”, Ernesto Cherquis Bialo (en
aquel momento, director de la publicación), José Luis Barrio, Carlos Irusta, el
propio ORO, o los jóvenes Juan Eduardo Perimbelli y Gustavo Béliz, ya abogado
por ese entonces, entre otros.
Poco a poco este escriba se fue afianzando en la
revista y comenzaba a participar en la semana de algunas notas, que se
escribían con hojas pautadas y en las máquinas Olivetti Lexicon 80, aunque
cometía el sacrilegio de ingresar a la redacción con libros “malditos” de la
carrera de sociología que ya cursaba, como los de Carlos Marx, Louis Althousser
o Fernando Enrique Cardoso, en un edificio que meses atrás había sentido de cerca
la complicidad con la dictadura pasada.
Fue en aquel tiempo que Independiente se disponía a
jugar la final de la Copa Libertadores y uno de los jefes, Jorge Barraza, nos
encargó un trabajo extra para un número especial, que aceptamos no sin antes
advertir que a una determinada hora deberíamos irnos, por un examen que
esperaba en la facultad, aunque no recibimos comentario alguno.
Tras bajar al archivo en varias ocasiones, en busca
de fotos de Ricardo Bochini con el pantalón rojo o blanco, de Ricardo Giusti,
Claudio Marangoni y tantos otros, el reloj marcó la hora indicada para partir y
así lo hicimos saber.
Barraza, entonces, se retiró por un instante hasta
que al poco tiempo vino hacia nosotros ORO, que con seriedad y firmeza, nos
hizo un rápido racconto de lo que significaba trabajar en “El Gráfico”, de la
oportunidad única para un joven periodista de pisar esa redacción y que
entonces, no había opción: era la revista o la universidad.
No con cierta tristeza, y con la certeza de saber
que ese momento lo recordaríamos por años, y con timidez pero seguridad,
respondimos que no teníamos ninguna duda, pero cuando ORO se dio vuelta para
retirarse a continuar su trabajo, se escuchó nuestra voz: “la universidad”.
No recibimos más comentarios cuando saludamos para
irnos. Cuando llamamos para saber qué partido tendríamos para cubrir en el
próximo fin de semana, supimos que ninguno y así, sucesivamente, cada semana,
hasta que arreglamos pacíficamente el final de la relación.
Pasados cuatro años y algunos meses, cuando
dirigíamos la revista “Orsai” (“una posición adelantada”, era el lema), un día
este periodista, ya convertido en director del medio, recibió un sorpresivo
llamado de ORO. Era para preguntar si, por alguna razón, dispondríamos de
alguna acreditación para fotógrafo que no usaríamos para el Mundial de Italia
1990.
Por suerte, disponíamos de una, que cedimos gentilmente
a “El Gráfico”, aunque más que todo, a un muy buen tipo, recto, como ORO, que
la merecía como nadie.
Este periodista ya se había graduado como sociólogo.
No hubo ningún reclamo de ninguno de los dos lados. Cada uno siguió su camino,
aunque siempre con enorme respeto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario