Hay una coincidencia general entre todos los
analistas del fútbol sudamericano en que esta clasificación para el Mundial de
Rusia 2018 ha tenido uno de los comienzos más extraños que se recuerden. Acaso
el más extraño de todos. Porque nunca ocurrió que en el grupo sudamericano, las
selecciones de Argentina y Brasil comenzaran perdiendo y de manera tan
contundente.
Hay un punto en común, no sólo entre ellas, sino
también podría sumarse a la uruguaya, aunque obtuvo un resultado diferente y al
revés que las dos potencias continentales, pudo vencer por primera vez a
Bolivia en la altura de La Paz 0-2.
La coincidencia entre las tres selecciones es que
tuvieron que debutar en el grupo sudamericano (son diez equipos, se clasifican
directamente los cuatro primeros y el quinto deberá jugar una repesca ante una
selección de Oceanía) es que ninguno de los integrantes del tridente ofensivo
del Barcelona, tan determinante en la pasada temporada en la liga española y en
el fútbol europeo, Lionel Messi, Luis Suárez y Neymar, pudo jugar.
En el caso de Brasil, cuya generación no tiene
precisamente el talento de otras anteriores, evidenciando una baja cada vez más
pronunciada que hasta puede poner en peligro su clasificación para un Mundial
por primeras vez en su historia, cayó con total justicia 2-0 ante el reciente
campeón de América, Chile, que sacó partido también a su condición de local.
Es cierto que el partido se acabó definiendo desde
la mitad de la segunda parte en adelante,
con goles de los delanteros Eduardo Vargas y Alexis Sánchez, pero “La
Roja” fue dominadora durante todo el partido, en base a un talento como pocas
veces tuvo esta selección.
Sin jugadores de peso y basado mucho más en aquellos
que al menos tienen roce internacional por jugar en las mejores ligas europeas,
como Oscar, Willian, Hulk o Douglas Costa, el punto fuerte de la selección que
ahora dirige Dunga está mucho más localizado en la solidez defensiva
(comenzaron jugando Dani Alves, Miranda, David Luiz y Marcelo) que en el resto
del terreno, y sintió especialmente la falta de Neymar, a quien le queda un
partido de suspensión de los cuatro que recibiera en la pasada Copa América y
tampoco podrá estar en el compromiso como local ante Venezuela.
Este equipo brasileño es mucho más europeo que
varios anteriores, basado en un fútbol alegre, con muchas variantes y un gran
talento en todos sus jugadores, hoy reemplazado por variantes tácticas,
fortaleza defensiva, y lo que pueda realizar arriba Neymar.
El caso uruguayo es parecido, al no contar tampoco
con el también suspendido Suárez, que está terminando de purgar su larga
suspensión por aquél episodio con Giorgio Chiellini en el pasado Mundial 2014,
pero a diferencia de los de Dunga, el veterano entrenador Oscar Tabárez ha
logrado dotar a “La Celeste” de una estructura, de un sistema táctico definido,
con un sistema 4-4-2, y aunque ya ha terminado la generación de “Los Diegos”
(Lugano, Pérez y Forlán, uno en cada línea), ha sabido reemplazarlos por un
conjunto más combativo y menos talentoso, que hasta pudo sacar un muy buen
resultado pese a que tampoco contó con su otra figura del ataque, Edinson
Cavani.
Si el panorama es duro para Brasil, pocos se
imaginaban que lo sería para la selección argentina, aún cuando no podrá contar
con su máxima estrella, Messi, por los cuatro partidos (de los dieciocho
totales de la clasificación sudamericana) de 2015 hasta que se recupere de la
lesión.
Tanto su entrenador, Gerardo “Tata” Martino, como
muchos de sus compañeros, habían remarcado la necesidad de demostrar que el
equipo albiceleste cuenta con demasiadas estrellas como para sufrir por la
falta del mejor jugador del mundo, aunque su talento sea inigualable.
Sin embargo, que Sergio Agúero se haya resentido a
poco de iniciado el partido de una pequeña lesión que comenzó en su última
participación en el Manchester City por la Premier League (ese día marcó cinco
goles en veinte minutos y reconoció que debió salir reemplazado mucho antes
pero quiso continuar, motivado por su faceta de goleador), y la lesión de Lucas Biglia ante Ecuador,
complican aún más el panorama, tras un pésimo inicio de clasificación.
Si de los cuatro partidos de 2015 había uno en el
que muchos descontaban la victoria de la selección argentina, era sin dudas
como local ante Ecuador y sin embargo, fue notablemente superada en lo táctico,
sin poder contener a los dos veloces extremos Jefferson Montero y Antonio
Valencia, que además tuvieron que enfrentar a los dos laterales suplentes argentinos
(Emanuel Mas por la izquierda y Facundo Roncaglia por la derecha), por lesiones de Marcos Rojo y de Pablo Zabaleta.
Al margen de las lesiones (tampoco pudieron estar
Fernando Gago ni Ever Banega, mientras que Martino no convocó a Gonzalo
Higuaín), este equipo argentino parece deshilachado, yendo de más a menos si se
toma como referencia el partido debut del ciclo de Martino ante Alemania (ganó
2-4), en el que tampoco jugó Messi.
Sucede que Javier Mascherano no pasa por su mejor
momento en el medio, Javier Pastore juega demasiado retrasado, Angel Di María
(aún sin el rodaje necesario tras su larga lesión) muy aparcado en un extremo,
y Carlos Tévez demasiado de punta, y no por detrás del nueve como en la
Juventus en la temporada pasada o en Boca en la actual.
Sólo el ingreso del joven Angel Correa parece una
bocanada de aire fresco pero es demasiado poco para un duro 0-2 en casa ante
Ecuador, un equipo sólido y ordenado, dirigido por el argentino Gustavo
Quinteros.
En los otros dos partidos, Paraguay aprovechó un
grave error defensivo en el final para ganarle a Venezuela 0-1 como visitante,
mientras que aunque le costó más que antes, Colombia venció como local, en el
segundo tiempo, 2-0 a Perú.
Salvo el caso de Bolivia y Venezuela, este grupo
clasificatorio sudamericano aparece como uno de los más parejos y estrechos de
los últimos tiempos y puede depararnos alguna sorpresa si tomamos en cuenta la
historia. No tanto, si nos atenemos al presente.
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