miércoles, 7 de octubre de 2015

Si Grondona viviera



Si Julio Grondona viviera, seguramente sufriría un oprobio parecido al que por estas horas padece el presidente de la FIFA, el suizo Joseph Blatter, a quien se le escurre el Poder entre las manos, por fin.

Que multinacionales (no casualmente estadounidenses) como Coca Cola, Mc Donalds, Budwaiser o VISA recomienden su salida es toda una toma de posición impensada hace escasos meses y por muchos años, y este pronunciamiento desbarrancó todo, al punto de que el hecho de que la Cámara de Instrucción del Comité de Etica de la propia FIFA haya solicitado su suspensión del cargo por 90 días, no es más que consecuencia de aquello.

Con estas marcas no se juega. Ni los deportistas-estrella que caen en desgracia por conductas antideportivas cuando son pescados, ni ahora se comprueba, tampoco los más encumbrados dirigentes zafan de eso, aunque Adidas, el aliado principal, siga callando y sosteniendo, porque son los que solventan la actividad y el gran negocio.

Hasta hace poco nos preguntábamos, y puede consultarse en este mismo blog, por qué estas marcas, que sabían que de ellas dependía el futuro de la FIFA, uno de los organismos mundiales más impunes, un símil Vaticano que vende un producto cada vez más cercano a la nueva religión del siglo XXI, con su propia liturgia, se mantenían en silencio, o con pronunciamientos débiles, casi de ocasión.

Pero bastó que los cimientos se movieran, que en mayo y a través de Interpol cayeran los principales dirigentes americanos por coimas y otros hechos de corrupción que investigan las justicias suiza y estadounidense, para que cayeran muchos de los que tenían que caer. Y si Grondona no cayó, fue solamente, y vaya casualidad, porque tuvo la habilidad de morir antes. Hasta con la muerte gambeteó a la Justicia y al oprobio.

Si Grondona viviera hoy, 14 meses después de su muerte, hasta podría haberse dado el gusto de ser el “Presidente del mundo” por unos días, porque si Blatter llega a ser suspendido por 90 días por la Comisión de Etica, la tardía comisión que igual que las marcas, nada o casi nada hizo cuando debía investigar, presentando un informe mucho más pequeño que el real, le habría tocado reemplazarlo por el vicepresidente senior, que ahora corresponde, vaya una nueva casualidad, al camerunés Issa Hayatou, archirrival de Blatter hasta hace una década y hoy, amigo de la necesidad y de los negocios.

O tal vez Grondona no hubiera podido asumir, en el caso de que, a diferencia de los tacos rápidos de Alejandro Burzaco, no hubiese podido sortear a los oficiales que en la madrugada penetraron en las habitaciones del gran hotel Baur Au Lac y sorprendieron en pijamas a los grandes señores de los negocios y la corrupción.

¿Estaría Grondona extraditado, si viviera, a los Estados Unidos, o acaso uno de sus principales aliados, el Gobierno argentino, habría pedido por él o habría negociado, con miedo a que diga lo que ahora mismo Burzaco podría decir? ¿O Grondona se habría aferrado a la consabida Ometrá de la FIFA y habría callado hasta el último día?
Si Grondona viviera, seguramente pasaría un duro trance viendo cómo sus amigos sudamericanos como Eugenio Figueredo, Rafael Esquivel y tantos otros, caen por la barranca de la ética y de las investigaciones judiciales.

Pero también si Grondona viviera, mantendría acaso un puente comunicacional diario, o mayor aún, con su virtual hermano del mundo del fútbol, el español presidente de la Federación de su país (RFEF) Angel María Villar para encontrarle una salida al más que complicado abogado Gorka, el hijo de Villar, e insólitamente dirigente de la Conmebol cobrando por año más que lo que Olimpia o  Cerro Porteño cobran por sus derechos anuales de TV.

¿O será que Grondona, al mejor estilo de los Bochini o Maradona que tanto le salvaron la carrera, quebraría la cintura en dirección a Michel Platini, el sucesor innombrable de Blatter, que ahora encadenado a él, puede caer también, o acaso logre frenar a último momento antes de caer al precipicio?

Cuesta creer que Grondona caería junto con los otros porque siempre pudo caer parado, pero vaya uno a saber.

Sí resulta complicado pensar que Grondona se tragaría como si nada ver por Fox Sports la publicidad estática en las transmisiones con el “Gol TV” de uno de sus últimos enemigos y con quien casi se va a las manos, aún anciano, Paco Casal, quien siempre quiso desbancar al canal internacional para colocar al suyo junto a los torneos continentales.

Grondona ya comenzaría, también a muñequear al sciolismo, tomándole el pulso en esta locura del regreso electoralista de los visitantes al fútbol argentino, y deslindaría todas las responsabilidades en el Gobierno que está, total ya se va.

Claro que con Grondona, Boca y River habrían definido en los cuarenta y cinco minutos faltantes la serie de los octavos de final de la Copa Libertadores por aquello de que “los partidos se definen en la cancha”, por más Panaderos y gases pimienta que hubiera.

¿Para qué lado se pronunciaría Grondona entre los candidatos Luis Segura y Marcelo Tinelli? ¿Por su sucesor natural o por su sucesor ideal? ¿Grondonismo lineal o Grondonismo del Siglo XXI? Seguramente nadie. Grondona mismo, porque no concebía a otros en su puesto, hasta que la muerte lo sorprendiera, una vez más, un papado futbolero.


Cuesta creer que Grondona habría contemplado todos estos cambios en vida. Tal vez porque probablemente los vería detrás de los barrotes. Tal vez por tener una visión tan particular es que intuyó que morir antes era la solución. Y ensayó su última gambeta al destino.

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