En pocos meses, la selección argentina se fue
deshilachando, fue perdiendo los conceptos que componían aquella idea que
Gerardo Martino planteó y gustó cuando comenzó un ciclo que prometía cambios
interesantes y cierta vuelta a las fuentes.
¿Cómo no confiar en Martino, luego de haber visto a
aquel Newell’s Old Boys que ganara tan bien el torneo argentino de 2013? Nada
raro. Todo muy sencillo, con el regreso al 4-3-3 dependiendo del fútbol propio
a cambio de haber vivido tanto tiempo de los errores ajenos, pese a contar con
los Messi, Agüero, Di María.
Por fin, para la pasada Copa América de Chile,
emergía un equipo más tradicional, que respetara el juego por abajo, con la
lógica renovación generacional por el paso del tiempo, pero con la base estable
de los finalistas del Mundial de Brasil.
Sin embargo, la Copa América, pese a que el equipo
llegó a la final, dejó algunas dudas, como el fallido debut ante Paraguay,
cuando casi se pierde, o el sufrido triunfo ante Uruguay, cuando varios
cabezazos de los celestes salieron lamiendo los palos así como anoche entró el
de Diego Godín ante Colombia.
Aún así, hubo pasajes de buen fútbol si bien no de
tan gran fútbol como algunos medios rápidamente se entusiasmaron. Por ejemplo,
ante Colombia se jugó aceptablemente, y no tan bien como se nos hizo ver. Pero
en la final, ya Chile se impuso claramente en lo táctico más allá de que como
en la final de Brasil, Argentina lo pudo ganar y lo tuvo en sus manos en los
últimos segundos.
Pero el germen de algunos problemas de hoy ya
comenzaban a observarse. Cierto quedo anímico, no tan pronunciado en Chile
aunque sí en la final, ahora aparece palpable en algunos jugadores. Cierto
resquebrajamiento en los conceptos, cierta endeblez a la hora de imponer el
juego propio, la reiterada ausencia de algunos jugadores importantes, sumada a
la convocatoria de otro como Carlos Tévez (además de que es utilizado en un
puesto que no es el propio), resistido por mucho tiempo por la mayoría de los
jugadores de peso del plantel.
Todo esto fue minando contra el rendimiento del
equipo. Porque si bien es cierto que ni Facundo Roncaglia ni Emanuel Mas son
Pablo Zabaleta ni Marcos Rojo, tampoco son mediocres y sin embargo, no han
rendido en su nivel habitual, mientras que la falta de Lucas Biglia generó un
cambio de sistema con el ingreso de un “doble cinco” como el muy buen volante
Matías Kranevitter, pero ya no era lo mismo, y a Javier Pastore, más lento que
lo habitual, se lo aisló de los delanteros en vez de acercarlo a ellos como
armador que es.
La sensación es que muchos jugadores están por debajo
de su nivel, que el sistema no les resulta cómodo porque no les llegan los
conceptos que determinan “la idea” y es el rendimiento, sumado a los
resultados, lo que genera confianza.
Siguen, creemos, dando vuelta los habituales clichés
alrededor de la selección, como que hay que jugar en Europa (o estar a punto
de) para acceder al equipo, y que circula una lista de una cantidad de nombres
a los que el cuerpo técnico sigue, y esos nombres casi no incluyen jugadores
que no estén en el Viejo Continente, por lo que un crack como Lucas Pratto,
campeón del torneo local con el Atlético Mineiro, figura y goleador en ese
certamen, no es tenido en cuenta, o Mauro Icardi es visto de reojo por sus continuas
apariciones en la prensa rosa, como si eso lo hiciera mejor o peor a la hora de
definir ante el arco rival.
Los antecedentes de Martino en el Barcelona en la
pasada temporada (también con Messi en el equipo) pueden contribuir a pensar
que el rosarino está desperdiciando una segunda gran oportunidad en su carrera,
aunque aquella vez haya sido presa de la falta de fichajes que luego sí le
trajeron a su sucesor, Luis Enrique.
De cualquier modo, aparecen circunstancias por las
que uno tiende a ver que Martino piensa demasiado las cosas en un nivel fotográfico,
es decir, más estáticas, que en el cinematográfico, más dinámicas. Algo así
como aquella frase con tintes cómicos de Alfio “Coco” Basile acerca de que
cuando comienzan los partidos, las fórmulas y los números cambian porque los
muñequitos se mueven.
Acaso sea este el punto de partida para la selección
de Martino: menos “Metegol” y más verde césped. Más conceptos que ayuden a desarrollar
la idea, a plasmarla en la cancha, a la hora de los bifes, que ya comenzó a
correr.
Si eso no comienza a ocurrir en noviembre, ante
Brasil y Colombia, es posible que la cinta se atasque y que ya sea difícil
desarrollarla. La selección necesita
respuestas rápidas y no pasa sólo por contar o no con Lionel Messi (que desde
ya) sino tener un sistema claro, que ayude a tantos jugadores talentosos con
que se cuenta, como pocos equipos en el mundo.
Que no se desperdicie otra chance como tantas que ya
se han perdido por esos preconceptos nacionales que tanto daño hacen. El
partido más importante ya empezó.
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