viernes, 9 de octubre de 2015

La ausencia de Messi no es lo único



Un razonamiento lógico para comenzar esta columna: Nicolás Otamendi tuvo un serio conflicto con el Valencia, que no lo dejaba ir, para pasar al Manchester City en una cifra récord. El pase de Angel Di María, del Manchester United al PSG fue de los más caros de la historia. El regreso de Carlos Tévez a Boca fue uno de los más conmovedores de la historia después de ser, tal vez, el mejor jugador de la Juventus de la doble corona italiana y finalista de la Champions League. Sergio Agüero es uno de los goleadores históricos de la Premier League y venía de meter cinco en veinte minutos con el Manchester City.

Estamos citando jugadores que se destacan en los mejores equipos del mundo y en cada línea. En casi todos los puestos, la selección argentina tiene jugadores de primerísimo nivel que atemorizan a cualquier rival, y no hemos citado a Lionel Messi entre ellos. Mesi es, en todo caso, la prima Donna, la estrella de las estrellas, que en este caso, en este partido de anoche ante Ecuador, y en los próximos tres partidos de la clasificación mundialista para Rusia 2018, no podrá jugar por su conocida lesión.

Entonces, ¿qué ocurre? ¡Esta selección argentina baja tanto sólo porque no esté Messi? ¿esta selección argentina baja tanto porque además de Messi, Agüero llegó con una pequeña lesión que lamentablemente –una vez más con la albiceleste- se agravó a poco de comenzar el partido?

No parece.

Entonces, ¿es el director técnico, Gerardo Martino el que no sabe cómo manejar este equipo? Es decir, el mismo Martino que sacó campeón argentino a Newell’s Old Boys en 2013 (hace dos años, no hace veinte), con un esquema que gustó a la mayoría, el que ganó tantos títulos en Paraguay, o el que, con esta misma selección y también sin Messi le ganó a Alemania metiéndole cuatro goles en Alemania, no sirve o no sabe de fútbol?

No parece tampoco.

¿Y entonces? Entonces es que la inapelable derrota, la más que justa derrota de anoche 0-2 con Ecuador obedece a otras cuestiones que sí están relacionadas con Martino, pero también con lo estructural del fútbol argentino.

En este ciclo que lleva poco más de un año con la selección, los conceptos de Martino se fueron desdibujando. Es decir, las ideas generales de cómo jugar, la táctica del equipo, fue sucumbiendo ante la estructura. Algo así como que Martino tiene una gran idea original (4-3-3, un diez que maneje el equipo-Javier Pastore, como socio ideal de Messi-, volver a las fuentes, dominar los partidos, tener la pelota), pero no logró (y no sólo, sino que se alejó del objetivo) plasmarlo en el terreno de juego. Como si las ideas de Martino necesitaran luego de un Marcelo Gallardo para ponerlas en práctica a la hora de la verdad, en el verde césped.

Porque la selección argentina jugó varias veces ante Ecuador, como un amistoso en este mismo ciclo, en los Estados Unidos, y con Messi, y ni así pudo superarlo. Los partidos ante Ecuador (un muy buen equipo, con dos volantes-extremos muy rápidos como Montero y Valencia, un buen manejo de pelota, una base que viene trabajando desde hace mucho) fueron siempre parejos en los últimos tiempos, y con todo respeto por esta buena selección, dirigida por un entrenador capaz como Gustavo Quinteros, no puede ser que ante ella todos los partidos sean iguales de parejos, o ya desparejos por superioridad rival, con la jerarquía de los argentinos. Algo, o más que algo, falla en todo esto.

Y lo que falla es estructural, no es sólo de planteo de partidos. Venimos sosteniendo reiteradamente en este blog que esta selección argentina es un equipo sin alma, cuyo punto de encuentro con la argentinidad hay que bucear para encontrarlo. Un equipo europeizado, cuyo concepto abarca el vínculo con el glamour, los grandes pases, los entrenadores más tacticistas, el gran mundo del fútbol, pero que fue alejando a los jugadores de la pertenencia original en todos los aspectos.

Nos preguntamos cuando terminó la Copa América cuál es el sentimiento de argentinidad, el punto de encuentro con la gente de un equipo que en su mayoría vive lejos, trata de mantenerse distante de la gente en el contacto cotidiano aún cuando estos jugadores ya se concentran para un partido del equipo nacional, que no atiende a la prensa más que a los siete-ocho medios más importantes pero desdeña al resto de los compatriotas, o que (aunque es anecdótico), uno de sus jugadores más importantes, más reconocidos, hace publicidad para ir a veranear….al Uruguay.

Es cierto, parecen datos menores y tal vez, cada uno de ellos lo sea. Pero a la hora de lo táctico y lo anímico, eso también juega. En lo táctico, hay una enorme confusión con muchos de estos jugadores “ricos” porque aunque la corriente vaya para otro lado, desde aquí insistimos en un concepto futbolístico fundamental: aunque el fútbol argentino está muy devaluado, aunque se juegan partidos horribles, el jugador argentino (extendible al brasileño, al uruguayo y tantos otros sudamericanos pero básicamente en éstos) pierde técnica y gana en táctica cuando pasa a jugar al fútbol europeo.

Los ejemplos sobran pero Sergio Agüero era un 10 en Independiente y de a poco se fue transformando en un 9. Carlos Tévez era un 9-10 en Boca y de a poco se fue transformando primero en un extremo (peleaba el puesto con Agüero en esa posición) o en un 9 por afuera, y ahora resulta que es un mediapunta por detrás del 9 (como en la Juventus, o en este tiempo en Boca)  y para Martino es directamente un 9. Angel Di María se fue también de una manera de Rosario Central, en el Real Madrid fue incluso volante creativo para acabar como extremo.

Es decir que la selección argentina refleja, como no podía ser de otra manera, el problema de fondo, estructural, del fútbol argentino, que desde hace muchos años vive de la venta de jugadores al exterior y debe adecuar hasta su sistema táctico a lo que el centro de poder del fútbol necesita.

Como alguna vez dijo en un paso por la Argentina con su sinceridad brutal, Ricardo Lavolpe, “acá se sigue usando el táctico –el 10- cuando ya en Europa no se usa más”. El atraso, para el director técnico, pasa por no hacer “lo que se hace en Europa”. Entonces, de nada sirve convocar a jugadores del torneo local porque hoy mismo, el torneo local está pensado para vender jugadores a Europa, donde se juega de determinada manera, que no es nuestra manera original.

El fútbol argentino es una copia del europeo en cuanto a sistemas de juego, como ahora lo son Brasil, Uruguay, y hasta comienzan a serlo los africanos (como se vio en los últimos mundiales en los que no hubo un atisbo de originalidad en ellos) porque en todos los casos, nos referimos a la periferia que necesita sí o sí vender al centro,. Porque es el modelo existente que genera pingües negocios. Pero a ese modelo, este fútbol escaso de originalidad y funciones desdibujadas, confusas, alejadas de nuestro estilo clásico, perdido en función de esos negocios.

Esto no significa que no se pueda ganar, aún así, pero para eso, se requiere de una convicción especial, de una capacidad para plasmar lo que se cree, y una enorme capacidad de debate ante medios de comunicación que tienen como función trabajar para ese negocio al que hicimos referencia.

No es casual que muchos periodistas, algunos de renombre, se refieran al fútbol local como “el mercado local” aunque se supone que no tienen ningún interés en ese negocio. Pero los traiciona el inconsciente colectivo. Es un mercado y hay que vender (jugadores, y con ellos, noticias al mundo).

Y en lo que sí podemos ya entrar en Martino es en este terreno, el de las convicciones para imponer un estilo que implica romper con lo europeizante sin muchos entrenamientos, manteniendo un grupo fuerte y unido, con las metas claras, con jugadores que estén a gusto unos con otros y que no sientan que todo lo hecho anteriormente en este sentido comienza a resquebrajarse.

En todos estos sentidos, ésta selección argentina no parece tener rumbo. Varios jugadores no rinden a su nivel (Mascherano, Di María), otro como Angel Correa, una gran aparición, estaba pasado de revoluciones, Agüero llegó con una lesión, los dos laterales, Facundo Roncaglia y Emanuel Más, fueron netamente superados por los rivales, y Pastore no pudo tener la fuerza de conductor que se buscaba, pero tampoco Erik Lamela parece que pudio ser la solución al problema, acaso algo pudo aportar Nicolás Gaiotán y poco más.

Aún así, no parece un problema sólo individual. Los rendimientos individuales suelen empeorar si no encuentran un sustento colectivo, como al revés, muchos jugadores sólo aceptables acaban siendo grandes figuras si los sostiene un equipo sólido (Ramiro Funes Mori, Rolando Schiavi, Clemente Rodríguez y tantos otros en la historia).
El gran problema de esta selección argentina es cómo reconducir esta situación. Tal vez el martes se le gana a Paraguay y todo queda como un mal recuerdo, pero no parece que las cosas vayan a ocurrir así…

La selección ecuatoriana llegó no menos de ocho veces con peligro claro de gol, y con un poco más de puntería, hasta el resultado de anoche pudo ser otro 0-5 como el de aquel 5 de setiembre de 1993 ante Colombia, claro que aquel equipo de Francisco Maturana tenía otra brillantez, que éste ecuatoriano, pero el resultado bien pudo ser como aquél.

Ahora, ya no hay tiempo para laboratorios. La selección argentina se está jugando una plaza para el Mundial de Rusia 2018 y deberá jugar casi un cuarto del ciclo sin Messi, lesionado. Serán en total cuatro partidos de los dieciséis. No es poco. Y sin embargo, insistimos, el problema no es Messi aunque ni hace falta extendernos en la tontería de los que llegaron a plantear que el gran crack del Barcelona no es necesario.

Messi es necesario porque es el mejor jugador del mundo, el más desequilibrante del planeta y si es argentino, va de suyo que es el primero que debería ser convocado.
El problema no pasa sólo por su ausencia, como hemos escrito, sino por problemas mucho más graves y estructurales. Y si se dice que la selección ecuatoriana lleva tiempo trabajando junta, la argentina también. Es decir que si el rival de anoche encontró un funcionamiento colectivo, no hay razón para que el equipo argentino no lo vaya encontrando y sin embargo, la sensación es que va de más a menos.

La diferencia está en que pocos equipos pasan a jugar de contragolpe hace apenas un año y tres meses, en un Mundial, a la posesión en la Copa América del año siguiente. Agua y aceite. De jugar al error ajeno, a depender de lo propio. ¿A qué quiere jugar la dirigencia de la AFA? ¿Cuál es el proyecto?


No es que Martino sepa o no de fútbol, sino que se necesita una capacidad especial para dirigir a la selección argentina: manejo de grupos, ideas claras, pero también algún sistema para llevarlas a cabo. Estos tiempos de derrotas en momentos claves no suelen ser demasiado indulgentes y ya conoce el paño porque le tocó vivir algo parecido un año atrás en el Barcelona. Si se repite ahora, ya no podrá ser casualidad.

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