Un razonamiento lógico para comenzar esta columna:
Nicolás Otamendi tuvo un serio conflicto con el Valencia, que no lo dejaba ir,
para pasar al Manchester City en una cifra récord. El pase de Angel Di María,
del Manchester United al PSG fue de los más caros de la historia. El regreso de
Carlos Tévez a Boca fue uno de los más conmovedores de la historia después de
ser, tal vez, el mejor jugador de la Juventus de la doble corona italiana y
finalista de la Champions League. Sergio Agüero es uno de los goleadores
históricos de la Premier League y venía de meter cinco en veinte minutos con el
Manchester City.
Estamos citando jugadores que se destacan en los
mejores equipos del mundo y en cada línea. En casi todos los puestos, la
selección argentina tiene jugadores de primerísimo nivel que atemorizan a
cualquier rival, y no hemos citado a Lionel Messi entre ellos. Mesi es, en todo
caso, la prima Donna, la estrella de las estrellas, que en este caso, en este
partido de anoche ante Ecuador, y en los próximos tres partidos de la
clasificación mundialista para Rusia 2018, no podrá jugar por su conocida
lesión.
Entonces, ¿qué ocurre? ¡Esta selección argentina
baja tanto sólo porque no esté Messi? ¿esta selección argentina baja tanto
porque además de Messi, Agüero llegó con una pequeña lesión que lamentablemente
–una vez más con la albiceleste- se agravó a poco de comenzar el partido?
No parece.
Entonces, ¿es el director técnico, Gerardo Martino
el que no sabe cómo manejar este equipo? Es decir, el mismo Martino que sacó
campeón argentino a Newell’s Old Boys en 2013 (hace dos años, no hace veinte),
con un esquema que gustó a la mayoría, el que ganó tantos títulos en Paraguay,
o el que, con esta misma selección y también sin Messi le ganó a Alemania
metiéndole cuatro goles en Alemania, no sirve o no sabe de fútbol?
No parece tampoco.
¿Y entonces? Entonces es que la inapelable derrota,
la más que justa derrota de anoche 0-2 con Ecuador obedece a otras cuestiones
que sí están relacionadas con Martino, pero también con lo estructural del
fútbol argentino.
En este ciclo que lleva poco más de un año con la
selección, los conceptos de Martino se fueron desdibujando. Es decir, las ideas
generales de cómo jugar, la táctica del equipo, fue sucumbiendo ante la
estructura. Algo así como que Martino tiene una gran idea original (4-3-3, un
diez que maneje el equipo-Javier Pastore, como socio ideal de Messi-, volver a
las fuentes, dominar los partidos, tener la pelota), pero no logró (y no sólo,
sino que se alejó del objetivo) plasmarlo en el terreno de juego. Como si las
ideas de Martino necesitaran luego de un Marcelo Gallardo para ponerlas en
práctica a la hora de la verdad, en el verde césped.
Porque la selección argentina jugó varias veces ante
Ecuador, como un amistoso en este mismo ciclo, en los Estados Unidos, y con
Messi, y ni así pudo superarlo. Los partidos ante Ecuador (un muy buen equipo,
con dos volantes-extremos muy rápidos como Montero y Valencia, un buen manejo
de pelota, una base que viene trabajando desde hace mucho) fueron siempre
parejos en los últimos tiempos, y con todo respeto por esta buena selección,
dirigida por un entrenador capaz como Gustavo Quinteros, no puede ser que ante
ella todos los partidos sean iguales de parejos, o ya desparejos por
superioridad rival, con la jerarquía de los argentinos. Algo, o más que algo,
falla en todo esto.
Y lo que falla es estructural, no es sólo de planteo
de partidos. Venimos sosteniendo reiteradamente en este blog que esta selección
argentina es un equipo sin alma, cuyo punto de encuentro con la argentinidad
hay que bucear para encontrarlo. Un equipo europeizado, cuyo concepto abarca el
vínculo con el glamour, los grandes pases, los entrenadores más tacticistas, el
gran mundo del fútbol, pero que fue alejando a los jugadores de la pertenencia
original en todos los aspectos.
Nos preguntamos cuando terminó la Copa América cuál
es el sentimiento de argentinidad, el punto de encuentro con la gente de un
equipo que en su mayoría vive lejos, trata de mantenerse distante de la gente
en el contacto cotidiano aún cuando estos jugadores ya se concentran para un partido
del equipo nacional, que no atiende a la prensa más que a los siete-ocho medios
más importantes pero desdeña al resto de los compatriotas, o que (aunque es
anecdótico), uno de sus jugadores más importantes, más reconocidos, hace
publicidad para ir a veranear….al Uruguay.
Es cierto, parecen datos menores y tal vez, cada uno
de ellos lo sea. Pero a la hora de lo táctico y lo anímico, eso también juega.
En lo táctico, hay una enorme confusión con muchos de estos jugadores “ricos”
porque aunque la corriente vaya para otro lado, desde aquí insistimos en un
concepto futbolístico fundamental: aunque el fútbol argentino está muy
devaluado, aunque se juegan partidos horribles, el jugador argentino
(extendible al brasileño, al uruguayo y tantos otros sudamericanos pero
básicamente en éstos) pierde técnica y gana en táctica cuando pasa a jugar al
fútbol europeo.
Los ejemplos sobran pero Sergio Agüero era un 10 en
Independiente y de a poco se fue transformando en un 9. Carlos Tévez era un
9-10 en Boca y de a poco se fue transformando primero en un extremo (peleaba el
puesto con Agüero en esa posición) o en un 9 por afuera, y ahora resulta que es
un mediapunta por detrás del 9 (como en la Juventus, o en este tiempo en Boca) y para Martino es directamente un 9. Angel Di
María se fue también de una manera de Rosario Central, en el Real Madrid fue
incluso volante creativo para acabar como extremo.
Es decir que la selección argentina refleja, como no
podía ser de otra manera, el problema de fondo, estructural, del fútbol
argentino, que desde hace muchos años vive de la venta de jugadores al exterior
y debe adecuar hasta su sistema táctico a lo que el centro de poder del fútbol
necesita.
Como alguna vez dijo en un paso por la Argentina con
su sinceridad brutal, Ricardo Lavolpe, “acá se sigue usando el táctico –el 10-
cuando ya en Europa no se usa más”. El atraso, para el director técnico, pasa
por no hacer “lo que se hace en Europa”. Entonces, de nada sirve convocar a
jugadores del torneo local porque hoy mismo, el torneo local está pensado para
vender jugadores a Europa, donde se juega de determinada manera, que no es
nuestra manera original.
El fútbol argentino es una copia del europeo en
cuanto a sistemas de juego, como ahora lo son Brasil, Uruguay, y hasta
comienzan a serlo los africanos (como se vio en los últimos mundiales en los
que no hubo un atisbo de originalidad en ellos) porque en todos los casos, nos
referimos a la periferia que necesita sí o sí vender al centro,. Porque es el
modelo existente que genera pingües negocios. Pero a ese modelo, este fútbol
escaso de originalidad y funciones desdibujadas, confusas, alejadas de nuestro
estilo clásico, perdido en función de esos negocios.
Esto no significa que no se pueda ganar, aún así,
pero para eso, se requiere de una convicción especial, de una capacidad para
plasmar lo que se cree, y una enorme capacidad de debate ante medios de
comunicación que tienen como función trabajar para ese negocio al que hicimos
referencia.
No es casual que muchos periodistas, algunos de
renombre, se refieran al fútbol local como “el mercado local” aunque se supone
que no tienen ningún interés en ese negocio. Pero los traiciona el inconsciente
colectivo. Es un mercado y hay que vender (jugadores, y con ellos, noticias al
mundo).
Y en lo que sí podemos ya entrar en Martino es en
este terreno, el de las convicciones para imponer un estilo que implica romper
con lo europeizante sin muchos entrenamientos, manteniendo un grupo fuerte y
unido, con las metas claras, con jugadores que estén a gusto unos con otros y
que no sientan que todo lo hecho anteriormente en este sentido comienza a
resquebrajarse.
En todos estos sentidos, ésta selección argentina no
parece tener rumbo. Varios jugadores no rinden a su nivel (Mascherano, Di
María), otro como Angel Correa, una gran aparición, estaba pasado de
revoluciones, Agüero llegó con una lesión, los dos laterales, Facundo Roncaglia
y Emanuel Más, fueron netamente superados por los rivales, y Pastore no pudo
tener la fuerza de conductor que se buscaba, pero tampoco Erik Lamela parece
que pudio ser la solución al problema, acaso algo pudo aportar Nicolás Gaiotán
y poco más.
Aún así, no parece un problema sólo individual. Los
rendimientos individuales suelen empeorar si no encuentran un sustento
colectivo, como al revés, muchos jugadores sólo aceptables acaban siendo
grandes figuras si los sostiene un equipo sólido (Ramiro Funes Mori, Rolando
Schiavi, Clemente Rodríguez y tantos otros en la historia).
El gran problema de esta selección argentina es cómo
reconducir esta situación. Tal vez el martes se le gana a Paraguay y todo queda
como un mal recuerdo, pero no parece que las cosas vayan a ocurrir así…
La selección ecuatoriana llegó no menos de ocho
veces con peligro claro de gol, y con un poco más de puntería, hasta el
resultado de anoche pudo ser otro 0-5 como el de aquel 5 de setiembre de 1993 ante
Colombia, claro que aquel equipo de Francisco Maturana tenía otra brillantez,
que éste ecuatoriano, pero el resultado bien pudo ser como aquél.
Ahora, ya no hay tiempo para laboratorios. La
selección argentina se está jugando una plaza para el Mundial de Rusia 2018 y
deberá jugar casi un cuarto del ciclo sin Messi, lesionado. Serán en total
cuatro partidos de los dieciséis. No es poco. Y sin embargo, insistimos, el
problema no es Messi aunque ni hace falta extendernos en la tontería de los que
llegaron a plantear que el gran crack del Barcelona no es necesario.
Messi es necesario porque es el mejor jugador del
mundo, el más desequilibrante del planeta y si es argentino, va de suyo que es
el primero que debería ser convocado.
El problema no pasa sólo por su ausencia, como hemos
escrito, sino por problemas mucho más graves y estructurales. Y si se dice que
la selección ecuatoriana lleva tiempo trabajando junta, la argentina también.
Es decir que si el rival de anoche encontró un funcionamiento colectivo, no hay
razón para que el equipo argentino no lo vaya encontrando y sin embargo, la
sensación es que va de más a menos.
La diferencia está en que pocos equipos pasan a
jugar de contragolpe hace apenas un año y tres meses, en un Mundial, a la
posesión en la Copa América del año siguiente. Agua y aceite. De jugar al error
ajeno, a depender de lo propio. ¿A qué quiere jugar la dirigencia de la AFA?
¿Cuál es el proyecto?
No es que Martino sepa o no de fútbol, sino que se
necesita una capacidad especial para dirigir a la selección argentina: manejo
de grupos, ideas claras, pero también algún sistema para llevarlas a cabo.
Estos tiempos de derrotas en momentos claves no suelen ser demasiado
indulgentes y ya conoce el paño porque le tocó vivir algo parecido un año atrás
en el Barcelona. Si se repite ahora, ya no podrá ser casualidad.
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