viernes, 25 de marzo de 2016

Cruyff, revolución y carácter




Desde que lo supo, a este escriba siempre le impresionó que en Holanda hubiera desde hace años una revista (muy buena, por cierto) llamada “Johan”. Como si en la Argentina pudiera haber otras llamadas “Diego” o “Leo”. Un homenaje que desde siempre, y pese a haber vivido muchos años en Barcelona, le hizo su país por todo lo que le dio desde lo futbolístico.

Para los argentinos, Johan Cuyff comienza a ser conocido un poco con el Ajax, mucho más cuando le ganó la final de la Copa de Europa al Panathinaikos de Grecia en 1971 que antes, cuando ya había perdido una definición contra el Milan, en 1969.

Y terminamos de saber de él, claro, cuando comenzaron a llegar noticias de la “Naranja Mecánica” de Rinus Michels y destrozó a la selección argentina 4-0 en el Mundial 1974 tras aquella frase que puede verse en la película “Fútbol Argentino” de Víctor Dinenzon, en la que Carlos Squeo le advierte a Enrique Macaya Márquez tras un amistoso pocos meses antes en Amsterdam (4-1) ante el mismo equipo, que “si algo puedo decir es que no nos meten cuatro nunca más”…

Cruyff ya era un jugador endemoniado desde mucho antes,  y aquel Ajax que integraba lo padeció Independiente en una Copa Intercontinental, la de 1972. Fue el jugador emblema de Holanda, y el que encabezó aquella revolución del “Fútbol Total” que llegó a enfrentarse a nuestro “fútbol, total….” De aquellos tiempos tan desorganizados.

“El Flaco” parecía que no podría desplegar toda esa gama de recursos con ese físico, y sin embargo…pudo y de sobra. Hijo de familia obrera, que tenía una fritería cerca del mítico estadio De Meer, sufrió la pérdida de su padre Hermanus cuando sólo contaba con doce años de edad y seguramente eso tanto a él como a su hermano Henny, que pateaban la pelota todo el día por la calle, les forjó el carácter.

Tal vez desde esos tiempos, cuando se hizo incondicional del cuidador del césped de De Meer y conocía como pocos las instalaciones del Ajax hasta que entre Michels y Stefan Kovacs entendieron que tenían entre manos una joya que había que pulir y por eso lo dejaron pasear por todas las divisiones inferiores  se impregnara de la filosofía “ajacid”, Cruyff entendió que las cosas había que decirlas sin pelos en la lengua y defendió por siempre el mejor fútbol, el más vistoso, el ofensivo.

Cruyff tiene dos libros extraordinarios como “Mis jugadores y yo” y “Me gusta el fútbol” y en ellos manifiesta toda su filosofía del fútbol, desde que la verdadera velocidad para moverse en un campo de juego es el trote porque es “un deporte de vagos” (lo que, creemos, hacían Pelé, o Juan Román Riquelme), aunque Ricardo Bochini, con su lengua filosa natural, llegó a decir de él antes de la Copa Intercontinental que “corre mucho, pero juega bien”.

Cruyff debutó con la camiseta número 8 ante el Groningen el 15 de noviembre de 1964, pero su número mítico fue el 14, usado desde otro día mítico, el 30 de octubre de 1970 (justo el día en que Maradona cumplía 10 años).

No pudo ganar el Mundial 1974 por esas cosas de la vida, por una mala final en la que el equipo holandés se sintió demasiado seguro de sus condiciones y acaso sobró un poco a su peligroso rival, la selección de Alemania Federal (que además era local), en tiempos en los que justamente el Ajax y el Bayern Munich peleaban por el reino europeo.

En ese Mundial, aunque ganaron los alemanes con los Maier, Breitner, Beckenbauer, Overath y Müller, todos recuerdan la brillante actuación de Holanda, que venció sin problemas a Uruguay (Ladislao Mazurkiewicz fue el héroe que evitó una goleada estrepitosa y sólo finalizó 2-0), Brasil y Argentina (con una paliza memorable, bajo la lluvia) pero dejó en especial aquella imagen de máquina casi perfecta de jugar, con todocampistas de talento.

En la final, ocurrió otro de los hechos mágicos cuando llegó el gol naranja al minuto, por Johan Neeskens, de penal, tras una jugada colectiva en la que ningún jugador alemán tocó nunca la pelota desde el saque de inicio del partido, y fue Cruyff (¿quién si no?) el que se internó en el área germana para que Berti Vogts le hiciera falta.
Ya para ese entonces, y desde 1973, Cryff jugaba en el Barcelona y desde el primer día, impuso su fuerte carácter: si fue al club catalán y no al Real Madrid fue cuando se enteró de que el Ajax negociaba con los blancos el traspaso a sus espaldas. Eso lo rebeló y lo hizo ir al bando contrario (una historia casi opuesta a la de su admiradísimo Alfredo Di Stéfano).

Ya en la primera temporada fue campeón de Liga, algo que el Barcelona no conseguía desde hacía 14 años, con un recordado gol a Miguel Reina o el notable 0-5 a los blancos en un Santiago Bernabeu que se paró para aplaudirlo.

Ya por ese entonces, imponía su frase de que “A Cruyff se lo trata de usted” y muchos creen que su estado físico y algunas de sus actitudes cambiaron tras la derrota en aquella final del Mundial de 1974. Comenzó a fumar en los entretiempos y ya aceptaba distinto los masajes.

Ya para el Mundial de Argentina 1978 y sin algunos de los jugadores más brillantes, Cruyff no participó y aunque muchos lo atribuyen a la dictadura, en verdad la decisión no fue por ninguna cuestión política sino personal y familiar.

Cruyff había comenzado una transformación en el Barcelona que seguiría una década más tarde, cuando en 1988 regresaría como entrenador tras irse en 1978 al fútbol estadounidense (Los Angeles Aztecs) y luego regresar primero al Levante (diez partidos) y a terminar su carrera en el Ajax primero y luego, por desacuerdos con sus dirigentes, en el Feyenoord.

Si algo le faltaba a la brillante carrera de Cruyff era transformar la mentalidad del Barcelona mucho más que como club, como filosofía de juego y de vida.

Conocedor de la mentalidad catalana desde los tiempos de jugador,  y con su fuertísimo y seguro carácter, Cruyff llegó para terminar con el victimismo, con el pensamiento siempre orientado a lo que sucediera en Madrid, con un fútbol que giraba en torno de los blancos, para pasar a ser el centro de la acción y que todo mirara hacia Cataluña.

Devolvió golpe por golpe, opinión por opinión, mucho más fútbol-juego que sus rivales, atacó con casi todos sus jugadores dejando atrás, como líbero, a su compatriota Ronald Koeman, respaldó a un joven Pep Guardiola como medio centro,  y no sólo llegaron cuatro ligas (algunas, beneficiado por la suerte, que siempre hace falta, como aquella del penal fallado por Djukic en el Deportivo-Valencia, y que él desde su banco de suplentes, le advirtió que ocurriría a sus ayudantes) sino que el Barcelona ganó su primera Champions en la final de Wembley en 1992 en la que dijo a sus jugadores el simple “salid y disfrutad”.

También, es cierto, ese equipo perdió una segunda final y de manera contundente ante el Milan en Atenas 4-0, porque más de una vez, Cruyff se pasó de seguro (como en la final del Mundial 1974).

Por más que en 1991 dejó el tabaco tras promocionar una campaña organizada por el Ayuntamiento de Barcelona, ya habían comenzado sus problemas físicos, si bien él los minimizaba: “Tengo unos enemigos adentro de mi cuerpo pero ya me están inyectando amigos para sacarlos”.

Cruyff siguió viviendo en Barcelona, aunque atento a lo que ocurría en el fútbol del mundo. Creó una fundación que ayudó a mucha gente, ocupó siempre su palco en el Camp Nou en el que fue venerado por sus hinchas, y dijo siempre lo que tenía que decir, sin tapujos, como cuando se quejó amargamente a finales de los noventa por la contratación de su compatriota Louis Van Gaal como director técnico en tiempos de Josep LLuis Núñez, de quien fue vehemente opositor.

Apoyó a su amigo Joan Laporta desde que éste constituyó el “Elefante Azul” con el que llegó a la titularidad del club y comenzó un nuevo ciclo brillante con Frank Rikjaard primero pero especialmente con Josep Guardiola más tarde, un emblema de Cruyff, que fue nombrado presidente honorario, cargo al que renunció cuando Sandro Rosell, enfrentado con Laporta, llegó al poder azulgrana.

Cruyff era partidario del fútbol que él jugaba cuando niño y su padre llegó a ver: el callejero. No entendía el fútbol sin pelota que muchos quieren implementar hoy, ni mucho menos cederla a los rivales.

Cruyff fue fútbol puro, del mejor, y forma parte de la galería definitiva de los elegidos, unos pocos, que se cuentan con los dedos de una mano: Alfredo Di Stéfano, Pelé, Maradona y ahora Messi.

Se lo va a extrañar, pero deja un enorme legado.




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