El Real Madrid, otra vez en crisis. Algo recurrente
ya, en este siglo XXI de muchos más sinsabores que de éxitos. Dos Champions
Leagues (una, en el lejano 2002 y hasta una anterior, en 2000, a finales de
Siglo XX), alguna que otra Copa del Rey, muy pocas Ligas, y, enfrente, un
Barcelona ganador como nunca pero lo que es mucho más fuerte, una referencia
global a partir de su juego, aunque éste haya variado desde el eje en un
deslumbrante mediocampo hasta la contundencia de hoy en el ataque más preciso.
Como bien dijo en estas horas Arda Turán, “Todos juegan a una cosa y el Barça,
a otra”.
Pero saliendo del Barcelona, que ahonda aún más la
crisis del Real Madrid, el problema pasa por los blancos y por un modelo que
lleva mucho tiempo agotado y que sus dirigentes, y en especial su presidente
Florentino Pérez, insisten en continuar.
Y se trata de un modelo que para definirlo en forma
general, piensa más al club blanco como empresa que como institución deportiva
y social. Importa más la imagen, los negocios e impresionar con fichajes
rimbombantes, que en una filosofía de juego que pueda aprehenderse desde muy
pequeña edad y que esos valores se mantengan en el fútbol profesional.
Cuando el problema de los entrenadores es
recurrente, cuando ha pasado el portugués José Mourinho que ha desquiciado la
imagen del club hasta llevarlo a la idea global de antipatía, o cuando se
contrata a Rafa Benítez para administrar una plantilla rica en cracks que podría
deslumbrar con un juego espectacular, o cuando antes se hizo lo propio con Fabio
Capello, y se puede saltar a Carlo
Ancelotti o desde Vicente del Bosque a Carlos Queirós aún cuando el anterior
hubiese ganado la liga y mantuviera al vestuario unido aún con tantas
estrellas, la responsabilidad no parece estar al borde de los campos de juego,
sino en el palco.
Con Florentino Pérez, el Real Madrid nunca tuvo una
línea clara de acción. Se pasó de una primera idea de “Zidanes y Pavones”, de “Galácticos”
que no siempre lo fueron por su rendimiento deportivo (varios sí, alguno no), a
otra que por fin pareció merodear la cantera, para regresar a otra etapa en la
que parecía que se confiaba en jugadores a futuro, con fichajes jóvenes (así
llegaron Marcelo, Gonzalo Higuaín o Fernando Gago en diciembre de 2006),
mientras los juveniles importaron poco y cada tanto llegó alguno por goteo.
Pérez tiene una idea de la administración deportiva
como si fuera su empresa, y no lo es. Su distancia con los jugadores, su
respaldo sólo en escasos momentos de conveniencia (jugadores como Raúl,
Casillas, Redondo, Guti, no han tenido homenajes), su escaso interés concreto
por la cantera, y sus vínculos estrechos con la política (si es de derechas,
tanto mejor) han acabado por dar una imagen de un Real Madrid revuelto, con
jugadores desganados o que acaban haciendo lo que quieren.
Si el símbolo de estos años en el campo de juego sin
dudas es Cristiano Ronaldo, un delantero descomunal que sólo fue opacado por
Lionel Messi y su genialidad), también el portugués lo es fuera de él, con
declaraciones individualistas o gestos poco convenientes en función de equipo
durante algunos tramos de los partidos.
Apoyado por un clima que muchas veces los medios
cercanos han puesto a su servicio (como cuando una editorial sugirió antes de
un clásico en el Bernabeu que a Messi hay que pararlo “por lo civil o por lo
criminal”), el Real Madrid se fue tragando la galletita de que todo estaba
bien, cuando pocas veces lo estuvo y hasta la Champions 2014 fue ganada in
extremis por un cabezazo de Sergio Ramos ante el Atlético Madrid que le
permitió empatar en los noventa para ganarlo ya psicológicamente en el alargue.
Mientras el Real Madrid no entienda que todo pasa
mucho más por trabajar en el fútbol mismo y no tanto alrededor de él, y que, en
el fondo, se sigue tratando de una sociedad sin fines de lucro con miles de
simpatizantes en todo el mundo y que lo que estos mayormente buscan es un gran
espectáculo, acorde con el que fue calificado por la FIFA como mejor equipo del
Siglo XX, la crisis no sólo no parará, sino que con este Barcelona y con otros
equipos en alza, corre el riesgo de seguir sumergido en lo mismo o peor.
Hoy, a poco de asumir, el Real Madrid se está
tragando a una de sus figuras más emblemáticas del siglo, Zinedine Zidane, al
que puso en el banquillo sólo porque erró en la elección de Benítez,
defenestrado por la plantilla, al igual que antes muchos hicieron con Mourinho.
Pérez es el mismo del tantas veces cacareado “Never,
never, never”, que no terminó significando otra cosa que “Ever, ever, ever”.
Seguramente en estos días volveremos a enterarnos de
sanciones, promesas de cambios totales para la temporada que viene, limpieza
absoluta, y muchos enfocando a que tal o cual no corren, o perengano conduce
con exceso o bebe demasiado. Ya conocemos estas historias blancas sin fumata.
El tema no es ese y en el Real Madrid lo van
sabiendo. A no engañarse. Es el modelo el que está agotado. Si Gianni Infantino
dice que el fútbol debe volver a la FIFA, cuánto más al Real Madrid.
Ya es hora, si no quieren vivir de crisis en crisis,
hasta que la gente se harte y el Bernabeu comience a sumar huecos sin público,
como de a poco sucede.
Que no se engañen ni con la Champions. El tema es
mucho más serio que la Undécima.
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