“Lo que hay” es una expresión muy usada en España,
aunque no sólo allí. “Es lo que hay”
tiene un uso muy descriptivo sobre la situación, en buena parte para que no
haya reclamos por algo que otro u otros no pueden dar, simplemente porque la
situación no da para más, porque no hay con qué satisfacer de otra forma que no
sea con esos únicos elementos.
Boca Juniors, ayer en el “Miniclásico” que salió a
jugar ante River Plate en el Monumental, que se retiró con un agradable empate
entre sus sensaciones, sin importarle que le gritaran “equipo chico” por su
actitud defensiva, cada minuto más atrás, más cerca de su arquero Agustín
Orión, no puede, hoy, ofrecer otra cosa. Una variante más del “es lo que hay”.
Y “lo que hay” es un equipo desbalanceado, con
muchos volantes, de toda clase y pelaje, que juegan mejor o peor, que ponen
menos o más (incluso alguno, como Pablo Pérez, de manera exagerada porque
seguramente alguien o algunos, lo confundieron transmitiéndole que Boca es “eso”
de meter a lo Blas Giunta y ganarse la tarjeta amarilla en cada partido).
Boca es también una defensa fuerte, con gente que
mete mucho, que levanta la pierna demasiado alta, que pocas veces opta por
salir jugando y que ante la menor chance de error, revienta la pelota a un
costado o hacia el medio para que, rústicamente, uno de los solitarios
receptores proteja la pelota con el cuerpo o la amortigüe si pica raro, aunque
casi nunca consiguen pivotear y vuelta a bajar a esperar que el rival se
equivoque o no sea lo suficientemente peligroso.
Lo dijo bien clarito su nuevo DT, Guillermo Barros
Schelotto, tras el 0-0: “Por algo, Boca tuvo que cambiar el DT. No tuvimos ni
tendremos tiempo de trabajar por la seguidilla de partidos”. Y lo primero es
verdad, lo segundo, una excusa con visos de realidad para justificar lo que el “Mellizo”
sabe que vendrá hasta el 30 de junio, cuando acabe la temporada y el club pueda
fichar otra vez y tratar de emparejar este desbarajuste.
Es que Boca es, en cierto sentido y en el nivel
sudamericano (que se entienda bien el concepto) el Real Madrid de esta zona
geográfica y de esta cultura: es el club con más dinero, con mayor cantidad de
hinchas, con mayor raigambre y, lejos, el de mayor prestigio fuera del
continente.
Pero sus dirigentes, como virtuales Florentinos
Pérez del subdesarrollo, piensan primero en el marketing, en los negocios, y
luego en el fútbol. No hubo nunca en estos años una línea clara de qué se
quiere hacer con el juego y la resultante es un equipo que trabaja, corre y
suda los partidos, pero que no se da un minuto para pensar, para elaborar, para
crear, para buscar formas de llegar al gol. No importó nunca demasiado este
punto.
Lo dijimos y lo recordamos en este blog: Carlos
Tévez no llegó porque Boca necesitaba un jugador de sus características (por
más crack que sea el Apache, que nadie discute), sino porque el presidente
Daniel Angelici no iba a ganar las elecciones (de hecho, la suma de los votos
entre José Beraldi y Jorge Amor Ameal, era mayor a la del mandatario macrista)
y el ex jugador de la Juventus llegó por un valor mayor a los 5 millones de
euros y pases de juveniles como Guido Vadalá cuando el 30 de junio próximo
llegaba en condición de libre, gratis.
Jonathan Calleri, que dijimos también que no es un
crack sino un buen jugador al que le faltan muchos peldaños por su corta edad,
se fue no porque el club quiso que se fuera sino porque Tévez, con la suma del
poder público boquense, quería que su amigo Daniel Osvaldo jugara a su lado,
aunque por equipos razones, siempre le pasa algo y no juega (como en la etapa
anterior).
A Andrés Chávez, que es un nueve clásico,
Arruabarrena le fue desgastando la confianza hasta olvidarse de aquél de
Bánfield y que hasta jugó por los costados, mientras que Nicolás Lodeiro o el
mencionado Pérez, no son ni la sombra de lo que fueron.
Por otra parte, Fernando Gago, cuya calidad tampoco
se discute, hace tiempo que (salvo dos o tres partidos del inicio de año) tiene
un juego muy anunciado y es más lo que se queja y simula en el suelo que lo que
está en contacto con la pelota.
El problema de Boca es táctico, no es estratégico.
Que también, pero posterior al táctico. La táctica de un equipo es aquel
sistema que utiliza para desarrollar su juego independientemente de su rival.
Es decir, “a qué jugamos”. Y Boca, más allá de River ayer, o de Racing el
jueves, o del que fuera, no juega al ataque porque renuncia directamente al
mismo.
Con Arruabarrena de DT, Boca llegó a jugar en la
Bombonera con cuatro volantes, de los cuales tres eran de marca (“triple cinco”),
y con Tévez como media punta. Es decir que llegó a jugar de local con un solo
delantero. Y en esto, nada tuvo que ver el rival ocasional.
Claro, luego viene la estrategia, y si además de que
el arco de River quedaba casi a un viaje de tren de seis horas, el DT opta por
hacer ingresar a Marcelo Meli y a Nicolás Colazo, o cuando por fin se decide
por Chávez a 17 minutos del final, quien sale es Sebastián Palacios, que luego
no se sorprendan porque Boca no haya marcado goles en ¡siete! De los nueve
partidos oficiales que jugó en 2016.
Por la Supercopa, perdió con San Lorenzo 4-0. Por la
Copa Libertadores, empató contra deportivo Cali y Racing 0-0, por el campeonato,
empató contra Témperley y River 0-0 y perdió ante Atlético Tucumán y Racing
1-0.
Nada es casual. Es lo que hay.
Lo de River es otra cosa. Distinta. No pudo con Boca
y en verdad, desde que Marcelo Gallardo es su DT, casi no le pudo marcar goles
de jugada. Le ganó varios clásicos de penal, pero en general, Boca siempre le
ha costado mucho y hasta lo eliminó de la pasada Copa Libertadores en los
escritorios, con la duda sembrada de lo que pudo pasar en aquel segundo tiempo
nunca jugado (si bien quien esto escribe cree que River habría pasado, pero no
es posible probarlo).
River no tiene la crisis de Boca. Está en el armado
de un nuevo equipo tras las lógicas transferencias luego de un año exitoso y
cuando sabe que a mitad de año se le irán muchos más. Eso lleva tiempo, hay
jugadores que no resultaron y otros que llevan tiempo lesionados.
Pero Gallardo ya demostró su capacidad y es muy
probable que a la larga encuentre su camino.
No son comparables las situaciones. River sí tiene
una idea de juego, que a veces consigue plasmar y otras, no. Y ayer chocó
contra un Boca extraño, que renunció demasiado pronto a jugar y que apostó por
no perder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario