viernes, 25 de marzo de 2016

La suma de jugadores no da un equipo



Pasan los partidos, de hecho el jugado ante Chile en Santiago es el quinto de la clasificación para el Mundial 2018 y en cuatro más acabará la primera rueda sudamericana, y el seleccionado argentino sigue sin ser un equipo que tenga un determinado juego colectivo.

Si algo se puede valorar del triunfo ante la selección chilena 1-2 es el resultado, la posibilidad de colocarse en la tabla de posiciones entre los cinco primeros para aspirar a llegar con mayor tranquilidad a la segunda rueda, y bastante poco más.

De momento, Gerardo Martino, el seleccionador, no ha encontrado un funcionamiento colectivo cuando nos acercamos a los dos años de trabajo, lo que puede anteponer algunas excusas corrientes (la falta de tiempo de trabajo, los lesionados, algunos rendimientos en baja) pero no alcanzan a conformar dada la calidad de jugadores que integran el plantel y que por lo general y salvo excepciones, los rivales tienen bastante menos.

Ante Chile pudo observarse con nitidez. Un rival que no sólo afrontaba un cambio de entrenador (Juan Pizzi por Jorge Sampaoli, dos argentinos) nada menos que luego de ganar por primera vez en su historia la Copa América y de cambiar algunos ejes de funcionamiento de “La Roja”, sino que le faltaban, por suspensión, nada menos que “las tres V”: Eduardo Vargas, Jorge Valdivia y Arturo Vidal, pero como si esto fuera poco, en menos de la mitad del primer tiempo se quedó sin dos cambios porque debieron salir Matías Fernández y Marcelo Díaz.

Con todas esas bajas, en especial quedándose como local sin un creativo y teniendo que apelar a Alexis Sánchez como único punta (cuando no es un jugador para esa función), el seleccionado argentino tuvo que luchar, transpirar y padecer a su rival porque nunca encontró orden en su mediocampo (se notó demasiado la ausencia de Javier Mascherano) y porque no suele hacer pie cuando se lo presiona mucho (ya le pasó en la derrota inaugural en Buenos Aires ante Ecuador).

Nunca el seleccionado argentino pareció un equipo en Santiago. Desde Sergio Romero, que no juega en el Manchester United y que se las arregla pero no parece del todo aceitado (especialmente en los saques, porque tampoco fue demasiado exigido), pasando por una defensa que salvo Nicolás Otamendi, pegó demasiado (Gabriel Mercado logra emerger en cierta medida por su garra), con una línea media desordenada porque Matías Kranevitter suple con correr algunos problemas de ubicación y experiencia, Lucas Biglia necesita a Mascherano para alinearse y se lo vio perdido, y Ever Banega no soporta la marca y la presión y tampoco tenía referencias ofensivas.

Y adelante, en donde efectivamente le sobran jugadores a Martino, tampoco pudo sacar partido de tres cracks como Lionel Messi, Sergio Agüero y Angel Di María, muy presionados pero además, cada uino intentando la suya individual, sin combinar con los demás.

Perdido Banega, el jugador eje para tener la pelota, al caer Messi en un extremo en el que lo ahogan y pierde protagonismo, el seleccionado argentino no fue protagonista, fue dominado tácticamente, y apenas sacó partido de mejores jugadores a la hora de definir, pero no parece ser éste el camino correcto.

Pueden engañar los números y probablemente le gane a Bolivia el martes y ya quede mejor colocado, pero no es aceptable que un seleccionado como el argentino sea tan dominado, y tenga tan pocas nociones de fútbol colectivo.

En la segunda mitad, Martino hizo un cambio correcto, con Augusto Fernández por Banega, aunque sonó muy tarde, cuando ya quedaba poco tiempo.

Tampoco se entiende el concepto del entrenador de que habiendo tantos cracks arriba, considere a Higuaín, Agüero y hasta Tévez como “nueves”, generando competencia entre ellos pero luego, no sacando partido de los extremos.

El 4-3-3 del dibujo inicial es una buena idea que siempre hemos apoyado, pero ese esquema necesita de conceptos bien definidos, y en lo posible, de jugadores acordes para las posiciones y de no renunciar a jugar al fútbol.

Con un 4-3-3 y sin la pelota, o sin un interés concreto por tenerla a sabiendas de que los de arriba en algún momento van a definir, es algo parecido al “Dios proveerá” y en fútbol, esto no es muy aconsejable y se paga caro ante rivales más fuertes.

Tampoco es aceptable que Messi sea tan poco aprovechado y que no haya forma de revertir una situación táctica desfavorable. Si está demasiado estacionado en una punta, no puede ser que el mejor jugador del mundo tenga como objetivo ayudar a Mercado en sus corridas. Lo suyo es magia, creatividad, inventiva.

De una vez por todas, el entrenador debe lograr que Messi brille todo lo posible y no que “trabaje” tácticamente.


El seleccionado argentino puede ganar o no, pero por ahora, sigue sin ser un equipo.

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