Pasan los partidos, de hecho el jugado ante Chile en
Santiago es el quinto de la clasificación para el Mundial 2018 y en cuatro más
acabará la primera rueda sudamericana, y el seleccionado argentino sigue sin
ser un equipo que tenga un determinado juego colectivo.
Si algo se puede valorar del triunfo ante la
selección chilena 1-2 es el resultado, la posibilidad de colocarse en la tabla
de posiciones entre los cinco primeros para aspirar a llegar con mayor
tranquilidad a la segunda rueda, y bastante poco más.
De momento, Gerardo Martino, el seleccionador, no ha
encontrado un funcionamiento colectivo cuando nos acercamos a los dos años de
trabajo, lo que puede anteponer algunas excusas corrientes (la falta de tiempo
de trabajo, los lesionados, algunos rendimientos en baja) pero no alcanzan a
conformar dada la calidad de jugadores que integran el plantel y que por lo
general y salvo excepciones, los rivales tienen bastante menos.
Ante Chile pudo observarse con nitidez. Un rival que
no sólo afrontaba un cambio de entrenador (Juan Pizzi por Jorge Sampaoli, dos
argentinos) nada menos que luego de ganar por primera vez en su historia la
Copa América y de cambiar algunos ejes de funcionamiento de “La Roja”, sino que
le faltaban, por suspensión, nada menos que “las tres V”: Eduardo Vargas, Jorge
Valdivia y Arturo Vidal, pero como si esto fuera poco, en menos de la mitad del
primer tiempo se quedó sin dos cambios porque debieron salir Matías Fernández y
Marcelo Díaz.
Con todas esas bajas, en especial quedándose como
local sin un creativo y teniendo que apelar a Alexis Sánchez como único punta
(cuando no es un jugador para esa función), el seleccionado argentino tuvo que
luchar, transpirar y padecer a su rival porque nunca encontró orden en su
mediocampo (se notó demasiado la ausencia de Javier Mascherano) y porque no
suele hacer pie cuando se lo presiona mucho (ya le pasó en la derrota inaugural
en Buenos Aires ante Ecuador).
Nunca el seleccionado argentino pareció un equipo en
Santiago. Desde Sergio Romero, que no juega en el Manchester United y que se
las arregla pero no parece del todo aceitado (especialmente en los saques,
porque tampoco fue demasiado exigido), pasando por una defensa que salvo
Nicolás Otamendi, pegó demasiado (Gabriel Mercado logra emerger en cierta
medida por su garra), con una línea media desordenada porque Matías Kranevitter
suple con correr algunos problemas de ubicación y experiencia, Lucas Biglia
necesita a Mascherano para alinearse y se lo vio perdido, y Ever Banega no
soporta la marca y la presión y tampoco tenía referencias ofensivas.
Y adelante, en donde efectivamente le sobran
jugadores a Martino, tampoco pudo sacar partido de tres cracks como Lionel
Messi, Sergio Agüero y Angel Di María, muy presionados pero además, cada uino
intentando la suya individual, sin combinar con los demás.
Perdido Banega, el jugador eje para tener la pelota,
al caer Messi en un extremo en el que lo ahogan y pierde protagonismo, el
seleccionado argentino no fue protagonista, fue dominado tácticamente, y apenas
sacó partido de mejores jugadores a la hora de definir, pero no parece ser éste
el camino correcto.
Pueden engañar los números y probablemente le gane a
Bolivia el martes y ya quede mejor colocado, pero no es aceptable que un
seleccionado como el argentino sea tan dominado, y tenga tan pocas nociones de
fútbol colectivo.
En la segunda mitad, Martino hizo un cambio correcto,
con Augusto Fernández por Banega, aunque sonó muy tarde, cuando ya quedaba poco
tiempo.
Tampoco se entiende el concepto del entrenador de
que habiendo tantos cracks arriba, considere a Higuaín, Agüero y hasta Tévez
como “nueves”, generando competencia entre ellos pero luego, no sacando partido
de los extremos.
El 4-3-3 del dibujo inicial es una buena idea que
siempre hemos apoyado, pero ese esquema necesita de conceptos bien definidos, y
en lo posible, de jugadores acordes para las posiciones y de no renunciar a
jugar al fútbol.
Con un 4-3-3 y sin la pelota, o sin un interés
concreto por tenerla a sabiendas de que los de arriba en algún momento van a
definir, es algo parecido al “Dios proveerá” y en fútbol, esto no es muy
aconsejable y se paga caro ante rivales más fuertes.
Tampoco es aceptable que Messi sea tan poco
aprovechado y que no haya forma de revertir una situación táctica desfavorable.
Si está demasiado estacionado en una punta, no puede ser que el mejor jugador
del mundo tenga como objetivo ayudar a Mercado en sus corridas. Lo suyo es
magia, creatividad, inventiva.
De una vez por todas, el entrenador debe lograr que
Messi brille todo lo posible y no que “trabaje” tácticamente.
El seleccionado argentino puede ganar o no, pero por
ahora, sigue sin ser un equipo.
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