El sistema, que todo lo olvida, nos vendió durante
toda la semana y hasta mucho antes, el “show” de los clásicos. En un torneo
impresentable por lo corto, apurado y correctivo del desastre del elefantiásico
de los treinta por imposición del poder político a una AFA entregada de pies y
manos que ahora explota en mil pedazos y busca reorganizarse como puede para
volver a estructurar todo para vender las pocas joyas de la abuela que le
quedan, todos los equipos juegan sólo ante la mitad de sus rivales pero eso sí,
que no falten los clásicos.
No importó, incluso, que algunos de estos “clásicos”
sean Arsenal-Defensa y Justicia, o Belgrano-Atlético de Tucumán, o incluso
Vélez-Argentinos. Todo vale, mientras todos nos pongamos de acuerdo en sacarnos
pronto de encima este mamarracho, y hasta a la TV le cabe este sayo, con la
vuelta de un Estado tonto (decir “boludo” queda mal) que le cede a los medios
privados a los clubes grandes cuando sólo pagan el diez por ciento del total de
las erogaciones públicas.
Y en ese vale todo, se cree que a la gente se le
puede dar cualquier cosa, cualquier producto, porque culturalmente todo declina
tanto que se acabó hace rato el paladar negro y la “j” de “juego” de los
cánticos pasó a no pronunciarse hasta quedar en “h” de “nuevo”, que suena
parecido, pero que como diría Silvio Rodríguez, “no es lo mismo pero es igual”.
Si ya veníamos de dos 0-0 del sábado, con el
Arsenal-Defensa y Justicia y el Gimnasia-Estudiantes, la esperanza estaba en el
plato fuerte del domingo con los, ahora sí, grandes partidos centrales. Pero
nos fueron decepcionando uno tras otro, como efecto dominó, hasta terminar la
jornada en el vacío más absoluto.
En los años ochenta, el 0-0 aparecía como referencia
de esos raros partidos chatos de los Ferro y Platense que nos transmitía la
radio, a decir de la canción de Juan Carlos Baglietto, quien hoy podría
reciclarse entonando que la TV nos transmite el empate de cualquier clásico
argentino….0-0 y sería más que válido.
Es que el miedo a perder, y la falta de técnica de
tantos jugadores, que desde ya que no saben controlar una pelota, mucho menos
pasarla al pie de un compañero, y aún menos criterio para llevarla, en un
sistema en el que se juega con kicks a cargar como en el rugby y se pegan
patadas voladoras o al estómago, o se colocan planchas alevosas, lo condicionan
todo, ante un público que, resignado, con menos que migajas de buen fútbol, ya
viaja resignado tratando de resignificar lo que pretende y hasta repite
canciones con contenido violento que surgen desde las usinas barrasbravas.
En ese patético folklore, en el que los dirigentes
se pelean por cargos y falsos proyectos con la única idea de volver a vender
futbolistas a los europeos para que, supuestamente, con ese dinero puedan
mejorar la siempre maltrecha economía de sus clubes reciban tres o cinco o diez
veces el valor de los fondos, con estadios embarrados y descuidados, y
protagonistas que enseñan piedras y mecheros a los árbitros llegados desde las
tribunas que piden “huevo”, Boca y River, que sólo se jugaban un partido para
la estadística y el condicionamiento anímico para la Copa, empataron a cero en
un magro espectáculo.
Un partido completamente condicionado por la siempre
esperable reacción violenta de un pablo Pérez ya desquiciado, que dejó a Boca
con diez a falta de ochenta minutos y que generó que el local, siempre con una
excusa para tirar pelotazos y correr en vez de jugar, pudiera esta vez
justificarlo.
Enfrente, un River sin mucha idea, alicaído, y sin
aprovechar la coyuntura, con sólo dos delanteros aún con once contra diez del
rival hasta que todo fue languideciendo y dejó una nueva estela de un caso para
el psicólogo, el de Fernando Gago, presa de su propio estado permanente de
queja y simulación.
En vez de jugar, Gago quiso buscar que River también
se quedara con diez, se arrojó al suelo, Alario se lo tragó, cayó encima, y el
volante de Boca volvió a lesionarse, y en un primer tiempo, ante el clásico
rival. “Un psicólogo ahí”, diría un político cada vez más reconocido luego de
años de ser defenestrado.
Antes del ex “Súper” ahora “Miniclásico”, se
trenzaron en choques, patadas, planchas y roces, Newell’s Old Boys y Rosario
Central, en lo que ya es un producto reconocido con sello de “made in Argentina”.
Nada nuevo bajo el sol y otro merecido “doble huevo”.
Y después, Racing e Independiente, con distintas
motivaciones. Uno en la Libertadores, dándose el lujo de algunos suplentes, y
el otro, camino a los 24 años sin títulos ni brújula. ¿El resultado?
Obviamente, “doble huevo” que por si fuera poco, se reiteró en el cierre de la
noche entre Atlético Tucumán y Belgrano de Córdoba (vaya clásico).
¿Alguien de verdad puede sorprenderse de esta
jornada en cero total? Sería de necios decir que sí. Desde hace rato que
hinchas que abnegados concurren y gritan, se desgañitan, lloran y se quejan en
los estadios o frente a la TV, lo saben. Desde hace tiempo que los periodistas
que justifican todo desde los medios, asegurando que se trata de “partidos
interesantes tácticamente” y los torneos “más competitivos del mundo”, son
parte de este negocio y se ven obligados a “comentar” estos “partidos” mix de
catch y rugby. Y desde hace rato que a los dirigentes no les importa nada y
saben, más que nadie, que es el fútbol que supieron conseguir.
Por eso, el cero de hoy califica al fútbol argentino
mejor que nada. El cero es un clásico argento, no nos engañemos. Lo contrario
es lo que podría sorprendernos.
Sin arqueros que sepan salir a tapar o exagerados en
las alabanzas mediáticas cuando los delanteros que no le saben pegar a la
pelota, patean a donde están.
Sin marcadores centrales que sepan salir jugando
con la cabeza levantada porque de todos, desde la TV dirán los relatores que “la
tienen que reventar”.
Sin marcadores de punta con oficio porque, dirán los
medios, “hoy hay que jugar de todo”.
Sin “cincos” elegantes porque hoy “se
juega doble y triple cinco”, aunque no haya a quién marcar.
Sin “ochos” con
gol, porque hoy “recorren la banda”.
Sin “diez” porque “el tático (sic) ya no
se usa”.
Sin wines “porque eso es antiguo”.
Y sin “nueves” que sepan con la pelota
(Dios libre y guarde convocar a un Lucas Pratto a la selección) porque hoy “están
sólo para meterla”.
Con ese panorama, el cero, quédense tranquilos,
señores del negocio, estamos asegurados.
Luego, no se pregunten por qué en el mundo no compran
los derechos de TV o por qué cuesta tanto reconquistar el prestigio perdido. La
respuesta está en días como éstos.
Sigan, sigan….
1 comentario:
Excelente análisis, Sergio. Una pena enorme tener que sufrir este fútbol que tiene cada vez menos juego. Un espanto para la vista. Abrazo.
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