Si hace un mes alguien hubiera vaticinado que ahora
la distancia entre el Barcelona y el Atlético de Madrid sería de sólo tres
puntos, y cuatro con el Real Madrid, seguramente habría sido calificado casi
como un loco, o un delirante.
El Barcelona se paseaba por las tres competencias
con absoluta comodidad, en base a la enorme confianza de una plantilla
riquísima, con todas las variantes posibles y acaso con pocos atacantes, pero
demasiado buenos como para plantearse algún problema con un recambio, y
especialmente desde que al llegar 2016, se agregaron Arda Turan y Aleix Vidal,
mientras que Rafinha estaba a poco de regresar tras su larga lesión.
El fútbol es cada vez más, como alguna vez dijo el
argentino Jorge Valdano, “un estado de ánimo”. Los resultados condicionan mucho
a los equipos y luego se produce una cadena en la que un éxito lleva a otro
casi con naturalidad, así como una derrota importante, sumada a otra y a
algunos hechos externos, acaban con toda la confianza y llenan de dudas hasta a
los mejores del mundo.
Y eso es lo que le está sucediendo al Barcelona. La
inesperada derrota en el Clásico ante el Real Madrid en el Camp Nou, la serie
abierta de cuartos de final de la Champions ante un duro rival como Atlético de
Madrid, que pudo soportar la oleada azulgrana con un jugador de menos desde la
primera parte por expulsión de Fernando Torres, y las noticias extra deportivas
en torno de su mejor jugador, Lionel Messi, fueron complicando en poco tiempo
un clima que parecía de fiesta y ahora ya las cosas son muy diferentes y ya lo
advirtió el sábado el propio capitán Andrés Iniesta tras la derrota en Anoeta
ante la Real Sociedad: “Ya cometimos todos los errores permitidos”, es decir que
ya no hay lugar para otros.
Ante la Real Sociedad, como viene ocurriendo desde hace años como si
fuera un hecho maldito, el Barcelona no sólo acabó perdiendo el partido, sino
que no apareció, fue un fantasma, y desde el minuto 4 estaba en desventaja cuando
en 2015 ya lo estaba desde el 2 de la primera parte. Y no parece casual.
En el caso de Messi, involucrado en los llamados
“Panamá Papers” por aparecer con una nueva sociedad offshore en un paraíso
fiscal que no estaba mencionada en la causa judicial que afronta en los
tribunales y por la que fue citado dentro de pocos días, su situación puede
complicarse aún más, más allá de que es muy probable que el jugador no tenga
conocimientos técnicos sobre el asunto, pero siendo mayor de edad termina
siendo responsable de sus actos.
No es claro si esto influyó directamente en su
juego, pero en Anoeta se lo notó especialmente apagado y ya lo dijo hace pocos
meses su compatriota y compañero de equipo Javier Mascherano: “Yo pasé por algo
así y es duro, y por eso más que nunca hace falta el respaldo de los más
cercanos, amigos y familiares”.
Lo cierto es que en menos de veinte días, aquel
Barcelona que se paseaba con total tranquilidad y un envidiable poder de gol,
dio lugar a otro equipo con muchas dudas, sin claridad en la generación de
juego, y con muchos problemas cuando se encuentra con algún jugador clave
suspendido o lesionado, como es el caso del uruguayo Luis Suárez ante la Real,
fuera del partido por acumulación de tarjetas amarillas.
Ante la Real pudo notarse con claridad lo que desde
esta columna se viene sosteniendo desde hace tiempo: que pese a los premios y
los reconocimientos, el entrenador Luis Enrique Martínez no ha estado, por el
momento, a la altura de lo que requiere un equipo con semejantes estrellas.
En verdad, Luis Enrique no ha logrado potenciar a
ningún jugador en particular y lo que ha hecho, desde aquella derrota de 2015
en Anoeta (parecida a ésta en cuanto a actitud y juego) fue manejar mejor el
grupo, ceder ante ciertas inquietudes y movimientos de los cracks con mayor
ascendencia en el vestuario, confirmando aquello que ya manifestaba Josep
Guardiola acerca de que gestionar el grupo era lo más difícil y lo que acabó
desgastándole con el paso del tiempo.
Pero en lo futbolístico, no pareció haber sido una
buena idea retrasar a Messi cuando no contaba con Suárez, con lo que llevó el
Tridente a la mínima expresión, con un Neymar que desde hace rato que no se
encuentra en su mejor momento y con un Arda Turan que de momento no ha logrado
acoplarse como se preveía, más allá de tener las condiciones técnicas para
hacerlo.
Lo cierto es que ante la ausencia de Suárez, el
Barcelona volvió a encontrarse con que no tiene tanto recambio ofensivo para
los últimos metros, porque ni Munir ni Sandro reúnen el mismo nivel que los
titulares, Rafinha Alcántara aún no tiene el peso de otros volantes, y la
diferencia que marca Iniesta, es notable.
Sumado a todo ello, el Barcelona se encontró, cuando
comenzó a llegar un poco más hacia Gerónimo Rulli, con una gran actuación del
portero argentino de la Real.
La gran duda ahora pasa por saber si este Barcelona,
tan en baja, puede recuperarse en tan sólo cuatro días cuando deba afrontar en
el Vicente Calderón, ante el Atlético de Madrid, uno de los partidos más
importantes de la temporada y cuánto le afectaría no pasar de ronda en el tramo
final de la Liga.
Preguntas que no tienen respuesta hoy pero tan sólo
el hecho de formularlas, ya nos muestra el rotundo cambio que se ha producido
en torno del que para muchos es el mejor del planeta.
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