“El fútbol es un estado de ánimo”, suele decir, con
mucha razón, Jorge Valdano. Y si nos referimos concretamente a este Barcelona
modelo 2016, nunca mejor aplicado.
¿Cómo explicar, hoy, lo que le sucede a un
equipo que parecía invencible apenas tres semanas atrás, y que ya se quedó
fuera de la Champìons League y hasta peligra el título de Liga cuando llegó a
una diferencia abismal con los perseguidores?
Seguramente, la respuesta general sería que el
fútbol pasa por distintos estados de ánimo, en los que la psicología juega un
papel cada vez más importante, y entonces un equipo que hacía todo con
naturalidad, que generaba goles con facilidad, de un día para el otro pasó a
tener un andar más dificultoso, su defensa perdió la solidez que aparentaba
tener y aquella fórmula mágica de la MSN (Messi, Suárez, Neymar) se fue
desdibujando hasta perder absoluta eficacia.
Se podrá decir que todo comenzó con la derrota en el
Nou Camp y por la Liga Española ante el Real Madrid, pero no debió ser así. La distancia
seguía siendo grande en ese momento (7 puntos, y 6 al Atlético de Madrid) y
enseguida llegaba lo que al Barcelona más le importaba, el partido de ida de
cuartos de final de la Champions.
Desde que se supo el resultado del sorteo de
Champions, era claro que al Barcelona le tocaría sufrir ante un durísimo
Atlético de Madrid, al que le había ganado muchas veces en los últimos tiempos,
pero casi nunca con claridad, siempre cortando clavos y con expulsados,
remontando partidos, y hasta costándole vencer a su rival en muchos casos
disminuido.
Y tampoco el partido del Nou Camp fue la excepción
aunque allí comenzó a confirmarse lo que desde este blog tantas veces se
sostuvo: la prensa española sobre dimensionó a Luis Enrique Martínez como
entrenador, que llegó mucho más por su pasado como futbolista temperamental que
por su carrera de técnico.
Sin un currículum acorde, Luis Enrique comenzó con
mucho éxito desde que al caer en Anoeta ante la Real Sociedad en la pasada
temporada, el plantel fue encauzándolo en una lógica de convivencia y de fútbol
que pasaba por otros parámetros a los que sostenía el cuerpo técnico, y en lo
que mucho tuvo que ver Xavi Hernández, quien ya emigró para terminar su carrera
en el fútbol de Qatar.
Pero hubo un antes de Anoeta y también siguió
habiendo falencias estructurales, disimuladas por algunos jugadores que
anímicamente se encontraban en un momento dulce (Gerard Piqué, Javier
Mascherano, Sergio Busquets, Iván Rakitic y los tres delanteros), a los que ya
en el final de la temporada se sumó Andrés Iniesta, luego de un muy mal año
anterior en el que no convirtió ni un solo gol.
Pero el Barcelona fue mucho más esta idea
individual, sumada a algunos movimientos mecanizados por años y a un ataque
bestial del Tridente sudamericano y a la gran capacidad de sus centrales para resolver
cualquier problema, que un equipo compacto, y ante el primer resultado adverso,
todo se desmoronó.
Se ha destacado como parte del trabajo del
entrenador, por ejemplo, la capacidad de gol del Tridente. Hay un ejemplo que
podría demostrar lo contrario: la BBC del Real Madrid (Bale, Benzema, Cristiano
Ronaldo) ha convertido la misma cantidad de goles que la MSN, sino más, en un
equipo que en la mayor parte de la temporada anduvo a los tumbos, con cambio de
entrenador incluído.
Eso significa que ante la tremenda calidad de los
atacantes tanto del Barcelona como el Real Madrid, la función de los
entrenadores es más que relativa y en todo caso, por ellos pasa la posibilidad
máxima de viabilizar el juego ofensivo o de bloquearlo. De hecho, en el caso
del Real Madrid, Zinedine Zidane ha optado por un cambio táctico importante en
el mediocampo, el ingreso de Casemiro, mediocentro, por Isco o James Rodríguez,
creativos, sin que para nada se modificara la situación de la BBC.
La derrota en el Nou Camp ante el Real Madrid, en
vez de reafirmar la idea (si la había), empujó al equipo hacia abajo, lo fue
desmoronando y apenas si se sostuvo ante el Atlético tres días más tarde por la
Champions, teniendo que remontar un partido muy complicado, con un jugador de
más, y con una diferencia que no daba ninguna garantía para la vuelta en el
Vicente Calderón.
Y con esta inseguridad de un equipo que ya no era el
mismo, con un Lionel Messi en una baja preocupante y extraña, no tanto sólo por
lo estadístico de su gol quinientos que no llega o por la cantidad de partidos
sin marcar sino por su ausencia del juego, del armado de los ataques y de su
definición, se produjo una nueva caída en Anoeta que ya ratificó la abrupta
caída de los últimos días, como si todo hubiese estado pegado con una cola de
mala calidad.
Ya ese último Barcelona es el que, con peligro cada
vez mayor, debía jugarse ante el Atlético en el Calderón. Incluso, ante el
equipo del Cholo Simeone con problemas para armar su defensa por las ausencias
de Giménez y de Savic y teniendo que recurrir a Lucas, pero el equipo de Luis
Enrique ya no era ni la sombra del que fue y ya no podía dar las respuestas de
quince días atrás.
Parecía que aquel equipo de los 39 partidos invictos
era otro, como si fuera más producto de los libros de historia o los
documentales más que del presente. Y volvió a ocurrir lo de tantas veces: tuvo
muchísimo más tiempo la pelota que su rival, pero no supo qué hacer, y ni
siquiera pudo mantener el resultado a favor de la ida.
Se fue al descanso en desventaja y era evidente que
le costaría demasiado alterar el resultado ante un Atlétuico que evidentemente
se iba a cerrar y contragolpear y que sabe como pocos manejar esta clase de
partidos. Y cayó sin atenuantes, más allá de que pudo discutir una mano sobre
la hora que pudo significar un penal y el alargue.
Pero el Barcelona no lo merecía. Ya no era el mismo.
Ya era aquel equipo previo a Anoeta de la temporada pasada, sin tiempo para
revertirlo.
Más allá de las preguntas de los por qués, es claro
que si todo vuelve al punto de partida de la temporada pasada, es que hay
conceptos, estados de ánimo, inseguridades, esquemas, que no fueron más que un
maquillaje a muchas cosas que nunca funcionaron del todo.
Este Barcelona tiene como punto fuerte su ataque, ya
no más su gestación, que fue el emblema de los tiempos de esplendor, primero con
Frank Rikjaard y aún mucho más con Josep Guardiola.
Y si el punto fuerte es el ataque, y ese ataque marca
los mismos goles que el del Real Madrid, se debe más a la enorme capacidad de
sus ejecutores que a quien desde el banco establece la táctica, que no los
potencia, sino que depende más de ellos que lo que ellos dependen de él.
Se dirá que el fútbol es eso, los jugadores primero,
el DT mucho menos, luego. Pero el entrenador está para potenciarlos.
Si la defensa es endeble aún con todo lo que se ha fichado,
el medio no es tan decisivo como antes, y el ataque tiene la misma media de su rival
más poderoso, es, como mínimo, para un replanteo.
El Barcelona aún no ha perdido todo, aunque sí, el
objetivo más importante de la temporada. Es tiempo de que cambie el chip antes
de que llegue la tempestad. La gran pregunta es si está en condiciones anímicas
de hacerlo, por aquello del principio de este artículo. El fútbol es un estado
de ánimo.
Con un sistema atrás, es un poco más fácil alterarlo
y sentirse mejor para buscar los otros dos objetivos. Pero…¿Y si no?
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