Un par de noticias sacudieron esta semana a los
seguidores del Fútbol Club Barcelona por todo el planeta: la más importante,
que es oficial, es que Lionel Messi fue condenado por la Justicia española a 21
meses de cárcel que no deberá cumplir de manera efectiva por ser la pena menor
a los 24 meses, por considerarse que evadió al fisco entre 2007 y 2009 en pagos
por sus derechos de imagen.
Entre Messi y su padre, Jorge, deberán pagar,
además, una multa de casi 4 millones de euros, pero eso no es todo: el crack
del Barcelona se expone ahora a que cualquier mínimo problema judicial que sea
podría depositarlo en la cárcel por tener ya antecedentes penales.
La otra noticia, ya en forma más de versión desde el
sensacionalista diario inglés “The Sun”, que hasta el momento no recibió
desmentida, es acerca de que el Chelsea del magnate ruso Román Abramovich está
tratando de aprovechar la situación para acercar a la familia de Messi una
oferta suculenta para que el argentino cambie de club y pueda comenzar su
carrera en otra liga y en un club que lo pretende ya desde hace mucho tiempo.
La primera pregunta que surge es ¿cuánto de real es
la consideración de esta oferta para Messi y su familia, mientras se encuentra
de vacaciones, disfrutando unos días luego de su frustrada final de la Copa
América extra de los Estados Unidos? Y la segunda: ¿Debe irse Messi de
Barcelona?
Desde que se conoció el fallo de la Justicia,
inmediatamente hubo dos reacciones, que son las típicas de una sociedad
española futbolísticamente dividida. En toda España, pero especialmente desde
Madrid, aparecieron las críticas a Messi, cuando no un hostigamiento a su
figura al hacerlo ver como evasor fiscal por encima de sus características de
jugador, algo que, todo indica, va a pesar de ahora en adelante ante cada
partido que dispute el Barcelona fuera de casa.
Pero también comenzaron las campañas de apoyo a
Messi desde todos los rincones de Cataluña y de los millones de fanáticos que
el crack tiene en el mundo, incluso desde las redes sociales.
La pregunta final es si Messi podrá sortear sin
problemas esta etapa en la que ya no tendrá unanimidad y en la que muchos lo
esperarán sólo para insultarlo o para recordarle su episodio con la Justicia.
¿Es Messi responsable directo de lo que le ocurrió?
Es bastante complicado poder analizarlo porque entran en juego muchas
variables. Desde esta columna, creemos en la palabra del jugador en el sentido
de que todas las operaciones económicas alrededor de su imagen y sus contratos
no estaban en sus manos y que se limitaba a cumplir lo que le indicaban en base
a la absoluta confianza que siempre tuvo en su familia, muy importante para él
y para los suyos.
Pero también es cierto que Messi ya ya cumplido 29
años el pasado 24 de junio y no es un chico, como lo demuestran desde su barba
crecida, hasta su pareja y sus dos niños.
Y eso requiere de una responsabilidad no sólo para con la atención a su
familia, sino en el sentido de un deber de conocer su propia situación y que,
al fin y al cabo, juega en un torneo inscripto en el contexto de una liga con
sus reglas, dentro de una ciudad y un Estado con sus propias reglas. Es como si
condujera por el carril equivocado porque nunca se interesó por saber por cuál
carril hay que conducir.
Messi, hay que aclararlo, no es el único futbolista
ni deportista en estas condiciones. Normalmente, los futbolistas de élite no
tienen la posibilidad, ni el tiempo y muchas veces la formación para seguir al
detalle estas cuestiones de números y por eso prefieren pagar a algún agente o
estudio que se encarga de todo, pero la actualidad y su propia imagen requieren
de un seguimiento por todo lo que se pone en juego y para no pagarlo, como tal
vez ahora, de manera exagerada.
Es difícil saber si Messi soportará la presión que
llegará ahora ante cada partido y especialmente, ante la prensa de Madrid, la
misma que ha llegado a editorializar antes de un clásico en el Santiago
Bernabeu, que había que pararlo como fuese “por lo civil o por lo criminal”.
Lo están esperando y debe saberlo, y la cuestión es
comprobar si está preparado o si no cree que por fin ha llegado el momento de
cambiar de aire, si bien está demasiado identificado no sólo con el Barcelona
como club sino con su forma de jugar, con su filosofía de juego.
Es cierto también que Messi es un artista del balón
y que no necesita darnos ninguna explicación ni tiene la obligación de conocer
más del mundo que lo rodea, pero hechos como éste que le acaba de ocurrir, tal
vez lo ayuden a entender que en la adultez, hay determinadas cuestiones que son
indelegables, aunque sea una parte de ellas, y aunque mucho no nos gusten.
No todo en la vida es tan placentero como jugar al
fútbol, aunque se lo haga tan magníficamente como Messi. Aunque sea, para ahorrarse
algunos dolores innecesarios, o para siquiera tener que considerar otras
ofertas en lugares en los que no se sabe si se jugará mejor, pero tal vez se
viva más tranquilo.
Messi se encargará, en las próximas semanas de
decirnos cuál será su futuro.
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