Los dirigentes del fútbol argentino acaban de votar,
a mano alzada, al mejor estilo grondonista, con el caracterizado 70-1 de los
últimos tiempos, la llamada “Superliga”, luego de una tremenda puja entre dos
sectores con ideas parecidas pero modos diferentes, ambos igual de cercanos a
Grondona y sus ideas.
Tanto es así que en uno de los capítulos de esta
Superliga, se dice que el presidente de la misma puede tener “reelección
indefinida”, es decir que lo que nos quieren decir que es una renovación para
terminar con aquellos tiempos del grondonato, ahora propugnan…..un nuevo
Grondona,. Si es que cabe la posibilidad y aparece alguien que tenga una forma
de gobernar que le permita perpetuarse en el poder.
Pero no sólo eso: fue muy claro el único dirigente
que votó en disidencia, en soledad –como suelen ser estas cuestiones-, el
presidente de la Asociación Rosarina, Mario Gianmaría, quien sostuvo tras
conocer los resultados que se había creado “una nueva figura jurídica: la del
suicidio en defensa propia” y que se trató, ayer “de un día de luto para el
fútbol argentino”. Y lo ejemplificó con mucha sencillez: se tomó el trabajo de
preguntar a los dirigentes que votaban, cuál era la diferencia entre esta “Superliga” y los tiempos anteriores…y nadie
supo decirle nada.
Es decir que aquellos mismos dirigentes que antes
votaron ceder los derechos de TV a Torneos y Competencias (empresa luego
involucrada en el FIFA-Gate, que por cierto, esta AFA “moderna” prefirió ante
otra oferta mejor de CMN), y que no conocían el acuerdo y sólo firmaban al pie
porque Don Julio se los decía, ahora vuelven a levantar la mano automática ante
un nuevo estatuto que tampoco conocen. ¿A eso le llaman revolucionar el fútbol
argentino?
Sin embargo, todas estas son cuestiones de forma. De
fondo, la “Superliga”, que sigue siendo un torneo berreta con lo que queda de
un fútbol argentino despedazado por grupos empresarios y empresas de TV que se
llevan la parte del león, no deja de ser otra vez el mismo torneo de los últimos
tiempos, permite triangulaciones vergonzosas como la del caso de Marcelo
Larrondo, aumenta las distancias entre los grandes y el resto al mejor estilo Barcelona
y Real Madrid contra el resto de los equipos de la Liga Española, y seguirá la
pelea por la presidencia como antes con la AFA, ya que ésta está intervenida
aunque se utilicen ahora eufemismos como “la comisión normalizadora”.
La “Superliga” no sólo es más de lo mismo, sino que
es lo mismo pero más exagerado y aún falta la cereza de la torta, lo que
realmente persiguen desde el Gobierno y otros grupos que están al acecho: las
Sociedades Anónimas Deportivas (SAD), que no pudieron pasar en los noventa
porque Grondona, aún entre tanta podredumbre, no estaba de acuerdo al
defenderse con el “Partido del Fútbol” contra los actores exógenos. Simplemente
por eso. Pero veinte años más tarde, los mismos intereses están de regreso.
También hay que decir que esta “Superliga” se votó
aceleradamente porque estos dirigentes tan mediocres, tan cortos de miras,
fueron apurados por Mauricio Macri, bajo la amenaza vacía de intervención
estatal (todos saben que eso no es posible salvo la desafiliación de la FIFA
como consecuencia), porque había que cerrar algunos asuntos de demasiada
importancia antes de que la comisión normalizadora se conformara y pusiera los
dos pies en el fútbol argentino.
Los dirigentes, entonces, se comportaron como los
chicos que juegan en el bosque mientras el lobo no está, y entonces, a
sabiendas de que esta comisión no está de acuerdo con el actual estatuto (al
que con toda lógica consideran vetusto, antidemocrático y unitario), ni tampoco
con la perpetuación en el poder de un presidente, ni la cesión de los derechos de TV de la AFA a
la “Superliga”, ni mucho menos la cesión de derechos de TV sin licitación (más
aún, cuando se sabe que hay una oferta de Ted Turner muy superior al dinero que
sigue poniendo el Estado), se apuraron para votar lo que con bastante
posibilidad se vete en un futuro próximo.
La FIFA ya hizo saber que hay catorce puntos que
objeta de este acuerdo trucho, en el que de buenas a primeras, dirigentes que
vaciaron la AFA hace pocos meses, dejándola al borde de no poder conformar un
Comité Ejecutivo porque simplemente no les daban los votos para armar una
Superliga dentro de la misma, prefirieron un golpe de estado, ahora votaron
como si nada hubiera ocurrido y ellos siguieran dentro de la estructura.
¿Qué representatividad tienen esos dirigentes para
votar una “Superliga”? Ninguna que esté a la vista. Al contrario, tienen muchas
explicaciones para dar antes que sentarse a votar, y si apenas Luis Segura, un
fantoche que sólo tiene el sello de presidente interino, ocupa un cargo
momentáneamente y a pedido de la jueza María Servini, el resto no puede alegar
ningún tipo de sustento.
¿No era, según la Inspección general de Justicia,
que ningún candidato de los que habían presentado los avales, estaba en
condiciones de ser candidato? De buenas a primeras, el propio Estado entró en
el juego, simplemente porque hay un grupo mediático al que este Gobierno le
debe todo por su apoyo en la campaña electoral y en sus años en el gobierno de
la Ciudad de Buenos Aires.
Y es por eso que cuando todo estaba cerrado con
Turner y AFA TV, de repente nunca más se habló del asunto y un Gobierno que se
la pasó diciendo desde su asunción que el Estado debía de dejar de erogar,
acabó poniendo más dinero que su antecesor, cuando sí existía una oferta muy
superior, de 500 millones de pesos de diferencia.
Claro, el grupo amigo se quedaba siendo nada más que
una plataforma pero quedaba alejado del gran negocio, y el otro grupo amigo (que
hasta tuvo un hermano de un alto funcionario de Seguridad), involucrado en el
FIFA-Gate, iba a quedar relegado en la producción si el fútbol quedaba en manos
del principal oferente.
Así es más fácil: el Estado pone más del 90 por
ciento del total, pero transmite los partidos residuales por Canal 7, mientras
los tres canales fuertes (el de los más amigos, el del otro amigo “federal”,
que casi integra una comisión normalizadora trucha, y el otro amigo telefónico),
poniendo menos del 10 por ciento, se quedan con los clubes grandes. Más
subsidio encubierto que ese, imposible.
Por eso el apuro para votar esta “Superliga”, tomada
de apuro de la LFP española, la que favorece cada vez más a los más grandes
sobre los chicos, y la que está conformada por 16 SAD y apenas 4 sociedades
civiles sin fines de lucro.
¿Alguien por ventura puede pensar que con esta “Superliga”
se acabarán las exigencias para que determinado árbitro no dirija más a algún
equipo que proteste? ¿Alguien puede asegurar que de ahora en más los clubes no
entren en déficits insostenibles? ¿Alguien puede prometer que no habrá un nuevo
Grondona a futuro?
La historia no ayuda a los protagonistas, y los
ciclos se repiten una y otra vez.
Este fútbol argentino sin presidente de AFA, sin
director técnico de la selección, sin Lionel Messi, sin dinero pese a los
infinitos sponsors, sin superávit cuando los rubros de ingresos de divisas
nunca fueron tan altos, sigue siendo manejado por mediocres, por chicos que
ante nuestra vista, juegan en el bosque mientras el lobo no está…pero falta
poco para que llegue.
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