Hace poco más de un año, el entrenador Jorge
Sampaoli, con la selección de Chile, amargaba a sus compatriotas argentinos al
vencer a los albicelestes por penales en la final de la Copa América en el
estadio Nacional de Santiago.
Todo es tan dinámico que desde ese momento, Sampaoli
no sólo se alejó de la selección chilena, cuando se produjo el cambio de
presidente de la Asociación Nacional del Fútbol Profesional (ANFP), sino que
hace pocas semanas cerró su incorporación al Sevilla en reemplazo de Unai
Emery.
Al mismo tiempo, el entrenador de la selección
argentina que perdió por penales en aquella final de 2015 en Chile, volvió a
caer en la misma instancia un año más tarde en Nueva Jersey ante el mismo rival
(ahora dirigido por Juan Antonio Pizzi, otro argentino) y al regresar, se alejó
de su cargo a los pocos días al no encontrar interlocutores entre los
dirigentes de su país, enroscados en un conflicto institucional muy profundo.
Con la salida de Martino, y las declaraciones tras
la final de la Copa América de Lionel Messi, acerca de que no volvería a jugar
con la selección argentina, ésta se quedó vacía, con la posibilidad de que
muchas otras estrellas imitaran a Messi, al considerar que el ciclo de ellos,
sin conseguir títulos en tantos años pese a haber estado muchas veces tan
cerca, estaba cumplido.
La Asociación del Fútbol Argentino (AFA) está
viviendo una de sus peores crisis. La corrupción económica ha sido tan fuerte
que llevó a que varios de sus dirigentes estén complicados ante la Justicia, y
que hasta el gobierno nacional haya intentado involucrarse, mientras que entre
la FIFA y la Conmebol se constituyó una comisión que cumple las funciones de
intervención del organismo, compuesta de cuatro personas, para administrar la
situación antes de llamar a elecciones en un plazo no mayor al 30 de junio de
2017.
Hay dos asuntos muy urgentes de solucionar: uno de
ellos es que hoy la AFA no dispone de dinero para nada, al punto tal de que ni
siquiera hay garantías de que sus torneos locales puedan comenzar en agosto. El
otro es definir, cuanto antes, el nuevo entrenador de la selección argentina,
debido a que el 1 de setiembre jugará el primero de los dos partidos de la
próxima Fecha FIFA, correspondiente a la clasificación para el Mundial 2018 y
nada menos que ante Uruguay, y el 6 del mismo mes, ante Venezuela, para lo
cual, la lista de convocados para esos partidos debe darse a conocer hasta el
14 de agosto próximo.
A dos semanas de la fecha límite, la selección
argentina no tiene entrenador, y el responsable del área en la AFA intervenida,
Armando Pérez (presidente de Belgrano de Córdoba, club que participa en el
torneo de Primera División, y cercano al presidente argentino, Mauricio Macri)
ya se ha reunido con varios candidatos como Edgardo Bauza (actual entrenador
del San Pablo de Brasil y dos veces campeón de la Copa Libertadores en 2008 y
2014), Miguel Russo (campeón de la Copa Libertadores en 2007), Ramón Díaz
(múltiple campeón con River Plate y San Lorenzo, y entrenador de la selección
paraguaya hasta la reciente Copa América de los Estados Unidos) y esta semana
lo hará con una dupla compuesta por los ex campeones mundiales en 1986 (como
jugadores) Jorge Burruchaga y Nery Pumpido.
Sin embargo, el deseo de Pérez y de los principales
jugadores de la selección argentina pasaba por dos entrenadores de muy buen
nivel como Sampaoli y Diego Simeone. Descartado éste por considerar que no es
su momento por estar desarrollando su trabajo a largo plazo en el Atlético
Madrid, y con la misma actitud por parte de Mauricio Pochettino en el
Tottenham, todo quedó centrado en las chances de que Sampaoli pueda hacerse
cargo del equipo nacional.
El propio Sampaoli manifestó reiteradamente su deseo
de dirigir a la selección argentina, pero tanto él como la AFA se encontraron
con un obstáculo muy importante: una alta cláusula de rescisión en su contrato
con el Sevilla, que supera los 7 millones de euros, en un momento
económicamente complicado para la institución argentina.
Es tal el desconcierto de la AFA que se llegó a
pensar en un interinato de Sampaoli trabajando part-time entre el Sevilla y la
selección argentina hasta cumplir su contrato con la entidad andaluza, y ante
lo dificultoso del caso, se buscó la forma de pagar la cláusula, para lo cual
se acudió a la empresa de indumentaria que oficia de sponsor, con la que se
llevará a cabo una reunión en la semana.
Sin embargo, la situación es muy complicada. Para la
AFA cuesta mucho, especialmente en lo político, justificar un gasto tan grande
cuando sus clubes, especialmente los de las categorías inferiores a la Primera,
no disponen de dinero para subsistir y cuando hay muy buenos entrenadores sin
trabajo en la propia Argentina.
Por otro lado, tampoco es fácil la situación para
Sampaoli, quien a los 56 años, tiene su primera posibilidad de dirigir a un
equipo europeo, le han fichado a muy buenos jugadores, varios de ellos
argentinos (Matías Kranevitter, Luciano Vietto, Joaquín Correa y Franco Vázquez)
o el brasileño Paulo Ganso, e irse a tan poco de iniciarse la nueva temporada,
no parece una buena idea.
El Sevilla es tricampeón consecutivo de la Europa
League y por lo tanto, debe afrontar compromisos como la Supercopa de Europa,
el próximo 9 de agosto ante el Real Madrid en el estadio Lerkendal, en Tronheim
(Noruega), mientras que entre el 14 y el 17 de agosto jugará los dos partidos
ante el Barcelona por la Supercopa de España, más allá de los torneos regulares
en los que participará en 2016/17.
En la AFA se llegó a plantear, en las últimas horas,
la chance de que haya una transición con un entrenador (se ha mencionado a
Diego Cocca, campeón con Racing Club en el torneo argentino de 2014, que
actualmente está libre) hasta poder contar con Sampaoli y muchos recuerdan que ya
ocurrió algo similar con Marcelo Bielsa en 1998, cuando tras el stage con el
Espanyol previo a la temporada 1998/99, la AFA pagó su cláusula de rescisión
para dirigir a la selección argentina, y fue reemplazado por su compatriota
Miguel Brindisi en el club catalán.
Pero la situación no es la misma, ni política ni
económicamente, ni en el club en el que el entrenador argentino trabaja.
Todo es mucho más complicado pero lo que más
sorprende es el estado de confusión de un fútbol argentino que no acaba de salir
de una de sus peores crisis.
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