No parece casual que durante la pasada semana haya
trascendido la posibilidad de que Luis Enrique Martínez, el actual entrenador
del Barcelona, no continúe en su cargo cuando acabe la presente temporada
2016/17.
Si bien el rumor comenzó a correr antes de los dos
partidos que el equipo debía jugar oficialmente, inaugurando 2017, ambos
resultados negativos y especialmente el rendimiento en buena parte de ambos,
parecen ir lentamente orientándose hacia esta posibilidad.
El próximo miércoles, en el Camp Nou, el Barcelona
tendrá una accesible oportunidad de clasificarse a los cuartos de final de la
Copa del Rey con sólo vencer 1-0 al Athletic de Bilbao, un clásico adversario
de esta competencia (de hecho, son los dos equipos que más veces la ganaron),
pero ni siquiera si se cumple el objetivo en el marcador el saldo será
positivo.
Sólo lo será si, por fin, el Barcelona retoma una
línea de juego que se fue desdibujando a lo largo de la temporada y que tampoco
encontró al equipo en su mejor forma ni en la ida en el nuevo San Mamés, donde
cayó derrotado 2-1 y que sin embargo estuvo muy cerca de empatar en el final
cuando quedó con dos jugadores de más.
Tampoco el Barcelona mostró su mejor nivel en el
rebautizado estadio “La Cerámica” del Villarreal por la Liga Española, cuando
pudo conseguir en el último minuto, por un libre directo de Lionel Messi, el
empate que no logró entre semana por la Copa del Rey, cuando el propio jugador
argentino hizo estrellar el último balón en el palo derecho de Gorka Iraizoz
antes de que se decretara el final de los noventa minutos.
En general, los resultados muchas veces tapan
rendimientos o esconden debilidades, cuando resultan a favor, aunque también
pueden derivar en exageraciones negativas cuando ocurren en contra.
Lo claro en este caso, y lo venimos sosteniendo en
estas columnas desde hace tiempo, es que el Barcelona no tiene un esquema, un
sistema táctico que pueda ser útil o al que pueda acudir en el caso de que sus
principales jugadores no se encuentren en una buena jornada, y eso es pura y
exclusiva responsabilidad de su entrenador.
Y también es el problema que el Barcelona encontró
al regresar del receso invernal, cuando varios de sus estrellas no se
encuentran en su mejor estado físico y han aparecido lentas adelante, y
superadas en velocidad atrás (como ocurrió con Javier Mascherano, especialmente
notorio en el uno contra uno de los contragolpes de Sansone ante el Villarreal).
Luis Enrique no le ha podido encontrar la vuelta a
varias cuestiones del rendimiento del equipo en estas últimas dos temporadas.
La primera y principal, como ya hemos señalado, es la referente a un sistema
madre que pueda salvar al equipo en situaciones de crisis y entonces acaba
dependiendo excesivamente de sus jugadores.
Entonces ocurre que si muchos de ellos están bajos
de forma, o se lesionan los más trascendentes por andamiaje de juego, como
ocurrió un par de veces con Andrés Iniesta, todo se complica demasiado.
Pero también el entrenador ha fallado en no haber
podido recuperar la fortaleza de la banda derecha en el aspecto defensivo. Con
la salida de Daniel Alves a la Juventus y la aceptación de la salida de
Adriano, ha quedado ese lugar para Sergi Roberto, un jugador de la cantera que
ha aparecido como volante, que ha encontrado un hueco en la línea de cuatro
final, pero que no siente la marca y prefiere jugar con el balón, y al que
muchas veces los rivales toman retrocediendo y aprovechan sus espaldas, tanto
en los contragolpes como en los centros al segundo palo desde la derecha hacia
la izquierda.
A la situación defensiva de Sergi Roberto, jugando
como lateral derecho sin tener ese oficio, se le ha sumado este año que Ivan
Rakitic no ha podido mantener una regularidad pero tampoco el Barcelona ha
encontrado buenas respuestas en la mayoría de sus fichajes y esto pudo notarse
especialmente en el centro del campo.
Lo cierto es que salvo casos aislados como los de
Samuel Umtiti o Arda Turan, el Barcelona tampoco ha acertado en los fichajes.
Ni Lucas Digné, ni Denis Suárez, ni mucho menos André Gomes o Paco Alcácer, ni
anteriormente Aleix Vidal, han resultado jugadores de un nivel como el que
posee la mayoría de sus jugadores con más antigüedad en el club.
Entonces, acaba ocurriendo que el Barcelona depende
demasiado de su tridente sudamericano en la primera línea, y de lo que genere
Iniesta como enlace, pero ya el aporte de los laterales, los errores en el
medio, y la lentitud defensiva, sumada a los espacios libres que los rivales
comienzan a entender que pueden aprovechar, van determinando una merma y un
cansancio que exige una renovación en la plantilla.
Claro que como toda renovación, lo primero que un
equipo tiene que preguntarse es a qué quiere jugar, qué es lo que pretende, qué
sistema busca y para eso, qué tipo de jugadores necesitará.
Es evidente que para una importante cantidad de
seguidores azulgranas, Luis Enrique es un auténtico ídolo. El hecho de que haya
jugado primero en el Real Madrid pero luego se haya identificado con el
Barcelona y haya sido campeón, sumados a su carácter ganador, le otorgan un
plus, pero esto de ninguna manera significa que su aporte para el equipo haya sido
el de los entrenadores más destacados.
A cinco puntos del Real Madrid con un partido más
que los blancos, y teniendo que ir a jugar al Santiago Bernabeu, la Liga parece
muy complicada, pero quedan objetivos importantes que cumplir y queda media temporada
por jugar y llega el momento de la verdad.
Sin embargo, no parece nada casual que los rumores
de fin de ciclo ya hayan comenzado.
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