El neogrondonismo, es decir, los que siempre se
alinearon con Claudio “Chiqui” Tapia y que son beneficiarios del viejo,
centralista y antidemocrático estatuto de la AFA, dio un paso más en su intento
por acabar con la Comisión Normacrizadora, y con la suma de otros cinco clubes
de Primera A (algunos de clase media como Rosario Central, Newell’s Old Boys y
Colòn), llegó a los 50 miembros como para convocar a una Asamblea
Extraordinaria el próximo 15 de febrero, aunque esto represente un abierto
desafío a la FIFA, que por cierto no es el primero.
Ya en plena Copa América pasada, esto es en junio de
2016, la misma agrupación original intentó una jugada que no acabó bien en lo
político, cuando buscó impedir que asumiera esta intervención, que a diferencia
de tantas otras en la historia del fútbol argentino, esta vez aporta mayor confusión
al depender en parte del Gobierno nacional (como siempre ocurrió) y en parte de
la FIFA (allí radica la novedad).
Habíamos escrito en otros artículos anteriores en
este blog que este mismo sector, que va sumando clubes desencantados por
razones de diversa índole, es decir que no les une el amor, sino el espanto (imposibilidad de
disponer de fondos para pagar sueldos o para hacer frente al día a día a partir
del impago del Estado de los últimos meses del Fútbol Para Todos, el no haber
llegado a un acuerdo con ningún medio televisivo, de momento, para la temporada
2017, desacuerdo en la imposición del Gobierno de la implementación de la
Superliga), ya había osado desafiar a la FIFA quejándose hasta por carta de la
Comisión Normacrizadora, que es algo así
como quejarse ante la mamá sobre su propio hijo.
Este grupo de 50 clubes, que llega al quórum porque además,
de los 75 asambleistas totales hay tres menos del Nacional B por no haber
renovado esos cargos por distintas causas, está conformado básicamente por
Ascenso Unido y si bien reglamentariamente su llamado a Asamblea Extraordinaria
es posible, choca con la situación que vive el fútbol argentino desde la
entrada en vigor de la Comisión, como por ejemplo, que ésta depende de la FIFA,
y que su obligatoriedad pasa por entregar el mandato “no después” del 30 de
junio de 2017 y que una de las condiciones sine qua non es la aprobación, antes
que la elección de autoridades, del nuevo estatuto que está terminándose de
redactar en Zurich y que, se insiste y se sostiene, que estará para su
relectura y aprobación el próximo 16 de enero.
Si el estatuto de la FIFA puede llegar a estar en
unos 10 días, ¿cuál es el apuro de los 50 clubes para llamar justo ahora a una
Asamblea y no esperar a que se cumpla un requisito que saben bien que es básico
para tener el beneplácito de Zurich y no arriesgar una sanción que hasta puede
afectar a la selección nacional?
¿Desde dónde se explica que los clubes, que es
verdad que están en una grave situación económica por no haber cobrado las
últimas cuotas del Fútbol Para Todos de fines de 2016 -por el intento del Gobierno
de vaciarlos para justificar el ingreso de las sociedades anónimas-, necesiten
de estos dirigentes que cuando sí cobraron al día, y fortunas, dejaron un
agujero sin fin aunque tenían la chancha, los veinte, y la máquina de hacer
chorizos? ¿Desde cuándo esos dirigentes, o la mayoría de ellos, pueden ser
considerados ya no imprescindibles, sino mínimamente viables, máxime luego del
papelón del 38-38 de diciembre pasado?
Tapia llegó a manifestar, sin que se le moviera un
músculo de la cara, que si no se llegó a un acuerdo con Adidas para mejorar el
contrato en Herzogenaurach, o no hubo acuerdo con los derechos de TV, fue
solamente “porque no se aprobó la Memoria y Balance”. Como si las marcas o los
consorcios de TV no conocieran los desquicios de dirigentes que no van a
congresos, no estudian lo que ocurre con el marketing y la TV, no se cultivan, y siguen fichando jugadores aunque sus clubes no tengan para pagarle a sus
empleados.
Desde el punto de vista más político, cabe
preguntarse si puede ser viable una AFA manejada sin ningún apoyo de los clubes
grandes (todos menos Independiente, que si coquetea con Tapia es porque su
presidente, el sindicalista Hugo Moyano, es el suegro del líder de la
agrupación). Hay que recordar que tras la muerte de Julio Grondona, el 31 de
julio de 2014, lo primero que hizo su sucesor en el cargo de presidente de la
bastardeada institución, Luis Segura, fue convocar de inmediato a los
presidentes de los clubes grandes para saber si contaba con su apoyo.
Es cierto también que los clubes grandes tampoco son
ningunos santos y que cuando en 2016 notaron que no les daban los votos en la
Asamblea, bien que intentaron dar un golpe de Estado y armar por fuera la Superliga,
sin aceptar que les ganaran en las urnas.
De cualquier manera, y como se sostiene en el libro “AFA,
el fútbol pasa y los negocios quedan” –que sería interesante que los dirigentes
en pugna pudieran acceder y estudiar-,se mantiene desde siempre un debate sin
solución porque los clubes chicos siguen creyendo que la votación debe
realizarse con la metodología del Senado (la misma cantidad de representantes
por provincia) y los grandes, como en Diputados (por cantidad de habitantes) y
por supuesto que a las dos partes les asiste algo de razón.
Pero así como las dos partes han tenido argumentos
en los 82 años de existencia real de la AFA como tal, hoy por hoy ambas carecen
de legitimidad por el desastre que han causado en tantos años de dislates
(sumados al corolario de 38-38) y que dieron lugar a esta última intervención
rara avis in extremis, y que todavía puede derivar en mayores problemas.
De nada sirve reunir el número indicado de
asambleístas sin la FIFA insiste con que primero hay que votar el estatuto
nuevo como requisito para llamar a elecciones, y mucho menos sin el apoyo de
los clubes más representativos.
La jugada, es claro, apunta a mantener desesperadamente
el statu quo, es decir, el viejo sistema del grondonismo, de favores por
favores, y del centralismo por el cual el Conurbano Bonaerense es más poderoso
que clubes provinciales con miles de seguidores y una historia riquísima, pero
que jamás se atreven a dar el paso definitivo hacia un fútbol distinto.
El fútbol argentino parece marchar cada día con más
fuerza hacia sanciones mayores que le pueden ocasionar desastres aún peores,
aunque tal vez le sirva para que cuando ocurran, la culpa la tengan los de
afuera.
Otra vez sopa…
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