2. Fútbol, identidad, y su
utilización política y religiosa
Daniel Burdsey y Robert Chappell, de la Brunel
University, del Reino Unido, afirmaban (Soldiers,
sashes and shamrocks: Football and social identity in Scotland and Northern
Ireland) que hay que destacar el continuado papel del fútbol en el
proceso de construcción y mantenimiento de la identidad desde tiempos remotos
(cuando era algo muy distinto del deporte que es hoy en día).
Y añadían que, aunque algunas personas buscan la
competición deportiva exclusivamente por su valor intríneso, es importante
reconocer que para muchos otros, el deporte, y en especial el fútbol, juega un
papel mucho más importante en sus vidas.
Así, citaban a J. Coelho, que
resaltaba cómo “los equipos de fútbol adquieren una vasta y compleja
significación y simbolismo sociales que terminan por superar el siemple
resultado de una competición deportiva”
Y es que, como remarcaban John Sugden
y Alan Tomlinson (Hosts and Champions: Soccer Cultures, National Identities
and the USA World Cup), el deporte, en muchos casos, “informa sobre y
renueva la memoria popular de las comunidades, y ofrece una fuente colectiva de
identificación y expresión comunitaria para aquellos que siguen a equipos”. En
este sentido, Jeremy MacClancy (Sport, identity and ethnicity) sugería
que los deportes “son vehículos de identidad, proveyendo a la gente con un
sentido de diferenciación y una manera de clasificarse a sí mismos y a otros”.
Así, comentaban Burdsey y Chappel, apoyar a
un equipo de fútbol particular, no sólo ayuda a sentir una identidad compartida
con los pares, sino que funge como medio para diferenciarse de otros grupos.
“En muchos casos, la identificación con un equipo en particular indica qué o
quién uno es; e, igualmente importante, qué o quién uno no es”, resumían; y
citaban a Brainer y Shirlow, que proponía que “apoyar a un equipo de fútbol
permite a los hinchas expresar su oposición a identidades rivales, mientras
celebran la propia”.
Para ello, el fútbol debe ocupar un lugar prioritario o, cuanto menos,
relevante en las preferencias de una sociedad dada.
Y ampliaban diciendo que “la lealtad futbolística juega una parte significativa en las respectivas identidades sociales para protestantes y católicos en estos países (Escocia e Irlanda del Norte).”
Es decir, el fútbol, brindaría así un contexto, un ámbito de expresión, de
escenificación, de cuestiones y mecanismos sociales que de otra manera, muy probablemente
permanecerían “ocultos” a la mirada cotidiana. Este marco, pues, pondría en
evidencia (a la vez que serviría como una suerte de reservorio y amplificador
de sentimientos,) aspectos sociales
“esquivos”, a problemáticas preexistenes que, en su versión más extrema, se
manifiestan de manera violenta (esa violencia que se esqiva restringiéndola a
un fenómeno exclusivamente “futbolístico”); además de ofrecer un ámbito –
especialmente la grada - muy particular para ciertas desinhibiciones, para una no
siempre sutil ruptura con las “reglas” que regulan las relaciones cotidianas.
Justamente, Burdsey y
Chappell referían que con el Celtic y los Rangers – los clubes con las más
fuertes tradiciones político-religiosas en Escocia -, el fútbol parece ser utilizado
como guardián y promotor de identidad la identidad histórica asumida por estos
clubes. Y, añadían, la manera más efectiva en que los hinchas de fútbol pueden
articular los elementos de su identidad es a través de su comportamiento en un
partido de fútbol, ya que no sólo se encuentran juntos individuos similares,
sino que se encuentra el “otro”, “lo que brinda a ambos grupos de hinchas un
ambiente relativamente seguro – en la Argentina, por ejemplo, ni eso – en el
cual pueden expresar los aspectos de su identidad y comportarse de una manera
que no sería socialmente aceptable en otro lugar”.
El fútbol devenido en algo así como un “corralito” y en un canal de
expresión para la afición, o facciones (muy visibles, que suelen actuar con la
anuencia o silencio de la mayoría) de la misma, que operarían como un reflejo o
como un testimonio de cuestiones sociales más profundas. De esta manera, podría
incluso llegar a funcionar como coartada involuntaria de ciertos
comportamientos a los que arranca de la marginalidad, del ostracismo, y echa en pleno rostro a la sociedad que, por
lo general, se hace la desentendida, encubriendo la realidad con
interpretaciones y eslóganes fraudulentos y vacuos: la “violencia del fútbol”,
el “problema del fútbol”.
En este sentido, Brian Phillips (The Scotish Play, Celtic
vs. Rangers, and what happens when a sports rivalry gets completely out of hand;
Slate, 23 de marzo de 2011) apuntaba al corazón del problema: “Ahora,
politicos, la policía, los medios y la iglesia están exigiendo un cambio. Pero
la rivalidad [entre el Rangers y el Celtic] refleja tensiones sociales que
nadie ha hecho tanto por fomentar como las propias instituciones sociales que
ahora culpan al fútbol por los males del país... Que los políticos y curas
lancen un J'accuse contra los
clubes, mientras ignoran las formas en que sus propios predecesores alimentaron
ese mismo conflicto, es tratar un síntoma como si fuese la enfermedad”.
Y la prensa repite, tan cómodamete: “la violencia del fúbol”. Y todos tan
contentos: localizado el “problema”, prudentemente vestidos de todos de “moral”
y “corrección”...
Finalizando
Comentaba Levinsky, en una oportunidad, que durante los años 1990, desde Argentina, se buscó
asesoramiento en Inglaterra para atajar la violencia en el fútbol. La respuesta
que llegó fue evidente (menos, claro está, para quienes creían que toda
violencia es la misma, en tanto y en cuanto se manifieste en las gradas o en
los aledaños de un estadio de fútbol; es decir, que la violencia se
circunscribe exclusivamente a ese ámbito): los contextos no son los mismos, las
causas no son las mismas. Es decir, las sociedades que engendran esa violencia,
no son las mismas.
Así, estudiar al fútbol desde las ciencias sociales es, dada la relevancia
de este deporte a nivel internacional, de suma relevancia, porque por
intermediación suya existe la posibilidad de comprender diversos hechos
sociales, así como detectar problemáticas que no se evidencian cotidianamente.
Precisamente, Daniel Burdsey y
Robert Chappell decían que sería interesante llevar a cabo un estudio
etnográfico del fútbol. Los académicos se referían al ámbito de su estudio
(Irlanda del Norte y Escocia), pero sin duda su inquietud cuya escala
trasciende aquél ámbito, puesto que proponían un estudio con un acercamiento
particularmente centrado en las historias vida/ la historia oral, con el fin de
examinar las interpretaciones y reflexiones personales de individuos sobre el
fútbol en contextos particulares: qué papel juega en sus vidas, qué les aporta en
términos sociales, qué les exige en dichos términos; qué les evidencia.
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