En el verano europeo pasado, la dirigencia del
Sevilla tuvo su única duda: fue cuando se enteró de que existía una mínima
chance, pero chance al fin, de que su nuevo entrenador, el argentino Jorge
Sampaoli, al que fue a buscar con total convicción, abandonara el club para
irse a dirigir nada menos que a su selección nacional, como es su sueño desde
hace mucho tiempo.
Pero el entrenador tenía una altísima cláusula de
rescisión, sabía que de irse posiblemente las puertas del fútbol europeo se le
cerrarían por mucho tiempo al abandonar su lugar demasiado pronto (de todos
modos, ya la AFA había hecho lo mismo con Marcelo Bielsa cuando éste dirigía al
Espanyol en 1998), y al fin de cuentas, luego de dirigir a equipos pequeños en
Sudamérica y tener un resonante éxito al ganar la Copa América con la selección
chilena, esta era una gran ocasión para demostrar que estaba para más en su
carrera.
Esta situación actual del Sevilla, cuando promedia
la temporada 2016/17, es un evidente salto de calidad respecto de las
anteriores en todo sentido y tiene, también, un gran mérito de la dirigencia,
pero en especial de su director general deportivo, Ramón Rodríguez Verdejo, (más
conocido como “Monchi” en el ámbito futbolero), que no quiso quedarse con los
laureles nada desdeñables de las cinco Europa Leagues ganadas (de hecho, es el
campeón vigente) y apostó por mucho más, por tratar de acercarse a las
potencias como Real Madrid, Barcelona y Atlético Madrid.
De hecho, hoy el Sevilla, por títulos, riqueza de su
plantilla, funcionamiento, continuidad y resultados, comienza a ocupar el lugar
dejado por el Valencia, cuyos dislates institucionales lo han llevado a pelear
ahora por salvarse de descender a Segunda.
No resulta entonces para nada casual este presente
del Sevilla, segundo en la Liga con 39 puntos, a uno del puntero Real Madrid
(que tiene un partido menos y podría alejarse hasta cuatro puntos), y también
clasificado para octavos de final de la Champions League, algo que no había
conseguido en ediciones anteriores en las que al no poder pasar su grupo
inicial, acabó jugando (y luego ganando) la Europa League.
Tampoco es casual que el Sevilla haya vencido el
pasado domingo al Real Madrid, quitándole un invicto de 40 partidos, récord histórico en España, porque ya había estado a
punto de conseguirlo a mediados de semana por la Copa del Rey pero en aquella
ocasión, una genialidad de Karim Benzema en la última jugada del partido logró
impedirlo.
También por la Liga, en un colmado y eufórico
estadio Ramón Sánchez Pizjuán, el Real Madrid estuvo a segundos de continuar
con el récord pero a diferencia del partido de Copa, se encontró con un golazo
del nuevo fichaje de los andaluces, el experimentado delantero montenegrino
Stevan Jovetic, quien ya ha marcado dos goles en ambos encuentros ante los
blancos y quien acaba de llegar cedido con una opción de compra de 14 millones
de euros.
Si el Sevilla venía mejorando su plantilla, no cabe
duda de que esta vez la dirigencia ha querido complacer al cotizado entrenador Sampaoli
(uno de los preferidos por los jugadores de la selección argentina, que habían
pedido su fichaje), y por esta razón, los jugadores que han llegado han sido
todos de gran nivel, como el brasileño Paulo Henrique Ganso, el francés Samir
Nasri, o los argentinos Gabriel Mercado y Franco Vázquez.
En cuanto al juego, Sampaoli tiene un parecido a su
compatriota Diego Simeone en cuanto al esfuerzo de sus jugadores y a cómo vive
intensamente cada uno de los partidos, casi jugándolos a la par de sus
dirigidos desde la línea de cal, pero hay una diferencia en el sentido
estético.
Si Simeone es un defensor acérrimo del pragmatismo y
los resultados, Sampaoli, quien proviene de la escuela de Marcelo Bielsa, cree
en el aceitamiento de un sistema y en determinados métodos para que sus equipos
tengan una determinada estética, más allá de la cosecha de puntos.
Pueden dar fe los chilenos, que nunca habían ganado
un torneo sudamericano hasta que Sampoli sacó absoluto provecho de la localía
en la Copa América de 2015 y hasta tuvo que manejar situaciones disciplinarias
muy complejas como el accidente de una de sus máximas estrellas, Arturo Vidal,
durante el torneo.
Pero en la final, tanto Lionel Messi como sus
compañeros de Argentina tuvieron que sentir el rigor en la marca y la asfixia
en la presión característica de los equipos de Sampaoli, quien no por eso
impidió que brillaran un diez clásico como Jorge Valdivia o sus delanteros
Vidal y Alexis Sánchez.
A diferencia del Atlético Madrid de Simeone, si biel
el Sevilla presiona en todos los sectores de la cancha, también utiliza
jugadores con muy buen pie como ejes, especialmente Nasri y Vázquez, pero
también Ganso si es necesario.
En un fútbol mundial que va perdiendo las características
de los “números diez”, Sampaoli trata de recurrir a los que puede, y busca
delanteros no sólo con gol sino con capacidad resolutiva a partir de la
técnica, como el recién llegado Jovetic pero también como Wissan Ben Yedder o
Luciano Vietto.
El Sevilla no se ha conformado con lo que ha ganado
y va por más. Parece tener con qué, y esa es una buena noticia para un fútbol
español que siempre oscilaba entre los mismos ganadores.
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