martes, 19 de diciembre de 2017

Antisemitismo y engaños, obstáculos que alejaron a Bassat de la presidencia del Barcelona (Enlace Judío, México)




Faltaban pocos días para las elecciones presidenciales del 15 de junio de 2003 un Fútbol Club Barcelona en crisis, cuando un canal de televisión catalán organizó un debate entre los candidatos. Dos de ellos llegaban cabeza a cabeza, el publicista Luis Bassat y el abogado Joan Laporta. Los otros cuatro, que completaban el cuadro, eran el conocido agente de futbolistas Josep María Minguella, el ex vicepresidente del club, Jaume Llauradó, Josep Martínez Rovira y Jordi Majó.

El intercambio parecía normal hasta que LLauradó, el mismo que había sido factótum de la llegada del crack argentino Juan Román Riquelme un año antes y que había prometido un estadio para 150.000 espectadores y fue impulsor de las selecciones catalanas, inquirió a Bassat, de manera inesperada. “¿Por qué no dice cuál es su segundo apellido?”.

El reconocido publicista, que encabezaba la mayoría de las encuestas, respondió entonces: “Me llamo Coen. Es un apellido judío, por si alguien no lo sabía, y estoy muy orgulloso de él. Si me llamara Rodríguez, de segundo apellido, seguro que usted no habría hecho esa pregunta”.

Bassat, entonces, se levantó de la silla y sigue pensando que no hubo ningún malentendido en ese momento, y es lo que le dijo en ese recuerdo al periodista Vicenç Villatoro en el libro que apareció hace unos meses llamado “El regreso de los Bassat” (Editorial RBA).

Para esas elecciones, uno de los candidatos había hecho una encuesta entre mil socios del Barcelona preguntándoles que les parecería que el club tuviera un presidente judío, y Bassat no fue el ganador, aunque “no sólo por eso”.

Lo cierto es que LLauradó, el inquisidor en el debate televisivo, no tenía ninguna posibilidad, y lo sabía. El entonces CEO de Eriasa, una empresa de explotación de rocas industriales por todo el mundo), sólo favoreció a Laporta, quien se había hecho muy conocido al tratar de imponer una moción de censura al entonces presidente Josep LLuis Núñez desde una plataforma que se llamó “Elefant Blau” (Elefante Azul) que desde ese momento no paró de ascender hasta imponerse en los comicios, aunque mediante un método muy particular.

De hecho, Bassat no sólo estaba acompañado por los mejores hombres posibles como Salvador Alemany y Miquel Roca Junyent-uno de los padres de la actual Constitución española-, sino que su director deportivo iba a ser un tal Josep Guardiola, quien haría historia cinco años más tarde como entrenador, ya con Laporta como presidente.

La basa de la campaña de Laporta era la promesa del fichaje de una de las estrellas del Manchester United, el metrosexual David Beckham, futbolista que asiduamente aparecía en la farándula del espectáculo por estar casado con la ex Spice Girl, Victoria Adams, con quien se encontraba de vacaciones veraniegas en Los Ángeles.

Esa promesa generaba dudas y sospechas, porque al mismo tiempo se decía que el Real Madrid ya había cerrado la operación y era claro que el jugador encajaba mucho mejor en el proyecto de la contratación de jugadores “galácticos” de ese calibre por parte del presidente blanco, Florentino Pérez, pero los dirigentes de la capital española habían mantenido un prudente y extraño silencio.

“El jugador encaja perfectamente en nuestro proyecto”, sostuvo Laporta, quien hizo pública una oferta de 57 millones de euros al Manchester United,  lo que motivó que Beckham, desde Los Ángeles, se mostrara “muy disgustado y sorprendido” por la versión, y afirmara que se sentía “un instrumento de la batalla electoral” del Barcelona.

Laporta, entonces, dijo que esas declaraciones formaban parte de “una estrategia de negociación”, en tanto Bassat calificaba la operación de “osadía peligrosa” porque consideró que los fichajes “deben hacerse de acuerdo con el director técnico y el entrenador viendo qué es lo mejor para el equipo y no al revés” y sentenció que en estas elecciones del Barcelona, “juegan un equipo contra un futbolista virtual”.

Si el Real Madrid permanecía el silencio en referencia a la extraña “Operación Beckham”, más llamativo parecía lo del Manchester United, que hizo lo mismo hasta horas antes de las elecciones, a no ser que se explicara porque al mismo tiempo, las acciones del club en la bolsa se dispararon un 5 por ciento.

A pocos días de las elecciones (exactamente seis), sorpresivamente, el Manchester United  anunciaba que había aceptado la oferta del Barcelona por Beckham, lo que acabó disparando los votos para Laporta, finalmente ganador de los comicios presidenciales. Sin embargo, todo había sido una puesta en escena.

Quien había participado de las negociaciones para este anuncio, que daría frutos en votos, había sido un agente de jugadores de muy buenas relaciones con el Manchester United, al punto de conseguir este “favor” del anuncio, para luego colocar a uno de sus representados, el arquero turco Rustu Recber (mundialista en Japón-Corea 2002) en el plantel del Barcelona.  La jugada había salido bien.

Un día después de las elecciones en el Barcelona, Real Madrid anunciaba oficialmente el fichaje de Beckham por 25 millones de euros.

Bassat había sido presa de un juego perverso, con intereses y antisemitismo incluido, aunque no podía decir que lo que le había ocurrido era novedad. Ya había visto otro caso alrededor del Barcelona cuando el gran delantero holandés Johan Cruyff llegó al equipo en 1973, y le cayeron duro porque le hicieron fama de judío, aunque no lo era. Y lo relata en otra parte de su riquísimo libro.

“Era un chico de una familia humilde de un barrio de Amsterdam emparentada con judíos holandeses. Varios miembros de su familia, sobre todo por parte de su mujer, murieron en el Holocausto”, recuerda.


Tras aquella experiencia fallida para la presidencia del Barcelona, que había sido la segunda, Bassat desistió de insistir.  “Seguramente habría tenido que hacer cosas que no habría querido, y eso no vale la pena”, explica.

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