Si hubiera que definir la importancia del Clásico
del próximo sábado en el Santiago Bernabeu por la situación en la tabla de
posiciones en la Liga de cada uno de los dos rivales, bien podría concluirse
que no se trata de uno de esos partidos que, al menos en la lucha por el
título, pueden quedar en la historia y ni siquiera, a esta altura, que puedan
ser demasiado determinantes.
Lo cierto es que, a día de hoy, el Barcelona tiene
un andar que parece difícil de quebrar, con apenas tres empates cedidos en
dieciséis jornadas, con 42 puntos sobre 48 posibles, y superando a todos los
rivales con mucha facilidad, especialmente en el Camp Nou, porque no siempre ha
jugado bien y hay algunos de sus jugadores que fueron recuperando su nivel en
los últimos partidos para llegar en su mejor estado para el encuentro del
sábado.
La gran prueba de ello es lo ocurrido este pasado
fin de semana ante un buen Deportivo La Coruña, que hizo todo lo que pudo en el
Campo Nou pero si no fuera por el gran desempeñó de su portero Rubén, que
incluso alcanzó a parar un penalti a Lionel Messi, la distancia en el marcador
pudo haber sido largamente mayor al elocuente 4-0 final, con cuatro remates en
los que el balón acabó en los palos (por cierto, tres del argentino) y un gol
de Luis Suárez que no se contabilizó sólo porque la Liga sigue sin aceptar la
tecnología aunque más no fuere, para determinar lo básico, si la pelota
atravesó la línea final o no.
Este Barcelona, amplio líder de la Liga con seis
puntos de ventaja sobre el Atlético Madrid y ocho sobre el Valencia, ya le sacó
once puntos al Real Madrid, aunque los blancos tienen un partido pendiente por
haber tenido que disputar el pasado fin de semana el Mundial de Clubes de
Emiratos Árabes Unidos, pero aún así, la brecha entre ambos es demasiado
grande.
Pese a todo lo citado anteriormente, tampoco puede
señalarse que este Barcelona sea un equipo deslumbrante. Su entrenador, Ernesto
Valverde, operó con mucho más sentido común que su antecesor Luis Enrique
Martínez y pudo sacar provecho también de la llegada del brasileño Paulinho,
que si es por su juego de estos meses, poco se entiende que haya sido tan
golpeado por los críticos en su paso por el Tottenham, antes de recalar en la
liga china.
Un Barcelona sin Neymar, que también perdió a su
contratado para reemplazarlo, Osmane Dembélé, y que no tuvo a un Luis Suárez
tan contundente en los primeros meses, se vio obligado a sumar un volante,
adelantar a un Andrés Iniesta irregular en lo físico que lo alejó varios
partidos de la titularidad, para quedar entonces arriba sólo con Messi, que
tiende a retrasarse a buscar la pelota, y entonces el notable goleador uruguayo
quedó demasiado solo para arreglárselas contra las defensas rivales.
Fue en ese tiempo que Paco Alcácer, que no entró con
buen pie en el Barça, se fue ganando de a poco un lugar, mientras que al
contrario, Gerard Deulofeu y Denis Suárez lo iban perdiendo, y ya en las
últimas jornadas, fue Luis Suárez el que acabó apareciendo con toda su
contundencia.
Pero este Barcelona también tiene demasiados frentes
para cerrar. Uno de ellos es el de la lesión de Samuel Umtiti, sólo salvada a
medias por la recuperación física del belga Vermaelen, pero el problema no
acaba de solucionarse porque Javier Mascherano pidió salir, luego de siete
años, para irse al Hebei Fortune chino en busca de una continuidad en el juego
que ya perdió como azulgrana cuando quedan apenas seis meses para el Mundial y
teme no llegar a Rusia en las mejores condiciones.
Mientras el Barcelona busca un reemplazante para
Mascherano (sería, en principio, el altísimo defensa central colombiano del
brasileño Palmeiras, Yerry Mina), también los rumores vuelven a señalar como
refuerzos a Philippe Coutinho, del Liverpool, y el propio dirigente Guillermo
Amor admitió conversaciones con el francés del Atlético Madrid, Antoine
Griezmann.
Por el lado de Real Madrid, si bien la Liga se
presenta muy lejos por el mal comienzo y la pérdida de muchos puntos, es claro
que el partido clave que puede permitirle acercarse es el del sábado ante el
Barcelona porque al menos ganando podría tener cierta ventaja en un futuro
average y de no hacerlo, ya sería casi un punto menos en una eventual remontada
durante la Segunra Rueda desde 2018, aunque todo indica que será muy
dificultoso, teniendo en cuenta que aún deberá ir, muy cerca del final, al Camp
Nou.
Pero no todo es la Liga. Real Madrid viene de ganar
el Mundial de Clubes por tercera vez en cuatro años, en un ciclo notablemente exitoso
de la mano de un entrenador de muy bajo perfil (pese a todo lo que fue como
futbolista), Zinedine Zidane, que supo manejar con mano izquierda un vestuario
pletórico de estrellas.
Ese título, que lo coloca como mejor equipo del
mundo por segundo año consecutivo, no llegó con facilidad, porque ha tenido que
sufrir mucho más de la cuenta contra el local Al Jazira en una extraña
semifinal en la que casi queda eliminado pese a haber dominado casi todo el
partido, chocando contra el portero rival, los postes (en eso, se parece a lo
que le ocurrió al Barcelona), y hasta el VAR mal utilizado en un mal anulado
gol de Casemiro (también parecido a lo ocurrido con el gol no cobrado a Suárez,
aunque sin tecnología).
Y ya en la final, tampoco le resultó fácil el Gremio
de Brasil, que retrocedió mucho, le planteó un partido duro y físico, y apenas
un libre directo, bien ejecutado por el infalible Cristiano Ronaldo, con la
ayuda de una barrera no del todo correcta, le dio la ajustada victoria final.
El Real Madrid tampoco ha estado jugando a su nivel.
Zidane lleva tiempo sin poder contar a pleno con su defensa completa (por
problemas físicos de Dani Carvajal y Sergio Ramos) y recién vuelva a ingresar
de a poco Gareth Bale para alimentar la esperanza de Zidane de regresar a la
BBC que tanto éxito le ha proporcionado en estos años.
En esa olla hervida que suele ser el Real Madrid
cuando pasan dos o tres semanas sin grandes resultados, llegaron a ser
cuestionados desde un tremendo centrodelantero como Karim Benzema (y todo
porque no convierte tanto, aunque fabrique cientos de espacios para sus
compañeros con un juego exquisito) hasta el propio Zidane, aunque tal vez el
último éxito en Emiratos Arabes haya logrado aplacar la situación.
¿Alcanzará al Madrid con la motivación de un título
como el del Mundial de Clubes, que mejora su autoestima, o acaso con la
probable vuelta de la BBC? ¿O llega mejor un Barcelona que no podrá contar con
Paco Alcácer y que probablemente obligue a un 4-4-2 en el Santiago Bernabeu?
Por si quedaran elementos, aún hay tres más. Uno de
ellos, es que siendo que se trata del primer partido del Real Madrid como
campeón mundial, el Barcelona debería realizarle el pasillo, aunque ya su
dirigente Guillermo Amor lo negó de plano. El segundo, que será el primer
partido tras las elecciones presidenciales del jueves en Cataluña, cuando ambos
equipos han sido representativos de intereses opuestos entre independentistas y
españolistas. Y por si faltara poco, Messi acumula en toda su carrera, entre
oficiales y no oficiales, 998 goles. ¿No será que llegará al mil justo ante su
más fuerte rival y frente a su mayor adversario en la lucha por el Balón de
Oro, Cristiano Ronaldo?
El sábado tendremos las respuestas para tantos (y
tan motivantes) interrogantes.
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