jueves, 28 de diciembre de 2017

Un fútbol para ricos




Se conocieron algunas medidas que comenzarán a regir en el fútbol argentino desde 2018 a partir de decisiones tomadas por la Superliga, y no queda otra que concluir que a partir de ellas, los clubes más poderosos se verán ampliamente beneficiados desde una política que los favorece como pocas veces antes, y que la influencia de la Liga Española es mucho mayor de lo que se podía llegar a imaginar cuando comenzó a ser consultada hace un año y medio.

La decisión de la Superliga de que regresen los visitantes después del Mundial de Rusia, más allá de que no es otra cosa que la de patear la pelota para adelante sin haber resuelto de fondo el problema (como lo demuestra el allanamiento a la sede de Independiente y a la empresa que estaba relacionada con el otorgamiento de 2000 entradas a los barras bravas haciéndolos pasar como socios del club, lo que no es otra cosa que connivencia entre la cúpula de la dirigencia y los violentos), va atada a otra que indica que serán los locales los que determinen si aceptan o no hinchas visitantes en los partidos.

Este punto conlleva una clara trampa porque a su vez, esta decisión se relaciona con otra, claramente influida por la Liga de Fútbol Profesional de España (LFP), acerca de que se penalizará a los clubes que en el momento de que la TV enfoque a las tribunas, no las llenen en un alto porcentaje de su total capacidad (se habla de un 75%).

Entonces, esta medida de la Superliga va orientada a favorecer claramente a los clubes con mayor cantidad de hinchas y socios porque cuando los equipos grandes jueguen como locales, no necesitarán visitantes al tener cubierto todo su estadio (y en algunos casos, con listas de espera de miles), y en cambio, habrá casos de clubes que de ninguna manera pueden llenar sus estadios y que ahora, presionados por la posible punición por el “efecto TV”, deberán recurrir sí o sí a los visitantes, que pueden aportar especialmente los poderosos.

De esta forma, los más ricos serán completamente locales y tendrán la posibilidad de un altísimo porcentaje de hinchas como visitantes, es decir que sacarán clarísima ventaja y no es que los clubes chicos pueden poner excusas de ninguna clase porque estarán obligados por la TV.

También desde este punto de vista, la vuelta de los visitantes a los estadios argentinos se inscribe mucho más en una lógica económica (llenar los estadios para que la TV los muestre repletos para que en el exterior se crean el verso del multitudinario fútbol nacional, como si allí hubieran nacido todos ayer a la noche), que desde la seguridad al no haberse resuelto ni siquiera mínimamente el problema básico que generó más de 300 muertos y la mayor parte de ellos, desde el Grondonato hasta hoy, es decir, en los últimos cuarenta años.

Como se señaló más arriba, la idea de la imagen de tribunas llenas hacia el exterior,  así como la de que los grandes jueguen partidos en horario matutino,  provienen de la LFP española que dirige Javier Tebas Medrano, ex socio de Marcelo Tinelli en el Badajoz a fines de los años Noventa. Precisamente el showman de la TV argentina y dirigente de San Lorenzo de Almagro fue su valedor para acercarlo al fútbol argentino cuando comenzó a consolidarse la posibilidad de la Superliga.

De hecho, Tebas Medrano implementó el mismo castigo para los clubes españoles que no muestren un lleno del 75 por ciento de la tribuna cuando la enfoque la TV y por esto mismo, Celta de Vigo fue castigado hace unos meses, mientras que la semana pasada, Real Madrid y Barcelona se enfrentaron en el Clásico español en el Santiago Bernabeu en horario matutino para que de esta forma pueda ser visto por el público asiático, en especial chinos y japoneses.

“Para nosotros, un espectador chino es igual que uno español”, sostiene Tebas Medrano, para quien todos son consumidores, no hay un vínculo ligado al afecto y a la pasión o a la tradición como en el pasado, en una estricta lógica de mercado. Es la única forma, cree, de pelearle alguna parcela a la Premier League inglesa, que lleva décadas influyendo en los asiáticos por su penetración cultural.

No parece casualidad la frase vertida por el titular de la Liga Rosarina de Fútbol, que sonó en medio del silencio dirigencial, en el momento de la firma del Estatuto de la nueva Superliga, cuando afirmó que sus colegas de todo el país “firmaron el acuerdo sin saber lo que estaban firmando”, en un hecho que se repite si se toma en cuenta lo que ocurrió en los años Noventa cuando la dirigencia del fútbol firmó el contrato de cesión de los derechos de TV con la empresa Tele Red Imagen (TRISA), sociedad entre Torneos y Competencias y el Grupo Clarín.

Con el tiempo, no sólo el entonces presidente Julio Grondona abandonó el acuerdo con TRISA para cerrar con el Estado en lo que fue el programa Fútbol Para Todos en 2009, sino que tras la redada de mayo de 2015 en Suiza, y el conocimiento de la causa llamada “FIFA-Gate” se conoció que no sólo los clubes argentinos habían sido esquilmados desde 1991 hasta 2009 sino que Torneos había pagado sobornos a los dirigentes argentinos y sudamericanos para quedarse con derechos internacionales de TV, reconocido por Alejandro Burzaco, ex CEO de la empresa, hoy con prisión domiciliaria en Nueva York tras pagar 21,7 millones de dólares de fianza y 113 millones, como multa, su empresa.

También hay que recordar que en vida de Grondona (fallecido en julio de 2014), Tebas Medrano tenía prácticamente prohibido su paso por el fútbol argentino. Enfrentado duramente a Ángel María Villar –una especie de hermano mellizo de Don Julio que presidió la Real Federación Española por 29 años, desde 1988 hasta este año, cuando fue desplazado por corrupción-, recién ahora pudo lograr quitárselo de encima aunque pende sobre el fútbol español la posibilidad de quedar fuera del Mundial de Rusia si la FIFA considera que hubo intromisión estatal en la medida.


En cuanto al hecho de que se pueda implementar en el fútbol argentino un sistema parecido al del ID Fan del Mundial de Rusia, lo que parece más acertado es que ahora es el Estado el que toma las riendas de la seguridad en los espectáculos deportivos y no los deja más en manos de los dirigentes de los clubes, por lo general cómplices de los violentos y con la coartada de poder excusarse alegando que no se sienten seguros sin la protección estatal.

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