Eran las 9 de la mañana del 28 de noviembre de 2000
y en el lobby del hotel del Real Madrid, este columnista conversaba con César,
el portero suplente de Iker Casillas, a menos de medio día de jugarse la final
intercontinental ante Boca Juniors.
En ese momento, la consulta a César se refería a que
muchos jugadores daban vueltas por los pasillos del hotel y era demasiado
temprano para eso. El portero respondió que aquello se debía a que la mayoría
de los jugadores del Real Madrid no podían dormir bien porque seguían con el
problema de la diferencia horaria con Europa.
Este columnista, entonces, le advirtió a César que
el Real Madrid tendría enfrente a un equipo muy complicado, como el Boca de
Carlos Bianchi, que había logrado vencer en la final de la Copa Libertadores de
América al Palmeiras de Luiz Felipe Scolari y que si tenía problemas físicos
por falta de sueño, lo podía llegar a pagar muy caro.
“No lo crea, nosotros somos el Madrid”, me dijo el
portero con total seguridad. Pero los blancos, con un equipo de cracks de la
talla de Figo, Makelele, Roberto Carlos, Hierro, Helguera, Casillas y Raúl ya
perdía 2-0 muy pronto, y acabó quedándose sin el título.
Una sensación parecida, aunque no exactamente la
misma, es la que hoy se tiene sobre este Real Madrid, compuesto por jugadores
sensacionales desde lo técnico, muchos de ellos integran habitualmente el once
del mejor equipo del mundo del año para la FIFA, y de hecho, estamos
refiriéndonos al actual campeón mundial y al bicampeón de la Champions League,
algo que ningún otro club consiguió en la historia de esta competición desde
que utiliza este nombre.
Sin embargo, es muy aventurado sostener que el Real
Madrid llega al compromiso de semifinal del próximo miércoles en Emiratos
Arabes ante el Al Jazira en su mejor nivel, tomando en cuenta sus actuaciones de
esta última parte del año.
Tal vez el último partido de Liga ante el Sevilla,
con un tremendo 5-0 conseguido en la primera parte y ante un rival que pocas
veces sufre una goleada semejante pueda ayudar a recomponer anímicamente a los
blancos, especialmente porque se notó la recuperación de algunos jugadores como
el cada vez más cuestionado Karim Benzema, o cierta levantada de nivel de Toni
Kroos, pero persisten las dudas y ya en muchas encuestas entre seguidores
madridistas, hasta el propio Zinedine Zidane es puesto en duda en cuanto a su
continuidad para 2018.
Es un Real Madrid extraño, como si tantos títulos y
elogios lo hubieran relajado demasiado, algo que suele ocurrir luego de un
determinado período exitoso y no hace falta ir muy lejos porque le ocurrió a
Carlo Ancelotti antes de la llegada de Rafa Benítez al banquillo, luego de que
el italiano ganara la Champions con un muy buen manejo de vestuario, lo que
muchos contrastaron con los permanentes inconvenientes que presentaba José
Mourinho, que consiguió que el club blanco fuera visto con antipatía en buena
parte del Planeta Fútbol.
Tras un breve lapso de Benítez, el presidente del
Real Madrid, Florentino Pérez, optó por darle una oportunidad al entonces
ayudante y una de las grandes figuras como jugador del club de los primeros
años del siglo XXI, el francés Zidane y cuando todo indicaba que sería una
transición pero que al menos el vestuario se calmaría, muchos encontraron a un
nuevo Vicente Del Bosque, capaz de reir con el periodismo y desacartonar
situaciones que antes parecían de difícil resolución.
Con simpleza (al fin y al cabo, el fútbol es un
deporte más sencillo de lo que nos quieren hacer creer desde una industria que
necesita justificar tanta gente a su cargo y tanto gasto inútil), Zidane fue
demostrando que podía armar un equipo que llegaría lejos y mejorando mucho el
sistema de juego.
Sin embargo, el Real Madrid de la actual temporada
no deja de ser un jeroglífico. Entre las lesiones y los cambios tácticos, por
ejemplo, ya casi no se dejó ver aquella famosa BBC que le peleó siempre palmo a
palmo a la ya rota MSN del Barcelona.
El propio Zidane dijo días pasados que quiere volver
a ver a la BBC pero un Gareth Bale con una notable cantidad de lesiones dejó
espacio para que saliera a la luz al talento de Isco, no sólo en el Real Madrid
sino en la selección española, y eso fue obligando a un cambio de esquema desde
un 4-3-3 a un 4-4-2, pero luego también Dani Carvajal fue perdiendo espacio por
otra lesión al tiempo que Isco ya en las últimas semanas no fue el que era,
acaso algo desgastado por tantos partidos, y Kroos no alcanzó la precisión de
meses anteriores.
Entonces, esta irregularidad castigó a un Real
Madrid que no respondió del todo en ninguno de los tres frentes. En la
Champions League no pudo pasar del segundo lugar en la fase de grupos, por
detrás del Tottenham Hotspur, al que no pudo vencer, en la Liga se encuentra
lejos del líder Barcelona, si bien le puede acortar distancia el próximo 23 en
el Santiago Bernabeu, mientras que en la Copa del Rey estuvo a punto de
protagonizar un escándalo ante el Fuenlabrada aunque el tibio 2-2 final puso
paños fríos al asunto.
¿Cuál es, entonces, el Real Madrid que veremos esta
semana que viene en el Mundial de Clubes? ¿el de esta temporada, el del 5-0 al
Sevilla o el que deslumbrara en la final de la Champions en Gales ante la
Juventus en mayo pasado? ¿Le alcanzará este nivel para vencer en la final
posiblemente al Gremio de Brasil con figuras como Arthur –cerca de pasar al
Barcelona- o el portero Marcelo Grohe, que acaba de ganar la Copa Libertadores?
Seguramente algún dirigente del club que haya estado
en aquella final intercontinental ante Boca Juniors en 2000 tratará de no
repetir aquella idea de que “somos el Madrid” y que con eso alcanza, porque
otra vez se puede pagar caro. También le ocurrió algo parecido en la final de
2016, cuando casi lo sorprende el Kashima Antlers.
También es cierto que con estos jugadores, incluso
es posible una exhibición de gran fútbol.
La gran pregunta es cuál de todas las caras del Real
Madrid veremos en el Mundial de Clubes. En pocos días sabremos la respuesta.
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