Es el día de hoy que el Mellizo Guillermo Barros
Schelotto sigue tratando de convencer por todos los medios al presidente de
Boca Juniors, Daniel Angelici, para que el muy hábil Ricardo Centurión vuelva a
vestir los colores ahora que en febrero comienza la participación del equipo en
la ansiada Copa Libertadores. Sin embargo, las puertas para él siguen cerradas.
La explicación de Angelici es que no se trata de lo
que Centurión puede llegar a jugar (de eso no hay dudas), sino que como jugador
de Boca, debe comportarse de determinada manera y si no, no puede vestir esa
camiseta.
En Inglaterra, aunque por cuestiones ligadas a la
corrupción (lo cual no deja de ser también una forma de comportarse fuera de
los terrenos de juego, que no quita que se trate de buenos profesionales dentro
de él), la Football Asociation (FA) ya se comió a dos entrenadores de la
selección, como Sven Goran Ericksson a principios de siglo, y más
recientemente, a Sam Allardyce.
En ese tipo de países, una actitud como la del
director técnico de la selección argentina, Jorge Sampaoli, la noche del 23 de
diciembre en Casilda, cuando maltrató a un agente callejero que simplemente
indicó que en su coche había más gente que la permitida, y utilizando su mucha
mayor ganancia de dinero, no es más que una anécdota complicada, una mancha que
con el correr de los meses puede quedar en la nada misma si luego, por ejemplo,
el entrenador regresa con la Copa del Mundo en sus manos.
Algo así como que no importan las formas, si el
objetivo final se consigue. Estamos refiriéndonos al “resultadismo puro”, aquel
que se reclama dentro de la cancha, sin que para miles de aficionados interese
cómo se llegó a ese final. No parece, en muchos casos, importar el trayecto
sino sólo el fin.
Ese resultadismo, bombardeado durante décadas por
una prensa monopólica que ni siquiera dio lugar a alguna alternativa, en la que
los soporíferos “cero a cero” resultaban “interesantes tácticamente” y en la
que los córners eran “para Bielsa o para Griguol” y no para el equipo, se fue
expandiendo desde adentro hacia afuera y hoy todo vale, mientras eso redunde en
resultados “positivos”.
En la Argentina futbolera, expresémoslo de una vez,
sólo importa la Copa del Mundo, y si Sampaoli parece el más apto para dirigir a
un equipo para conseguir el objetivo más preciado, la sociedad está dispuesta a
mirar para otro lado y perdonarlo todo.
Basta con una disculpa (que desde ya que es mejor
que nada y que en esta misma sociedad muchos, incluso funcionarios de alto
rango y con delitos gravísimos, no la piden) como para que todo siga y nadie
espera nada, desde hace muchos años o acaso desde siempre, de esta AFA
neogrondonista con ropaje moyanista.
Del fútbol, del cinismo que desde hace mucho tiempo que
lo rodea, no hay nada que pedir, y muchísimo menos, exigir. Si en el Grondonato
la AFA se dio el lujo de enviar un reporte de un partido con las formaciones,
goles y cambios cuando la Defensoría del Pueblo de la Ciudad pidió información
sobre el estado de la cancha en la que se habían producido incidentes, mucho
menos puede esperarse que tome cartas en el asunto de Sampaoli, quien además es
sostenido por la base del plantel albiceleste que lleva años tomando decisiones
de peso.
Pero Sampaoli no sólo es sostenido por la AFA sino,
como ya se vino sosteniendo desde este blog, también por un sector de la prensa
vernácula encantado con ciertas cuestiones de imagen que le resultan simpáticas
como los tatuajes, o el fanatismo del DT por Callejeros o mucho más aún por Los
Redondos y por su pasado peronista.
A partir de allí, durante este lapso errático de
Sampaoli por la selección argentina (que estuvo a un tris de no clasificarse al
Mundial y que fue salvada por el genio de Lionel Messi), se le llegó a
justificar cualquier acción, desde mostrarse “trabajando” en sus giras por el
exterior para visitar jugadores, como si fuera algo nuevo y revolucionario y
resulta que eso mismo hicieron todos sus antecesores (hubo medios que llegaron
a medir el kilometraje de sus desplazamientos), otra ostentación de inversión
tecnológica y de supuesta modernización en los campos de entrenamientos de
Ezeiza con un excesivo número de colaboradores, hasta sus complicadas palabras
para referirse a ciertos temas para mostrar acaso una cultura bielsística tan
aplaudida por la pretendida intelectualidad.
Y aquí entra a tallar un nuevo eje, el de la grieta
de la sociedad que hace que entonces Sampaoli caiga de uno de los dos lados y
que, entonces, unos busquen atacarlo por cualquier flanco y los otros,
justificarle todo.
Hasta hubo algún periodista de muy respetable
trayectoria, que llegó a preguntar por qué no se le cae primero al titular de
la AFI, Gustavo Arribas, por su supuesto caso de corrupción por muchísimo
dinero, cuando no parece que se trate de una competencia sobre quién debe ser
más criticado, sino que se debería poder criticar a la cantidad de personas que
fueren en caso de merecerlo, sin importar qué piensan o de qué lado están.
Es interesante, además, desmenuzar el contenido de
las palabras de Sampaoli durante su incidente en Casilda, porque echó mano a
uno de los ejes de la relación entre el ámbito del fútbol desde los
protagonistas, y los que no pertenecen a él o bien lo miran desde afuera, en
carácter de espectadores más o menos comprometidos con el espectáculo.
Suele ser habitual que en la Argentina, en casos
extremos, los protagonistas respondan en el sentido de que los que están del
otro lado son una especie de fracasados que no tienen otra que mirar los
partidos desde el alambrado o detrás de él, es decir, algo así como “la
periferia” mientras ellos son “el centro”, “los que se la llevan” mientras que “los
giles” son “los que la tienen que poner toda”.
Ese esquema funciona también al revés, porque la lógica es "hacer la diferencia cuando se pueda" y así es que muchas veces hemos escuchado gritos de "fracasado, fracasado" desde las tribunas hacia jugadores que no habrán tenido gran éxito deportivo en el exterior pero que sí han podido ganar buen dinero. ¿No es acaso la misma lógica que la que opera con buena parte de la clase política que cuando llega a ocupar cargos en el Estado considera que esa es una oportunidad irrepetible?
En el punto anterior, hay también un rompimiento de ciertas
reglas tácitas como la del respeto del protagonista por el espectador, por el
hincha, por el que paga porque (nunca es tarde para recordarlo) estamos
refiriéndonos al fútbol profesional, es decir, se paga por ver un espectáculo
de 90 minutos, no es el parque en el que hay apenas un criterio de gusto y
voluntad y no hay ninguna obligación primaria del que juega al que mira.
Cuando no se respeta al que paga, al que está “afuera”
del protagonismo, al mismo tiempo se niega el criterio de espectáculo, de
obligatoriedad a ciertas reglas de cierto urbanismo, y otra vez llegamos a que
se transmite sólo que lo que interesa es el resultado final, algo así como “vos
querés que yo traiga la Copa, y mientras estoy en camino hago mis negocios y
vos, gil, tenés que bancarte todos mis gestos y mis decisiones, sin ninguna
opción”.
Entonces, que nada haya pasado con Sampaoli, que
todo quede en una mera disculpa, algo elemental pero que habría que ver si
habría existido de no haber sido filmado el instante del incidente, también
habla de la sociedad argentina toda y no sólo del entrenador.
Al fin de cuentas, cuando la AFA tomó la decisión de
contratarlo y de no hacerlo con otro colega, fue por determinados elementos,
que se supone que pasan por la experiencia, los conocimientos, el temple,
aunque todo indica que al final, pesaron más otras cuestiones como si es del
gusto de los jugadores de peso o si está dispuesto a convivir con una
institución de ética bastante particular. Si su conducta fue tenida en cuenta o
no, no se supo, pero en base a la reacción institucional, lo podremos deducir
enseguida.
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