jueves, 21 de diciembre de 2017

Ariel Holan tampoco pudo contra el monstruo que crearon los dirigentes




Ya está. Se fue Ariel Holan de Independiente. Ya no es más su director técnico. 

Cuando por fin llegaba a los Rojos alguien afín al club, del que es hincha desde chico, cuando era llevado por su padre, alguien con deseos de cambiar el paradigma de los negocios y las mafias para pensar en suministrarle al equipo una cuota de buen fútbol y el intento de regresar al pasado glorioso. Cuando por fin apareció alguien distinto, que rompiera las reglas tan pesadas de juego, el club y el sistema no lo pudieron retener y él tampoco los pudo aguantar.

Holan fue claro, taxativo, más allá de rumores de segundo orden que mencionan un distanciamiento con su preparador físico, Alejandro Kohan. Dijo en un comunicado que difundió por las redes sociales y los medios de comunicación, que pese a ser hincha de Independiente y tener en un futuro próximo las metas de ganar la ansiada Copa Libertadores, la Recopa Sudamericana y la Suruga Bank, no pueden vivir él y su familia con permanente custodia policial, y no hay nada que objetar al respecto.

La gran pregunta es por qué, quien osó cambiar las reglas, quien intentó que su equipo jugara bien al fútbol y no sólo lo consiguió sino que dio vuelta todo y ahora se trata de un plantel respetado y campeón de la Copa Sudamericana, con jugadores muy cotizados y pretendidos por los mejores equipos del mundo, tiene que andar con custodia policial, igual que se familia.

Independiente ya conoce de esto. Tuvo un dirigente fuera de lo común como su ex presidente Javier Cantero, uno de los muy pocos que enfrentaron a la barra brava y la lograron erradicar de la cancha no sin sufrimiento al punto de irse sin querer saber más nada con este sistema perverso.

Ahora le tocó el turno a Holan, un entrenador proveniente de otro ámbito, el hockey sobre césped, con un breve pero fructífero paso por Defensa y Justicia, que entendió que había ciertos códigos del fútbol que bancarse para poder trabajar al más alto nivel.

Pudo constatarlo ni bien asumió, cuando se filtró un audio en el que contaba que además de ser hincha de Independiente desde siempre, no quería que le pasara lo de sus antecesores que fueron ídolos como jugadores pero que terminaron dolorosamente como entrenadores, como os casos de Jorge Burruchaga y Gabriel Milito.

¡Para qué! Se le vino el mundo rojo encima. Los ex jugadores lo acusaron de todo. De no conocer lo que es un vestuario, de entrenar con drones, de inexperto, de traición. Muchos meses más tarde llegó el reconocimiento a partir del juego del equipo y los resultados.

Luego tuvo que entender que podía disponer de Martín Benítez, involucrado en la violación de su ex novia por parte de su entonces compañero de equipo, Alexis Zárate, quien sí fue castigado por la Justicia pero el delantero rojo pudo tener mejor final, acaso por la chapa de su club o de algunos de sus dirigentes.

Después se tuvo que bancar la salida de un jugador clave, en medio de la definición de la Copa Sudamericana como Emiliano Rigoni, transferido al Zenit.

Pero ya no se bancó que “Bebote” Alvarez, el líder de un sector de la barra brava de Independiente, lo apretara subiéndose a su auto, para exigirle dinero.

Sin esos códigos del fútbol, Holan fue e hizo la denuncia, y tampoco se retrajo ante los medios. Fue claro, pero le costó caro. Tuvo que andar con custodia desde ese momento y tampoco sintió que la dirigencia lo respaldaba de manera cabal.

Sí aceptó, por una cuestión de elemental lealtad hacia quien lo contrató, Hugo Moyano, no decir nada de su salida hasta que al menos pasaran las elecciones presidenciales en el club, en la que Moyano arrasó con casi el 90 por ciento de los votos.

Pero después anunció su partida, y una constatación final acerca de que este sistema del fútbol argentino no es capaz de bancar siquiera a un tipo que trae ideas nuevas, distintas, superadoras, y con buenos resultados de manera casi inmediata. No hay caso. Es un sistema preparado para la mafia, para los códigos, para las movidas de piso.

Y Holan, entonces, siendo hincha de Independiente, con las copas esperándolo para pelearlas a la vuelta de la esquina, con un plantel ahora con más confianza y cotización, prefirió tener dignidad y buscar otro destino.

El monstruo que los dirigentes inventaron hace más de medio siglo, se cobró otra más. 
No aprenden más.


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