En fútbol es muy difícil predecir, y menos cuando
queda una ronda entera y tratándose de un equipo con la riqueza de la plantilla
del Real Madrid, pero tras el Clásico del pasado sábado en el Santiago
Bernabeu, con la contundente victoria del Barcelona (0-3), esta Liga Española
parece sentenciada demasiado pronto.
A la enorme distancia de catorce puntos entre este
Barcelona líder e invicto, y el Real Madrid (que de todos modos, tiene un
partido pendiente que podría acercarlo un poco), hay que sumarle la regularidad
azulgrana y que el 0-3 de la ida hace muy difícil una remontada en el average
de la vuelta para una eventual (y hoy, insospechada) igualdad de puntos en el
final, por lo cual el Real Madrid necesitaría, en el mejor de los casos, a día
de hoy, sacarle doce puntos en veinte jornadas a su más fuerte rival.
Tomando en cuenta el 2017 del Real Madrid y que
hasta una de las polémicas de la semana previa al Clásico en torno del partido
era la posibilidad o no de que el Barcelona le hiciera pasillo como reciente
campeón mundial en Emiratos Árabes, parece extraño que estemos analizando la
Liga con estos parámetros pero el enfrentamiento entre los dos grandes del
fútbol español deparó no sólo un resultado final recurrente sino también
algunas evidencias futbolísticas.
Por ejemplo, que desde hace años que el Barcelona,
aún con algún resultado adverso en el medio, le tiene tomada la medida al Real
Madrid. En el Santiago Bernabeu, y casi sin más delantero neto que el uruguayo
Luis Suárez, se tomó toda la primera parte para esperarlo desde el medio hacia
atrás, retener el balón y desesperar a los blancos, para rematarlo en la
segunda parte desde principio a fin.
Pocas veces el Barcelona descansó tanto en el
Bernabeu como el sábado pasado, porque de manera inteligente, y sabiendo que no
contaba con Osmane Dembélé ni Paco Alcácer, el entrenador Ernesto Valverde
diseñó un esquema distinto en una parte que en la otra apostando al factor
tiempo y si bien el Real Madrid tuvo algunas posibilidades de marcar a través
de Cristiano Ronaldo y Karim Benzema, salvadas a veces por el azar y otras por
un gran Ter Stegen, también es cierto que desde hace meses que los blancos no
vienen siendo contundentes.
En cambio, el Barcelona juega con la serenidad del
líder y con la tranquilidad de saber que entre Lionel Messi y Suárez,
acompañados por los laterales (especialmente Jordi Alba) y la llegada de los
volantes (en esto, Paulinho es una agradable sorpresa), siempre cuenta con
chances de marcar.
Muchos le han caído al entrenador del Real Madrid,
Zinedine Zidane, por su decisión de recurrir a Mateo Kovacic para marcar a
Messi, y para eso, quitar un jugador de ataque, pero no parece un error
grosero. Todo lo contrario, no nos sumamos a las duras críticas porque el plan
no salió mal de por sí, sino que hoy, seguir al argentino por todo el campo es
una tarea sumamente ingrata.
Messi no sólo no se estaciona en un sector, como
antes sí lo hacía por la derecha, sino que además, a veces parece que no se
mueve pero lo hace a veces de a pasos
cortos y otras, suele engañar porque amaga hacia un lado y aparece libre por el
otro y además, es uno de los pocos jugadores en el mundo con tanta capacidad
para desequilibrar en el uno contra uno, en la jugada corta y en la larga, y si
puede ser ayudado por otros compañeros de buen pie como Andrés Iniesta e Iván
Rakitic, más complicado es mantener una regularidad sobre él.
Además, este esquema le sirvió demasiado poco tiempo
a Zidane porque cuando el Barcelona quebró el cero, era obligado el cambio de
Kovacic por un atacante, y si le sumamos la expulsión de Dani Carvajal en el
penalti del 0-2, que lo dejó con un jugador menos, ya la situación era
demasiado desventajosa.
Lo cierto es que Zidane consideró que no tiene hoy
al mejor Isco, o al menos está un poco lejos de aquel que deslumbrara hace
meses y en la temporada pasada, y Gareth Bale todavía no adquirió el ritmo
ideal luego de una larga lesión y está dando sus primeros pasos en su regreso,
lo cual significa que para la segunda parte de la Champions League, desde
febrero, podamos ver en buena forma a la BBC.
Una paradoja es que este Clásico se jugó al mediodía
para poder llegar a los televidentes asiáticos (en especial a los chinos), como
forma marketinera para comenzar a discutirle a la Premier League una supremacía
futbolística por la que los británicos sacaron demasiada ventaja cultural, pero
al mismo tiempo, con este resultado tan contundente para el Barcelona, y nueve
puntos de diferencia con el segundo (un Atlético Madrid que perdió su invicto
ante el Espanyol y que tuvo que bajar a la Europa League al no clasificarse en
su grupo de la Champions), se le ofrece al mundo un torneo casi definido en su
mitad y que no promete atrapar demasiado en lo que resta, salvo hechos muy
sorprendentes.
Y si le agregamos que al ser apartado Angel Villar
por el Tribunal Administrativo del Deporte (TAD), tras 29 años en la
presidencia de la Federación Española, la FIFA puede descalificar a la
selección española del Mundial de Rusia por considerar intromisión estatal
(algo que el estatuto prohíbe), no es la mejor imagen para los meses que
vienen.
Si el fútbol español muestra estas contradicciones,
¿cómo no las va a tener uno de sus equipos, el Real Madrid, campeón de Europa y
del mundo, pero goleado en casa por el Barcelona, sin poder de fuego, casi
fuera de esta Liga y con el PSG esperándolo en octavos de Champions?
Por suerte para todos, el fútbol no es matemáticas y
aún nos puede reservar alguna sorpresa en lo que queda de la temporada.
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