jueves, 8 de marzo de 2018

Pep Guardiola, el pibe de Santpedor que cambió el fútbol (Infobae)





Pep Guardiola duda de todo. En su año sabático en Nueva York en la temporada 2012/13, luego del tremendo desgaste de cuatro años en el Barcelona y tras los catorce títulos conseguidos en ese lapso, y gracias a su amigo economista Xavier Sala i Martí, pudo conocer al genial ajedrecista Garri Kasparov,  y cenar varias veces con él.
Se quedó impresionado con algo que el armenio le contó:  que no podría vencer al noruego Magnus Carlsen, que, vaticinó, sería campeón mundial próximamente y lo fue en noviembre de 2013, apenas meses más tarde

Pep quería saber por qué y lo preguntó varias veces, pero por toda respuesta, Kasparov insistía en que era “imposible” aunque reconoció que “tengo las habilidades para ganarle”. Guardiola insistió varias veces con su pregunta sobre “por qué no podría, si tiene las capacidades”. Manel Estiarte, uno de sus mejores amigos, ayudante de campo y ex Maradona del waterpolo, sostiene que la mente de Guardiola es como la del ajedrecista, por su concentración, y habla de la “ley de los 32 minutos”, porque por más que se lo lleve para desconectar, eso dura 32 minutos como máximo y ya regresa al fútbol.

“Los ojos se le van al techo, dice que sí con la cabeza, que te escucha, pero ya no te mira, ya está pensando otra vez en el lateral izquierdo del equipo contrario, en las coberturas del mediocentro, en los apoyos al extremo”.

Pep Guardiola no puede quedarse sin esa respuesta y no será la primera ni la última vez que le ocurra, es parte de su vida.



Por esos meses, sir Alex Ferguson, el legendario entrenador escocés del Manchester United, sintió otra vez la frustración por no haber podido contratar a Guardiola para sucederlo en el cargo. Le ganó por muy poco Karl Heinz Rummenigge, quien se lo llevó por tres años al Bayern Munich. A Ferguson ya le había ocurrido lo mismo cuando quiso contratarlo en sus tiempos de jugador.

“Lo que Guardiola consiguió en sus cuatro años a cargo del primer equipo del Barça supera cualquier hazaña de los anteriores entrenadores en el Camp Nou y eso que ha habido grandes figuras en el banco: Van Gaal, Rikjaard y Cruyff, por nombrar a algunos, pero Guardiola ha llegado a un determinado nivel –como en la presión para recuperar la pelota- y el estilo disciplinado y la ética de trabajo se han convertido en un sello distintivo de su liderazgo”.

Otro que intentó seducirlo fue Román Abramovich, el multimillonario que llegó a proponer un DT para el Chelsea que estuviera un año de transición para que cuando Guardiola terminara su descanso, para 2013/14, asumiera. Quiso ir a buscarlo con un helicóptero para conversar en Mónaco pero Pep dijo que no “porque sería capaz de convencerme”.

Más allá de los éxitos deportivos, innegables, como director técnico, ¿qué es lo que genera Guardiola? ¿Por qué los principales clubes del mundo, con filosofías de juego diferentes, revolotean como moscas a su alrededor? Acaso Guillem Balagué, el gran periodista español que lo conoce al dedillo, lo defina mejor que nadie: sostiene que a su llegada “había empezado a enterrar unos poderosos mandamientos sobreentendidos pero imperantes en el mundo del fútbol: sobre la importancia de ganar por encima de todo, sobre la imposibilidad de conciliar el principio de alcanzar las más altas cotas con el buen juego, o esa idea tan extendida que consideraba obsoletos los valores esenciales de la deportividad y el respeto…Pep decidió ir a contracorriente porque todo ello atentaba contra sus creencias”.

Pocos han aprendido tanto de las adversidades, como Guardiola. Empezó en el Barça B en 2007 y se fue en 2012 con 14 títulos. Tenía 37 años cuando se hizo cargo del plantel profesional y se fue exhausto luego de que sus éxitos y su filosofía lo catapultaran como modelo social en un país necesitado de ellos y sosteniendo una dura batalla contra el Real Madrid en el campo de juego y fuera de él.


Pep es el que no pudo decir nada al grupo cuando lo reunió en noviembre de 2011 para que los médicos le explicaran que su ayudante  en el Barcelona y amigo, Tito Vilanova, debía ser sometido a una operación de urgencia para extirparle la glándula parótida y que por eso, no viajaría a Italia con el plantel. Ese día, se la pasó bebiendo de su inseparable botella de agua mirando al suelo, y temblaba. Luego se aisló, siguió melancólico en todo el viaje, por más que el Barça le ganara 2-3 al Milan en San Siro por la Champions.



Una temporada antes, lo vivió cuando se enteró de que Eric Abidal tenía un tumor en el hígado. Acaso lo duro de los golpes de Abidal y Vilanova hayan tenido relación con que Guardiola no podía manejar una situación de ese calibre: imprevista e incontrolable para alguien tan meticuloso que siempre tenía un Plan B para cualquier problema que se presentara.

Guardiola es de Sampedor, un pueblo catalán en el que destaca la sierra de Montserrat, a 70 kilómetros de Barcelona, de apenas7500 habitantes. Su casa de niño (moderna, de tres pisos, justo al lado de la carretera principal) fue construida por su padre Valentí, albañil de oficio.

Pep fue un niño espigado, siempre con la pelota bajo el brazo, piernas muy flacas y los vecinos lo llamaban “Guardi”. Como todos los de su pandilla lo reconocían como el mejor y era líder. El Polideportivo Municipal lleva su nombre y su foto aparece en varios bares del pueblo.

El cineasta y gran amigo suyo David Trueba dice que cuando se juzga a Guardiola “hay que recordar que debajo del traje elegante, el pullover de Cachemir y la corbata, está el hijo de un albañil. Que dentro de los caros zapatos italianos, hay un corazón en alpargatas”.

En su infancia feliz, aparece en su habitación un solitario poster de Platini, aunque Pep nunca lo había visto jugar pero oyó de él a su padre y su abuelo. Lo descubrieron en un partido en el Colegio La Salle dos ojeadores del Gimnástic de Manresa (una localidad catalana) y empezó a entrenarse allí dos veces por semana.

Un diario deportivo publicó por entonces un formulario que ofrecía la oportunidad de presentarse a una prueba de selección. Ese formulario lo rellenó su abuelo, sin que él lo supiera. Tras dos pruebas fallidas,  lo ficharon a la tercera, cuando jugó de volante central, su puesto, pero Valentí rechazó la oferta del club porque lo veían demasiado joven para ir a La Masía, demasiado ingenuo, y no preparado para tanta presión.

Guardiola siguió jugando en el Gimnástic.  Era ya el capitán del equipo y el Barça ya parecía olvidado, pero al año siguiente, lo volvieron a llamar. Justo estaba toda la familia en la mesa. Sus padres (Dolors y Valentí) y sus hermanos (Pere, Olga y Francesca). Estaban cenando y dio lugar para que Valentí le explicara la situación y que el estudio debía seguir siendo la prioridad, y Pep decidió ir al Barcelona.

Eso significó alejarse de sus amigos con sólo 13 años, y retornar a Santpedor solamente los fines de semana. Por la noche, usaba el teléfono de pago para comunicarse con su familia. Así fue como maduró y creció rápidamente. Valentí recuerda que Pep lloraba cada vez que los llamaba. La TV se apagaba a las 23 porque tenía un temporizador automático y entonces Pep y sus compañeros se asomaban a la ventana a espiar a las prostitutas que desarrollaban su oficio en las calles cercanas.

Como alcanza-pelotas, algo que hacían los chicos de La Masía, le tocó estar en un Barcelona-Juventus y se llevó una birome y un papel para pedirle un autógrafo a su ídolo Platini, pero éste no salió a practicar antes del partido. De pronto, fue cambiando su idolatría por Guillermo Amor, 4 años mayor que él y ya en la Primera del Barcelona. Comenzó a imitarlo. Iba a los entrenamientos y se fijaba en su actitud, como lo refleja en el libro “Mi gente, mi fútbol” escrito luego por el volante. Con el tiempo, se transformó en un hermano mayor para él.



En La Masía aprendió las bases de lo que se enseña: posesión, combinación, superioridad en todo el campo, respeto máximo a la técnica y talento, con compromiso colectivo. Transmitía a todos los jóvenes un fuerte sentimiento de identidad. El periodista Martí Perarnau dice que la mejor “materia prima” de La Masía “es un factor diferencial, una bandera institucional, una inversión estructural” que en 2010 llevó a tres jugadores suyos a la terna por el Balón de Oro: Messi, Iniesta y Xavi.

“Los mejores años de mi vida los pasé en La Masía”, dice Pep, que superó sus carencias físicas con inteligencia; trabajó el pase y así llegó a buscarlo Cruyff cuando necesitó un 4 (nuestro 5) y así, en 1989, otra vez Pep tuvo que dejarlo todo, incluso una chica con la que comenzaba a salir, para ir a un amistoso en Banyoles, y debutó a los 18 años, pero otra vez no le fue muy bien. “¡Has jugado más lento que mi abuela!”, le dijo Johan, pero con el tiempo Pep descubrió que era una estrategia del holandés para bajar los humos aunque era capaz de elogiar de la misma forma en público.

Lo cierto es que tuvieron que pasar 18 meses para que Pep volviera a ser convocado por Cruyff. Volvió al Barça B y se tuvo que lesionar el holandés Ronald Koeman para que el DT buscara un reemplazante. Era 1990 y surgió el nombre de Guardiola. Cruyff apenas si se acordaba de aquel decepcionante debut pero lo fue a ver al filial y justo ese día no jugó, estaba en el banco. El DT estaba indignado. Pero el del Barça B prefería a jugadores de gran porte, al contrario de lo que opinaba el holandés, acerca de que un buen jugador no necesita de un físico imponente.

Cruyff, entonces, lo llamó igual y de él aprendió más que de nadie, de sus métodos y su sabiduría, durante seis años, y lo considera su maestro. Como sabía lo de su físico le decía “No luches por el balón, esperá el rechazo y anticipate a las jugada”. Debutó en el Camp Nou el 16 de diciembre de 1990 ante el Cádiz. Si bien llegó a vomitar de los nervios antes de muchos partidos importantes, no fue el caso en éste.



Siete meses más tarde ya era líder absoluto con 20 años de un equipo histórico del Barcelona, ganador de cuatro ligas consecutivas (1991 a 1994) y que llegó a dos finales de Champions y ganó una, con el recordado tiro libre de Koeman a la Sampdoria en Wembley, en 1992. Antes de entrar a la final, Cruyff les dijo “salid y distrutad”, algo que muchos denostaron por considerarlo un simplicidad pero que es toda una declaración de principios. Para Pep, “esa noche fue el mejor recuerdo de mi vida”.

Pep también ganó por esos años la medalla dorada olímpica en los Juegos de Barcelona, aunque sus recuerdos se tiñen cuando se refiere a su comportamiento en la concentración de la selección española. “Reconozco que me comporté como un verdadero idiota por estar totalmente ajeno al grupo, marcando distancia con ellos, sin ningún interés por integrarme aunque mis compañeros  se mostraron amigables conmigo. Debían de pensar que era un engreído, un pobre idiota pero cuando desperté de mi letargo acabé disfrutando de participar en un equipo de excelentes jugadores y con muchos de ellos tengo una fuerte y larga amistad hasta hoy”.



Tras la salida de Cruyff –en una gran pelea con el presidente José Luis Nuñez- llegó sir Bobby Robson, ya muy veterano y que perdió rápidamente el vestuario. No hablaba español y su traductor, un tal José Mourinho, hacía garabatos de más y agregaba cuestiones tácticas con las que Guardiola sintonizó enseguida, con una figura cada vez más fuerte.

El club no tardó en reemplazarlo por otro holandés, Louis Van Gaal, quien vio en Guardiola a ese jugador especial que puede hablar con él de táctica y por esa razón, decidió alterar una norma del club: que el capitán fuera el jugador con más partidos. Le correspondía a Amor o Nadal. Por ese tiempo, Pep estaba lesionado y como Van Gaal arrastraba problemas con los medios y tampoco se llevaba bien con Cruyff, algunos especularon con que no quería jugar pero no era verdad.

Para la temporada 1999/2000 hubo un hecho que lo fue llevando a la salida del Barça, la aparición de Xavi Hernández. “Es duro para un jugador aceptar que trabajamos pensando en la temporada que viene, en el futuro. Si uno ve que un jugador pierde la forma y aparece otro, hay que avanzar, progresar”.

Esa etapa fue muy difícil para Pep. Tuvo problemas en su negociación contractual y lo distanció de la comisión directiva del club. No se había recuperado de la lesión y Núñez pidió un informe sobre su estado físico y al ser positivo, consultó: “Pero…¿y mentalmente? ¿cómo está Pep mentalmente?¿No está un poco mal de la cabeza?”. 

Todo eso generó rumores de todo tipo en la calle sobre las “misteriosas” lesiones de Pep y hasta algunos lo llegaron a vincular con el virus del SIDA. Pep, según cuenta Guillem Balagué en su gran libro “Pep Guardiola, la otra forma de ganar”, tiene sospechas sobre el origen de estos rumores y no cree que hayan salido ni del plantel, ni de periodistas ni de hinchas rivales, y tampoco el club lo respaldó.

El clima en el Barcelona ya no era el mejor. Sumado a todo lo que le ocurría, la salida de Figo al Real Madrid en 2000 agrandó la polémica especialmente cuando Figo vino por primera vez al Camp Nou con la camiseta blanca, siendo el padrino de uno de sus hijos. Pep decidió marcharse en el verano de 2001, un año antes de finalizar su contrato. 379 partidos, 10 goles y 16 títulos.



Acabó en el Brescia, donde volvió a tocarle sufrir por dar dos veces positivo el control antidoping, y en ambos casos, por nandrolona –un esteroide anabólico con propiedades parecidas a la testosterona, que mejoran la fortaleza y resistencia). Uno ante Piacenza y el otro ante Lazio.

“Vi que Carletto Mazzone (el entrenador) hablaba con el médico del equipo durante un entrenamiento, y esa conversación cambió mi vida. Cuando vi en mi teléfono celular las llamadas perdidas, supe que el mundo ya me había juzgado”. Llamó entonces a su amigo Manel Estiarte  para preguntarle por un abogado. Y fue Estiarte quien lo llamó más adelante, excitado al enterarse de que la Comisión Mundial Antidopaje había descubierto que en los casos positivos, si el nivel de nandrolona era inferior a dos nanogramos por mililitro en la orina, podía considerarse insuficiente para catalogarse como dopaje.

Más que nunca, Pep dijo a la prensa italiana que ganaría el caso. En 2005 fue condenado a pagar 2000 euros de multa y a 7 meses de prisión por el Tribunal de Brescia aunque al no tener antecedentes, no se hizo efectiva. Recién en octubre de 2007 el Tribunal de Apelaciones de Brescia lo absolvió de toda culpa. En ese entonces ya entrenaba al Barça B aunque la Federación Italiana no aceptó el fallo hasta mayo de 2009, cuando ya era un exitoso entrenador del primer equipo del Barça.

Pasó en 2002 por la Roma de Capello aunque sin muchos minutos, si bien experimentó el rigor defensivo, algo que le interesaba, y volvió al Brescia en 2003, donde coincidió con Roberto Baggio y Luca Toni.

El próximo paso fue el Al Ahli de Qatar, aunque en el medio, vivió otra rara experiencia, el haber sido propuesto como director deportivo del Barcelona por el publicista LLuis Bassat para las elecciones presidenciales del club en 2003. Quería llevar a Ronald Koeman o a su amigo Juanma Lillo como entrenadores, pero acabó perdiendo ante la lista de Joan Laporta, que prometía el fichaje de David Beckham y después de que Bassat sufriera el desprestigio de una campaña mediática apuntada a su judaísmo.

En Al Ahly, además de los 4 millones de dólares que cobró y donde jugó 18 partidos, compartió el complejo urbanístico donde vivía con Gabriel Batistuta, Claudio Caniggia y se la pasó tratando de obtener información sobre el Brasil de Pelé ante su entrenador Pepe Macías (ex DT y extremo del Santos).

Tras un breve paso por los Dorados de Sinaloa en México, que dirigía su amigo Juanma Lillo, decidió poner fin a su carrera de jugador y ser entrenador. Había sacado el carnet en Madrid pero sentía que era tiempo de aprender y viajó a la Argentina, acompañado por su amigo David Trueba. Allí pudo conversar largamente con Ricardo La Volpe, Marcelo Bielsa y César Luis Menotti. Allí fue que Bielsa le preguntó: “Por qué usted, que conoce toda la basura que rodea al mundo del fútbol, incluido el alto nivel de deshonestidad de algunos individuos, aún quiere volver ahí y meterse, además, a entrenar? ¿Tanto le gusta la sangre?, a lo que Pep respondió” Necesito esa sangre”.

Guardiola fue construyendo su ideario: “La pelota es más veloz que cualquier persona. Por consiguiente, que corra la pelota”. “Tus compañeros necesitan saber que estás siempre disponible”, “Antes de recibir la pelota, debes saber qué harás con ella. Si no lo sabés, mejor quedátela o dásela a tu arquero pero nunca al rival”.

Txiki Begiristain, ex compañero suyo en el Dream Team de Cruyff, le había ofrecido ser el director general de la cantera del Barcelona pero a Pep le parecía mucho para comenzar. Prefería un equipo de la cantera y Begiristain no lo podía creer cuando aceptó dirigir al Barcelona B, que acababa de descender a Tercera (cuarta división).  Era muy poco para un icono del club como él. Pero Pep dijo que él sabía lo que había que hacer.

David Trueba dice que Pep “siempre había tenido claro que la vida consiste en asumir riesgos, cometer errores pero que sean tus propios errores los que te hagan sufrir, no los de los demás”.

El paso de Pep por el Barça B es muy recordado. Por consejo de Cruyff, se deshizo de los dos líderes del equipo que le ocasionaban problemas fuera del campo, y emergieron figuras como Sergio Busquets o Pedro, futuros campeones del mundo. Pasó de un 4-3-3 tradicional hasta un 3-4-3 muy osado. También probó con un falso nueve y con Busquets por delante de tres mediapuntas. Ya se hablaba de Guardiola como líder con enorme futuro y el equipo fue campeón de Liga y pasó a jugar los play offs por un ascenso a Segunda B.

Por entonces, el descontento con el DT de Primera, Frank Rikjaard era grande. El equipo era un caos y la directiva había decidido reemplazarlo. Era Mourinho o Guardiola. Optaron por Pep, pero no contaba con el total apoyo de la afición del Barcelona y los medios desconfiaban por su inexperiencia para un reto semejante. Sin embargo, mostró firmeza de entrada al decidir que no podían seguir Ronaldinho, Deco y Eto’o. Los dos primeros fueron transferidos, al Milan y al Chelsea.

También tomó otras decisiones drásticas: al estilo de Bielsa, no hablaría más con medios en forma privada sino sólo en conferencias de prensa, y tampoco el equipo se concentraría en un hotel antes de los partidos. “Nadie se concentra antes de ir a trabajar”, dijo Pep.

Un término que utiliza Guillem Balagué para describir el trabajo de Guardiola en el Barcelona es “Evolución” en lugar de “Revolución” porque si bien Guardiola utiliza una metodología innovadora, suele cuidarse de no destruir lo que había a su llegada.

Pero como suele pasar en su vida deportiva, el Barcelona comenzó la temporada 2008/09 perdiendo y ante un equipo candidato a pelear por no descender, el Numancia en Los Pajaritos, 1-0. Luego, Racing de Santander rescató un punto del Camp Nou (1-1) y las dudas comenzaron fuera del equipo, aunque no en él. Cruyff dijo que había sido el mejor Barcelona que había visto en mucho tiempo. El Barcelona estaba entre los tres últimos de la tabla con 1 punto sobre 6, pero en la fecha siguiente se impuso 1-6 al recién ascendido Sporting Gijón en El Molinón, con una exhibición.

Luego llegaron los hitos conocidos, el 2-6 en el Bernabeu al Real Madrid, los seis títulos en 2009 (Liga, Copa del Rey, Supercopas de España y Europa, Champions y Mundial de Clubes).

Tuvo que lidiar con Zlatan Ibrahimovic (“Tanto Messi como yo rendiríamos más con un poco de apoyo por parte del resto del plantel, pero no tengo la impresión de que quieran ayudarme en el campo. Necesito que Xavi e Iniesta me pasen el balón pero es como si sólo vieran a Messi…¡y eso que yo mido el doble que él!”, relató en su autobiografía “Yo soy Zlatan”). El sueco iniciaba cada vez más seguido discusiones tácticas y la tensión fue en aumento.



La admiración de Pep por Messi es total. “Messi no compite para aparecer en revistas, atraer a chicas o salir en anuncios. Compite contra el rival, contra Cristiano Ronaldo, contra el Madrid, contra Mourinho. Llueva o brille el sol, tanto si cometen una falta contra él o no, básicamente compite contra sí mismo para demostrar que es el mejor. No le interesa nada más. Nuestra obligación es darle la pelota en las mejores condiciones y luego sentarnos a ver qué pasa”. Parece casi imposible, pero Pep ayudó a mejorar tácticamente a Messi al colocarlo como “falso 9”.



La relación con Messi no pudo comenzar peor. En el primer día de la pretemporada en Saint Andrews, Guardiola notó que el chico argentino se iba de los entrenamientos sin saludarlo, de muy mala gana. Preocupado, como casi siempre, le preguntó a Estiarte qué podía ocurrir.  Como ex crack de waterpolo que fue, su amigo le respondió que Messi quería ir a los Juegos Olímpicos de Pekín con la selección argentina pero el Barcelona se oponía y le había ganado a la AFA un juicio que llegó al TAS, la máxima instancia deportiva.

Entonces Guardiola se reunió con la comisión directiva y pidió que pese a todo, lo dejaran ir, aunque el Barcelona tuviera que jugar la previa de la Champions sin él. Messi volvió con la medalla dorada y ya nada fue lo mismo entre ellos.



Con Mourinho todo se alimentó de lo que ocurrió ante Chelsea en 2006, cuando aún estaba Rikjaard y el portugués se quejó de que Messi había sobreactuado tras un patadón de Del Horno por la Champions. En 2009 se enfrentaron el Barcelona y el Inter por la fase de grupos de la Champions tras un 0-0 en Milán y el Barcelona ganó 2-0 y las 98.000 personas corearon a Mou “vete al teatro” y él puso la mano en la oreja, como que no le importaba que siguieran gritándole. Luego vinieron dos enfrentamientos otra vez en semifinales en los que primero ganó el Inter 3-1 y en el Camp Nou se defendió todo el partido perdiendo 1-0 y la excusa fue la expulsión de Thiago Motta. Mou festejó como nunca, haciendo gestos al Camp Nou.



Balagué dice que cuando Pep habla de Mou “súbitamente aparece un muro invisible entre él y su interlocutor. Se le tensan los músculos del cuello, se le hunden los hombros y deja de mirar a los ojos. No se siente cómodo con la conversación y quiere cambiar de tema”.

El día que estalló todo fue justamente antes de la primera semifinal de Champions de 2011 en el Bernabeu. Mou ni siquiera bajó los decibeles tras la paliza del 5-0 que recibió su equipo en el Camp Nou, por la Liga, en una lección de fútbol. Real Madrid venía de ganarle la final de la Copa del Rey en Valencia y habían empatado 1-1 por la Liga cuatro días antes, en abril. Mou habló de su relación con los árbitros y Pep salió, por primera vez, a responderle.



“No sé cuál es la cámara del señor José. Deben ser todas esas. En esta sala él es el puto jefe, el puto amo, el que más sabe del mundo y yo no quiero competir ni un instante. Mañana saldremos a las ocho cuarenta y cinco a este campo a jugar al fútbol lo mejor posible. Fuera del campo él ya ha ganado. Ha ganado durante todo el año, durante toda la temporada y en el futuro. Le regalo su Champions particular fuera del campo, que se la lleva a casa y la disfrute como todas las otras”.

Al día siguiente no sólo el Barcelona ganó 0-2 y luego se clasificó a la final y la ganó, sino que en Barcelona se vendían en los kioscos camisetas con la inscripción “El puto amo” y al regresar al vestuario del Bernabeu, Guardiola fue recibido con aplausos por sus jugadores, enterados de lo que había dicho.



Cuando decidió marcharse del Barcelona, no daba más, estaba agotado. No estaba bien con la comisión directiva, que había cambiado (Sandro Rosell había reemplazado a Joan Laporta), Messi había crecido demasiado y notó que en algunos debates tenía más razón que él, y los enfrentamientos con Mourinho y el Real Madrid lo habían desgastado por completo.

Es tiempo de descansar en Nueva York y fueron finalmente las dos esposas, Cristina Serra (la suya) y Daria (la de Kasparov) las que dieron con el enigma. “Quizà sea un problema de concentración”, dijo Cristina. “Si fuera una sola partida y de 2 horas, Garri podría vencer a Carlsen, pero no es así, la partida se extendería y Garri ya no quería pasar otra vez por el sufrimiento de estar tantas horas seguidas con el cerebro a toda máquina, calculando posibilidades sin descanso. En cambio, Calsen es joven y no es consciente de ese desgaste”.

Esa noche, Pep durmió poco, pensó mucho y dudó más. Pero como le dijo a Bielsa, él “necesita esta sangre” y siguió su carrera en el Bayern y luego en el Manchester City, siempre cambiando lo que ya estaba dado, evolucionando, primero cambiando la filosofía de juego de un equipo enmarcado en un fútbol más físico y veloz como el alemán, luego haciéndolo en otro sin pausa como la Premier League.


Con el Bayern –al que llegó hablando un alemán que sorprendió a todos-, aunque no ganó la Champions, obtuvo siete títulos. Con el Manchester City, tuvo su primera temporada en blanco desde que dirige, pero ya ganó la Copa de la Liga, y ganará esta Premier League por escándalo y le lleva 16 puntos, a falta de diez fechas,..al Manchester United…de Mourinho, y aún le queda la Champions.















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