Emilio Sagi
Barba era un notable barítono, reconocido en Hispanoamérica por cantar óperas y
zarzuelas montadas por su propia compañía cuando en 1908 recaló en Buenos Aires
para actuar en el teatro Victoria. En la tramoya, lo solía mirar, embelesado,
un pibe que quería ser cantor. Un tal Carlos Gardel, que se dedicaba a colocar
los muebles en cada acto y a retirarlos cuando acababa. Hay quienes dicen que
ese contacto con Sagi Barba fue fundamental para que Gardel se acercara mucho
más aún al canto.
Lo que Gardel no
supo, cuando ya veinte años más tarde era una figura reconocida en el ámbito
internacional, es que cuando concurrió en 1928 a presenciar la final de la Copa
del Rey entre su querido Fútbol Club Barcelona y la Real Sociedad, en un
partido épico jugado en el estadio del Sardinero en Santander (contiguo a la
que hoy es la cancha del Racing de esa ciudad), uno de los protagonistas sería
otro Emilio Sagi Barba, el hijo del tenor, un gran extremo izquierdo de los
azulgranas, que hizo historia en el club.
En efecto,
gracias al gran historiador Javier Lagunas, miembro de la agrupación “Los 50”,
que pretende contar “la verdadera historia del Atlético Madrid”, accedimos a
otro compañero suyo, el periodista deportivo catalán y ex jugador de la
selección española José Antonio Martín Domínguez, más conocido como “Petón”, quien
en su libro “El fútbol tiene música” cuenta que Sagi Barba, a quien se lo
llamaba así por la trayectoria de su padre barítono de fama internacional pero
que en verdad se llamaba Emilio Enrique Raimundo Sagi Liñán, se había instalado
con su padre desde sus tres años, al regresar de la Argentina, donde había
nacido en Bolívar, provincia de Buenos Aires, el 15 de mayo de 1900, en una de
las giras de su padre.
Sagi Barba fue
el primer argentino en ponerse la camiseta del Barcelona y nunca falló un penal
y con su zurda mágica de wing izquierdo llegó a marcar goles olímpicos e Integraba
un gran tridente con Piera y Pepe Samitier, de quienes era amigo desde la
adolescencia, y también se recuerda su sociedad con el filipino Paulino
Alcántara. Jugó 455 partidos aunque dio la ventaja de que desde que se casó a
los 19 años y hasta los 21, no jugó. Hizo 134 goles, y ganó una Liga, 4 copas
de España y 12 de Cataluña
Para 1926, Sagi
Barba (o en verdad, Sagi Liñán) ya en 1926 había definido la final de la Copa
del Rey ante el Atlético Madrid de “Los Caballeros” en Valencia con un gol en
el alargue tras el 2-2 en los 90 minutos.
Sagi Barba había
aprendido a jugar al fútbol en la ciudad catalana de Cadaqués junto con Piera,
Samitier, un par de años menor, y otro chico flaco que era arquero y muy amigo
de los otros tres. A Samitier lo fichó el Barcelona proveniente del
Internacional de Sants y una vez instalado en el club, él recomendó a los otros
tres para que fueran probados en partidos de verano.
Se retiró en
1932 al igual que Piera, y también ese año, Samitier se fue al Real Madrid
(luego volvió al Barcelona como DT). El
sobrino de Sagi, que murió joven, a los 51 años, fue director del Teatro Real
de Madrid, en otra vuelta del destino.
Quien fuera jefe de prensa del Atlético
Madrid, Antonio Domínguez Olano –periodista, autor teatral, corresponsal de
guerra, guionista de radio y TV, biógrafo y amigo de Picasso y amigo de Dalí-,
dijo a Petón en su libro que en cuanto al cuarto, el flacucho arquero, era tan
bueno como Zamora pero más al estilo de Higuita, Gatti o el Mono Burgos, pero
que “una tarde se puso una chalina, una corbata ancha y una boina y como un
figurín, dejó en una percha de Cadaqués sus guantes, sus rodilleras y su gorra
de portero. No se puso más entre los tres palos. Mató al portero. También me lo
dijo Pepín Bello”. Era Salvador Dalí, el hijo del notario de Figueras.
En cuanto a la
final de la Copa del Rey en 1928 en el Sardinero de Santander, llamada también
“Final de las Tres Finales”, en la que se impuso el Barcelona 3-1 con un gol de
Samitier, su gran amigo, Gardel, presenció ese partido nada menos que junto al
gran poeta Rafael Alberti, debido a que tenían un amigo en común, José María de
Cossio (erudito de la tauromaquia), en cuya Casa de Tudanca estaba pasando una
temporada (Alberti). De Cossio fue quien logró que Gardel cantara esa noche.
Tanto Gardel
como Alberti habían quedado admirados por la bravura del arquero húngaro del
Barcelona Franz Platko (1928-1983), quien durante la final fue lesionado por
Cholín, de la Real Sociedad, y pese a ser atendido y vendado, regresó al
partido y fue fundamental en el triunfo azulgrana.
Alberti lo
recuerda en su libro de memorias “La arboleda perdida”:
"Fue en Santander: 20 de mayo de 1928. Allí fui con
Cossío a verlo. Un partido brutal, el Cantábrico al fondo, entre vascos y
catalanes. Se jugaba al fútbol, pero también al nacionalismo. La violencia por
parte de los vascos era nunca vista. Platko, un gigante portero húngaro,
defendía como un toro el arco catalán. Hubo heridos, culatazos de la Guardia
Civil y carreras del público. En un momento desesperado, Platko fue acometido
tan furiosamente por los de la Real que quedó ensangrentado, inconsciente, a
pocos metros de su puesto, pero con el balón entre las manos. En medio de
ovaciones y gritos de protesta, fue alzado sobre los hombros de los suyos y
sacado del campo, sembrando el desánimo en sus filas al ser sustituido por
otro.
Pero, cuando ya el partido llegaba al final, apareció Platko
de nuevo, la cabeza vendada, fuerte y hermoso, decidido a dejarse matar. La
reacción del Barcelona fue instantánea. Pocos segundos después, el gol de la
victoria penetró por el arco de la Real, que abandonó el campo entre la ira de
muchos y los desilusionados aplausos de sus partidarios. Por la noche,
el hotel, nos reunimos con los catalanes. Se entonó "Els Segadors" y
se hicieron ondear banderas. Y una persona que nos había acompañado a Cossío y
a mí durante el partido cantó, con verdadero encanto y maestría, tangos
argentinos. Era Carlos Gardel."
Se dijo que la
venda a Platko se la había puesto el propio Gardel en el vestuario, pero no es
algo confirmado. Al día siguiente, Gardel y Alberti salieron de paseo en coche
por los pueblos de Castilla y León pero antes visitaron a Platko en el hospital
y allí se encontraron con Samitier, quien también se encontraba recuperándose
de los golpes del día anterior. De hecho, el 27 de mayo, Alberti publicó en “El
diario de Cantabria” la “Oda a Platko” (un poema originalmente llamado “Platko”
que luego quedó así : “Oh, Platko, Platko, oso rubio de Hungría…”.
Gardel tenía un
gran amor por Barcelona desde que la visitó por primera vez en 1923, y una
barra de amigos con los que se comunicaba por carta y teléfono y los visitaba
siempre que viajaba.
Pero el mejor
amigo de Gardel en el Barcelona era, sin dudas,
José Samitier (1902-1972), quien era un gran crack de la época, muy
famoso. Jugó 13 temporadas en el Barcelona y ganó 2 Ligas, 6 Copas del Rey y 12
Copas de Cataluña y marcó 326 goles. Filmó películas como “11 pares de botas” y
era modelo publicitario de vermouth.
También
representaba a la línea de automóviles Graham-Paige y así fue como le consiguió
a Gardel uno de los últimos modelos a precio ventajoso y éste se lo llevó a
Buenos Aires en el barco Conde Rosso, y al regresar en 1928 lo trajo consigo y
hasta el chofer, Antonio Sumaje, “El Aviador”. Fue al terminar ese viaje, que
le obsequio a su amigo el tango “¡Sami!”, con música de Nicolás de Verona y
letra de Lito Mas, que recuerda el paso de Samitier por tierras argentinas.
El estribillo decía
¡Sami!
Capitán del
Barcelona…
Con tu juego que
emociona,
Nos has hecho
estremecer..,
¡Sami!
Portador de la
nobleza
De tu tierra de
grandeza…
¡Caballero
Samitier!”
A Samitier le
decían “Hombre Langosta” y “El Mago”. Un periodista catalán de la época, José
María LLadó i Figueres, aseguró que este mote se lo puso Gardel cuando un día
le dijo a Razzano y a otros amigos: “El domingo no se comprometan: iremos a la
cancha a ver jugar al Mago del Balón”.
En una
entrevista que por esos tiempos le realizaron en Barcelona, en “La Gaceta
Deportiva”, Gardel confesó que “el fútbol no me interesaba. No comenzó a
gustarme hasta que vi jugar al Barcelona
en esta ciudad para mí tan simpática y agradable. Por la sincera y leal amistad
que me une a Samitier, seguí al Barsa en su correría por varias ciudades
durante el Campeonato de España que para mí fue un verdadero viacrucis. A pesar
de los incidentes desagradables de la gira campeonil del Barcelona y de la
derrota que el equipo olímpico argentino
sufrió en el campo de Les Corts (se refiere a la gira previa de la selección
argentina, camino a Amsterdam 1928 cuando iba a asistir a los Juegos pero tuvo
que suspender por una gira a Italia), -jornada en la que como es lógico, me
sentí argentino y deseé el triunfo de los míos- me he aficionado al fútbol y,
entre ustedes, me siento un barcelonista más”.
En 1954, cuando
Samitier regresó a Buenos Aires en el camino para fichar para el Barcelona al
uruguayo Ramón Villaverde, le hicieron una entrevista sobre los amigos que
había hecho en la gira de 1928 y citó a Borocotó de “El Gráfico” y a Hugo
Marini de “Crítica” pero hizo mayor referencia a Gardel especialmente en
aquella final de 1928 en Santander “porque sabemos cuán beneficiosa nos fue su
compañía para mantener nuestra moral”.
Fue tal la
cercanía entre Gardel y el Barcelona por aquellos años, que algunas versiones
le habían atribuido la planificación de la gira de los catalanes por el Río de
la Plata y hasta el diario “La Nación” le atribuyó la organización de otros
partidos en Río de Janeiro, que el club desmintió y el jugador lo hizo de una
manera rotunda;
"¿Yo metido en negocios de fútbol cuando sólo atiendo,
con gran dejadez, a los míos, a los de mi carrera artística? Por absurda, la
noticia me hizo sonreir (...) una patraña ridícula que en
Buenos Aires hizo reir a cuantos me conocen. (...) Y por lo que a mí respecta
mezclándome en el absurdo, sólo he de decir que cuando se tienen contratos como
el que ahora voy a cumplir en París, es por lo menos ridículo suponer que voy a
dedicarme a ganar unos pesos concertando partidos de fútbol."
Luego se supo
que fue la propia Comisión Directiva del Barcelona, mal asesorada y con
tremendas expectativas de ganar mucho dinero que les prometió el empresario y
dirigente Torres Ulliastres, y que consistía en reparto de la recaudación con
los locales en un 50-50 y el 30% de lo producido por el club, para los
jugadores y se alojaron en un hotel de San Isidro, la que tomó la decisión.
Gardel no
ahorraría comentarios al respecto: “No
les acompañó a los dirigentes el acierto al escoger San Isidro como residencia.
El temor a que viviendo en la Capital hicieran vida disoluta es un verdadero
agravio a unos muchachos a los que he visto siempre observar una conducta
intachable por egoísmo y por hacer honor a su fama. San Isidro no está en
condiciones para ser habitado durante el invierno por unos muchachos que
necesitaban estar al abrigo del frío, en habitaciones llenas de confort y
comodidad, para poder dar todo el rendimiento de energía física y moral en el
campo de juego. (...) Por ser distante de la ciudad y no serme simpático el
lugar en el invierno, fuí pocas veces porque desde el primer día me di cuenta
de que no era la estancia que convenía a unos muchachos que debían reponerse en
buenas condiciones de las consecuencias del viaje por mar y recuperar las
energías perdidas para enfrentase con unos adversarios que indudablemente son
de gran valía y que deseaban vencer a un contrincante de gran fama como
el Barcelona. (...) ¿A quién se
le ocurriría ir a una estancia, situada junto al río, de una humedad tremenda,
sin que se les diera a los jugadores la comida a la que están
habituados?"
En el brillante
sitio Maravilloso sitio http://gardel-es.blogspot.com/2011/01/la-cancion-del-barca-patadura.html
de Marcelo O. Martínez, se cuenta del tremendo fracaso de la gira barcelonista
por Sudamérica, en la que, además de perder casi todos los partidos –siempre
ante la presencia de Gardel en cada estadio- algunos medios definieron a
algunos de sus jugadores (como el arquero suplente Llorens, quien ingresó por
el lesionado Ricardo “Divino” Zamora) como “Pataduras”.
Tras caer ante
30.000 personas ante un combinado de estrellas argentinas en el estadio de
Barracas, pudo empatar en el segundo partido ante la selección argentina (0-0),
en River y ante 35.000 personas. Allí, Gardel y su compadre José Razzano fueron
saludados por Samitier pero ya en el segundo tiempo, el “Mudo” estaba aburrido
y se fueron en coche al Hipódromo de Palermo.
Al más puro estilo
criollo, el escritor uruguayo Máximo Sáenz, alias «Last Reason», publicó una
carta abierta en Diario “Crítica” un par de días antes del próximo
encuentro:
"Querido
Sami: No estamos satisfechos con lo que nos has mostrado hasta el momento; los
niños piden más; quieren ver al verdadero Samitier, al Mago, aunque eso le
cueste un disgusto al arquero el próximo sábado. ¿Que hacés lo que puedes? ¡Qué
macana! Si ya sabemos por Carlitos Gardel, que cuando a vos te da la
chola por jugar, cuando se te sube el barretín a la cabeza, la redonda se va
derecho a la red, dejando bizcos a los goalkeepers. ¿Y qué esperas
—¡mecachi en el Noy de Vich!—, qué esperas, gran atorrante, para mostrar las
uñas? Te esperamos, viejo, hasta el sábado, y no más. Si ahí vos no das la
medida de tu fuerza, vamos a creer que es puro grupo todo lo que han estado
chamuyando de vos los que han tenido el togus de manyarte desde
cerca."
Pero volvió a
perder ante Independiente 4-1
El diario
barcelonés La Noche, resume así el poco éxito de los azulgranas:
"El F.C. Barcelona ha fracasado ruidosamente en su viaje por
tierras de América (fracaso deportivo y económico) (…) nada ha sido previsto.
Ni el orden de los partidos, ni la valía de los adversarios, ni el número de
matchs a jugar, ni el peso de los balones… nada absolutamente."
A modo de balance de la gira, dijo Gardel: “Como
argentino me complació porque quedó saldada la derrota de Las Corts (aquella de
la selección olímpica en la antigua cancha del Barcelona). Como barcelonista
simpatizante hubiera preferido que los muchachos del Barcelona hubieran podido
oponer mayor resistencia para contemplar pugnas emocionantes de esas en las que
hasta el último momento no se decide la victoria."
El Barcelona
finalizaba su gira por el Río de la Plata con muy malos resultados: le ganó a
Boca pero perdió ante Independiente, la Liga Rosarina, Nacional, Peñarol y la
selección argentina. Entonces, Gardel le dedicó un tango a Samitier y al regresar
a Europa en diciembre grabó el tema “Patadura”.
Finalmente, el
beneficio del periplo fue de 150.000 pesetas para el club catalán, unos 250.000
dólares, muy poco para una gira tan extensa, con un plantel muy criticado a su
regreso y hasta dimisión de varios miembros de la comisión directiva, sanciones
a algunos de sus jugadores y hasta echaron al DT.
Así fue que
Gardel decidió regrabar el tango “Patadura” justo cuando sus amigos catalanes
pasaban por un mal momento, al regresar a Europa en diciembre de 1928. La
versión original era dedicada a jugadores argentinos, por lo que “El Zorzal
Criollo” decidió reemplazar los nombres nacionales por los de jugadores
catalanes y adaptó la letra para el público español (los compositores del
tango, José López Ares y Enrique Carrera Sotelo, habían presenciado en Barracas
el partido entre la selección argentina y el Barcelona ante 30.000 personas que
ganó Argentina 3-1);
“Piantate de la
cancha. Dejale el puesto a otro
De puro paradura
estás siempre en orsay
Jamás cachás la
pelota, la vas de figurita
Y no serví s
siquiera para patear un hand.
Querés jugar de
forward y ser como lo es Piera (como Seoane)
Pa’hacer como
hace Sastre (y hacer como Tarasca)
De media cancha
un gol,
Querer hacerle
goles al colosal Zamora (burlas a la defensa con pases y gambetas)
Como lo es Sami,
el mago del balón (y ser como Ochoíta el crack de la afición).
Chinchás a la
pelota (chingás a la pelota)
Chinchás en el
cariño (chingás en el cariño)
El corazón de
Platko (el corazón de Monti)
Te falta, che,
chambón
Pateando a la
ventura,
No se consiguen
goles,
Con picardía,
viejo (con juego y picardías)
Se altera el
marcador.”
Si la primera
grabación, con los nombres de jugadores argentinos, se llevó a cabo en París el
15 de diciembre de 1928, el 1 de marzo de 1929 se produjo la segunda, también
en París, siempre acompañado de su trío habitual de guitarras. José Ricardo,
Guillermo Barbieri y José María Aguilar, aunque utilizando los nombres de
jugadores del Barcelona: el delantero Piera (Vicenc Piera), el mediocampista
Josep Sastre, el arquero Ricardo Zamora, el mediocampista Josep Samitier i
Vilalta, capitán, y Franz Platko, el arquero húngaro.
Tres años más
tarde, en 1931, el Barcelona viajó a Londres y como Gardel estaba en París,
viajó a ver ese partido, que España perdió 7-0, acompañado de Pierotti y
Duggan, propietarios de caballos de carrera, pero se negó a viajar en avión
(era uno de sus grandes temores, según nos cuentan en la notable exhibición
“Gardel y los deportes”, que se lleva a cabo hasta marzo en el Museo Casa
Carlos Gardel, Jean Jaurés 735). Sentía que no les podía fallar a Samitier y a
Zamora. “Pero qué goles zonzos hicieron esos yonis. Y nada menos que 7-0. Sólo
voy a volver a Londres cuando juegue un cuadrito de los nuestros”, se quejó
luego, según contó su amigo Edmundo Guibourg.
Gardel fue socio
honorario del Barcelona. Cada vez que sus dirigentes viajan a Buenos Aires,
visitan su mausoleo para dejar allí un ramo de flores azules y rojas en su
homenaje.