A Luis Enrique
Martínez ya le había tocado una tarea parecida cuando se hizo cargo de la
plantilla del Fútbol Club Barcelona en la temporada 2014/15. El equipo venía de
dominar los partidos con larguísimas posesiones de balón desde los primeros
tiempos de Frank Rikjaard que profundizaron Josep Guardiola y Tito Vilanova, y
que lentamente fue descendiendo con Gerardo “Tata” Martino, cuando el
entrenador asturiano, ahora en la selección española, tomó el control de la
situación.
De a poco,
aunque con excepcionales ejecutantes, el Barcelona se fue convirtiendo en un
equipo con mayor verticalidad, aunque tras tres temporadas, siguió en una
transición que continúa con Ernesto Valverde, pero ya sin algunos enormes
talentos como Xavi Hernández y Andrés Iniesta.
Esa misma
influencia del Barcelona la vivió, por toda lógica, la selección española que,
primero con Luis Aragonés y luego con Vicente Del Bosque, llegó no sólo a
imponerse en dos Eurocopas (2008 y 2012) y un Mundial (2010), todo de manera
consecutiva, paseó su fútbol de toque, juego al ras del suelo, mucha posesión y
un juego horizontal que cautivó al público en todo el mundo con un estilo muy
definido.
Pero tanto como
le ocurrió al Barcelona, y además, en este caso, sin Lionel Messi (nada menos),
el fútbol de “La Roja” se fue apagando, y pagó las consecuencias en el Mundial
de 2014 y la Eurocopa 2016, aunque es mucho más complejo analizar el pasado
Mundial de 2018 por los sucesos de los días previos con la destitución
fulminante de Julen Lopetegui que, creemos, acabó influyendo en la mentalidad y
en el ánimo del equipo, que ya no fue el mismo que en toda la etapa de los
cuatro años, en la que se había evidenciado una mejoría notable a partir de una
reafirmación del estilo y de un lento pero progresivo cambio generacional.
Con la llegada
de Luis Enrique al cargo, aún identificado con el Barcelona por lo que
representó como jugador y entrenador, aquellos cambios iniciados con Lopetegui
se fueron profundizando porque la realidad así lo ameritaba.
Ya no es posible
el mismo tipo de juego con ejecutantes diversos, con la salida de los Xavi,
Iniesta, Cesc Fábregas, Gerard Piqué, David Silva, y en cambio, con la
aparición de los Isco Alarcón, Marco Asensio, Lucas Vázquez, Álvaro Morata,
Rodrigo Moreno o Iago Aspas, por citar algunos casos.
Por lo pronto,
el inicio del final de un brillante ciclo del Barcelona, que reemplazó a muchos
de sus jugadores nacidos en su propia cantera por otros fichajes rimbombantes y
de primer nivel, pero no propios, también alteró el juego de base del equipo
español.
Se mantiene la
idea general de tratar bien el balón pero ya la posesión no parece ser lo
fundamental, aunque por lógica, con jugadores de buena técnica, esto sigue
teniendo una alta probabilidad de que siga sucediendo, aunque ya la tendencia
es un poco más ofensiva con atacantes netos.
Si en la larga
etapa anterior una característica era el 4-1-4-1, en la que el peso del juego
la tenían los volantes, creadores de juego y tejedores de las acciones
cambiando el balón de un lado al otro hasta que se produjera el cambio de ritmo
y el pase preciso al definidor, lo que podía definirse también como que lo
importante era llegar a la posición y no estar en ella, ahora se puede comenzar
a observar una tendencia al 4-4-2, manteniendo la línea de fondo, que acaso en
algunos partidos ante rivales de menor nivel pueda derivar en un 3-5-2 para
potenciar el medio a épocas pasadas, pero con un neto cambio en el ataque,
donde ya no todo es “llegar” sino que se suma el “estar”.
En cierta forma,
y a partir de la nueva época ya sin ejecutantes como Xavi, Iniesta o Silva,
pero al mismo tiempo con Diego Costa, Morata, Rodrigo, Iago Aspas o Asensio,
con finalizadores que abundan en posiciones que en épocas recientes faltaban o
simplemente, no encontraban lugar entre los titulares ante el privilegio de
otras características de juego.
Si la selección
española deslumbró por su juego en el pasado reciente, al mismo tiempo tuvo un
déficit, el de la falta de gol en proporción al dominio ejercido ante los
rivales, y si éste ocurrió fue porque no tuvo referencias claras de ataque y
quedó casi todo depositado en que los volantes (grandes jugadores pero no
especialistas en el gol) llegaran y definieran.
Esta España de
Luis Enrique parece tender a ser un poco menos horizontal, a dormir un poco
menos la pelota, pero a buscar más a sus delanteros, manteniendo apenas a
Sergio Busquets y Sergi Roberto, del Barcelona (el tiempo dirá si se suma Jordi
Alba), y con mucha base de lo que fue o sigue siendo el Real Madrid (Albiol,
Ramos, Nacho, Lucas Vázquez, Asensio, Morata) o el Atlético Madrid (De Gea,
Koke, Saúl, Diego Costa).
Por otra parte,
la convocatoria de jugadores como Rodrigo (Valencia) o Marcos Alonso (Chelsea)
enriquece una plantilla de jugadores en franco ascenso.
Sin dudas,
aunque conservando una base, y aunque Luis Enrique esté muy identificado con el
Barcelona, este ciclo parece ir terminando con la etapa anterior, desde lo
táctico y sus componentes, para ingresar en una nueva, con otros ejecutantes, y
que abre un abanico de expectativas.
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