Se calcula que
octubre será el mes de la Madre de todas las Batallas del macrismo en el
fútbol: que se logre abrir, luego de años de resistencia del ambiente, la
posibilidad de debatir sobre el ingreso de las sociedades anónimas (SAD) en el
manejo del principal deporte de los argentinos en el área profesional, algo que
solapadamente ya se lleva a cabo en unos pocos equipos de las principales
competiciones.
Lo que en
tiempos del longevo mandato de Julio Grondona (1979-2014) no fue posible,
porque el fallecido y polémico ex presidente de la AFA miraba de reojo a los
empresarios ingresantes en el negocio –entre ellos, el propio Mauricio Macri- y
porque él mismo había fundado el Partido de la Pelota de Fútbol, parece que
puede conseguirse ahora, aunque sin grandes chances de que la propuesta se vote
en mayoría, gracias al apriete que el Gobierno viene realizando sobre entidades
deportivas en extraña bancarrota.
Lo que
“Cambiemos” viene realizando con los clubes es una presión constante para que,
a regañadientes, acepten el trato de un cambio en el estatuto de la AFA que
acepte el ingreso de las SAD a cambio de perdonarles el cobro total
correspondiente al decreto 1212 de 2003 de la presidencia de Eduardo Duhalde,
que establece un régimen especial para los aportes personales y contribuciones
patronales de la llamada “industria del fútbol”.
Lo que sucedió
es que el Estado miró para el costado desde 2003 hasta ahora en cuanto a los
cobros reales de impuestos por cuotas sociales y sponsoreo porque los clubes
sólo pagan una alícuota del 7% cuando el Gobierno de Macri estima que ésta
debería pasar al 14% y hasta, tal vez, el 21%, a lo que las entidades
deportivas resisten con el argumento de que su situación actual es muy dura y
que la deuda total de ellos ante el fisco, para 2016, ya era de 1.346.745.094
pesos, según la AFIP, aunque esa cifra se congeló en 2017 y no subió mucho más.
Macri ya lo
había intentado como presidente de Boca Juniors en 2000 y años antes de llegar
al club en diciembre de 1995, lo había buscado desde el llano, negociando para
acercar grupos inversores a Quilmes, Deportivo Español y hasta a Huracán, sin
éxito. Incluso llegó a recibir a uno de los dueños de las acciones en el
Atlético Madrid, Miguel Gil Marín (hijo del excéntrico ex presidente del club
madrileño Jesús Gil y Gil, ya fallecido), quien le consultó si conocía algún
club con interés de hacerse con un club, y el mandatario le habría sugerido que
ponga atención en Quilmes, acaso apostando a lo que podría votarse en octubre.
La gran pregunta
es cómo se pudo haber llegado a la situación que viven muchos clubes en la
Argentina, teniendo en cuenta que atraído por el negocio que le propuso el
gobierno de Cristina Fernández de Kirchner con el programa “Fútbol Para Todos”,
decidió pegar un volantazo y abandonar en 2009, cinco años antes de finalizar
el contrato, al monopolio que había organizado TRISA (Telered Imagen),
compuesta por mitad de acciones del Grupo Clarín y la otra mitad, de Torneos.
Si en pesos, los
clubes de Primera División cobraban unos 180 millones para 2009, el cambio los
llevó a 600 millones, lo que implicó triplicar la cifra anterior en cuanto a
derechos de TV, y con el ingreso de “Cambiemos” al gobierno, tras la turbulenta
eliminación del fútbol gratis, la industria del fútbol volvió a firmar un
acuerdo de derechos de TV, desde la Superliga, con Turner y Fox Sports que le
otorga 3200 millones de pesos por temporada.
Más allá de la
conveniencia de la cifra, que en comparación a la de ligas europeas es muy
baja, todo indica que la industria del fútbol se queja hoy de su presente, pero
viene cometiendo graves errores en la percepción del negocio y en el manejo del
mismo.
Mario Gianmaría,
el presidente de la Liga Rosarina de Fútbol, había sido el único que se quejó
cuando los clubes firmaron el acuerdo por la Superliga cuando manifestó que la
mayoría de los dirigentes “no saben lo que firmaron, sólo hicieron lo que les
dijeron”, algo que se parece demasiado a lo que ocurrió con los contratos con
Torneos y Competencias desde mediados de los ochenta, cuando Grondona les
marcaba el camino y aceptaban con los ojos cerrados.
Horacio Gennari,
quien ideó el canal “AFA TV” y que ya tenía todo acordado en 2016 para transmitir
los partidos de los torneos oficiales con Turner cuando el Gobierno de Macri
intercedió para que Clarín y Torneos tuvieran su lugar en el negocio, sostuvo
en estos días al suplemento “Negocios” de “La Nación” que por ejemplo los
derechos internacionales de TV del fútbol argentino “están horriblemente
vendidos”, sin que a los clubes pareciera importarles demasiado, porque la
situación lleva años de descontrol fuera de las fronteras nacionales.
La cuestión es
que suena realmente inexplicable que una industria envidiable como la del
fútbol argentino, pueda andar necesitando concesiones como tratar el ingreso de
las SAD con tanto dinero que puede ingresar a sus arcas y en moneda extranjera,
justo cuando la local se deprecia como en estas horas.
Pocas industrias,
como la del fútbol, tienen la chance de vender muy caro en euros, y en forma
directa (los jugadores a clubes del exterior) y vivir en pesos en el país…pero
tienen déficits crónicos.
Si las
transmisiones de Turner y Fox Sports recién comenzaron y ya Quilmes paga 60
millones de pesos al año como sponsor en TNT y, Schneider hace lo propio con
Fox Sports, y ya se habla de recaudar hasta 400 millones anuales sólo de
publicidad y en poco tiempo se superó el millón y medio de suscriptores al
fútbol codificado, no parece que los clubes no pudieran vivir de la actividad.
Desde ya que no
es la misma realidad la de los clubes más poderosos, no sólo porque facturan
más sino porque la distribución de las ganancias de la Superliga no es la de
otros torneos importantes del mundo, especialmente los europeos, debido a que el sistema argentino contempla
sólo un 50% del reparto de los ingresos en igualdad de condiciones entre los
participantes, pero un 25% restante es por mérito en los torneos (donde entra a
tallar generalmente el presupuesto) y un último 25% a la trayectoria en la
historia, y otra vez se imponen los clubes grandes de manera abrumadora.
Distinto
completamente es la Premier League inglesa, que además de haber distribuido
2419,6 millones de libras entre los clubes (3088 millones de dólares contra
menos de 100 para la Superliga argentina), el subcampeón de la temporada
2017/18, el Manchester United, facturó por esta vía 191 millones de dólares
(más que toda la liga argentina) pero el último del certamen, el descendido
West Bromwich Albion (WBA), se llevó 120 millones de dólares, es decir que la
distancia entre los de arriba y los de abajo es muy escasa, como para que el
fútbol se equilibre.
De cualquier
forma, todos los clubes argentinos tienen la posibilidad, además de vender
jugadores al exterior, de recaudar por cuotas sociales, abonos a palcos y
plateas, merchandaising, publicidad estática en los campos de juego, publicidad
en su indumentaria, el sponsoreo de la propia indumentaria que se renueva en
períodos cortos, porcentajes de derechos de formación cuando un jugador propio,
ya transferido, vuelve a fichar por otro club extranjero, y muchas veces,
porcentajes de pases en transferencias internacionales por jugadores que en su
momento fueron fichados fuera del país, pero el club de origen se quedó con un
porcentaje del pase a futuro.
Si bien durante
este último tiempo hubo algunos clubes que se dedicaron a lo que se dio en
llamar “el campeonato económico”, es decir, la reducción de gastos (ventas de
jugadores pero sin fichajes que ocasionen gastos), como es el caso de Vélez
Sársfield, Lanús o San Lorenzo de Almagro, por poner tres ejemplos, y algunos
se plantean un crecimiento a partitr de remodelaciones o nuevos estadios (Boca,
River, San Lorenzo, Estudiantes), en
general desde el fútbol argentino se observan fenómenos como el de La Masía del
Barcelona, usina de grandes cracks (y que llegó a dar la terna al Balón de Oro
como mejor jugador del mundo de 2012 a tres jugadores propios), como algo muy
lejano, casi imposible de emular.
Sin embargo, La
Masía justamente apuesta al gasto menor, en el sentido de que el Fútbol Club
Barcelona genera apego de sus jugadores, desde muy jóvenes, por el club, y
aunque también se trata de una institución compradora de grandes cracks, muchos
de ellos son pulidos o gestados desde categorías más bajas, lo cual representa
un gasto mucho menor y más accesible para un club argentino que no cuenta con
grandes recursos para fichar.
Así como el
Barcelona fue gestando un estilo de juego, lo mismo puede decirse de la
filosofía “ajacid” del Ajax holandés, basado en la misma premisa: poco gasto,
apostando a los juveniles y al futuro, y escasos fichajes, explorando mercados
poco conocidos.
El fútbol
argentino, en cambio, sigue en la misma postura de siempre del perro que se
muerde la cola y ahora se plantea resistir los embates del Gobierno con las SAD
a partir de explicaciones acerca del gasto que ocasiona mantener otros
deportes, además del fútbol o que las erogaciones superan a los ingresos en
“tiempos de crisis”.
Sin embargo, las
eternas deudas con empresas privadas, el fisco, o varios directores técnicos
que echaron no se condicen con tiempos en los que deberían encontrarse en
constante crecimiento sin dar lugar al acecho que sufrirán en los próximos
meses.
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