Texto publicado en revista Istor 72, CIDE, México, junio 2018.
Durante
su trayectoria, Diego Armando Maradona siempre ha demostrado una importante
dosis de rebeldía. Algunos de sus biógrafos lo han calificado como rebelde con
causa (Levinsky, 1996). Peleado desde sus tempranos pasos de futbolista con el
diario Clarín (Fernández & Nagy,
1994), sus enfrenamientos con las estructuras de poder lo llevaron a la
enemistad con el presidente de la FIFA, João Havelange, y su entonces secretario
general, Joseph Blatter. La relación fue también tensa durante décadas con
Julio Grondona, el caudillo de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA). El
tiempo, los escándalos de sobornos internacionales del fútbol y sus socios
“descubiertos” en el año 2015 parecen haberle dado la razón a un Maradona que
durante años fue estigmatizado por sus tropiezos personales. Le hicieron pagar,
constantemente, su oposición a poderes depredadores.
Su
surgimiento por mediados de la década de 1970 representó la encarnación del
tango El Pibe de Oro. El muchacho
pobre que por medio del fútbol consigue realizar su sueño y cuenta (en el tango
a su madre) que será como los cracks[1],
Martino, Boyé, Bernabé Ferreyra. En su contexto, Maradona no fue una aparición
aislada, de acuerdo con el antropólogo Eduardo Archetti (2003). Dieguito trajo a su máxima expresión un
estilo proyectado por el gesto de la gambeta erigido en los campitos de tierra,
los potreros.
Cuando
ya se destacaba en las inferiores de Argentinos Juniors, en el equipo de
Cebollitas (Cornejo, 2001), llamó la atención de los medios y estos fueron a
entrevistarlo a Villa Fiorito. Ahí dejó registrados sus sueños, jugar en
primera división, jugar para la selección argentina y ser campeón del mundo. Nos
ocuparemos aquí precisamente de algunos de sus trechos en los Mundiales, en esa
vitrina donde no solamente se pone en juego el talento, sino toda una gama de
significados en relación con la patria (Bernstein,
2000) y con la política.
En
realidad, su primera experiencia fue la desilusión, con diez y siete años, de
quedar fuera de la lista para Argentina 1978. Luego de formar parte del grupo,
César Luis Menotti eligió 22 de los 25 jugadores considerados. Maradona vivió
esta decisión con dolor y se cobró una ligera revancha con el título sub-20 en
Japón 1979. Pero eran tiempos de dictadura y la AFA declaró una lista de
jugadores intransferibles, que le impedía irse a Europa. En Argentinos Juniors,
se cansó de hacer goles y pasó a Boca Juniors, donde fue campeón en 1981. Se le
prometió que luego del Mundial de 1982 podría partir (Julliard, 2010). Maradona
selló, así, una transición inevitable hacia un fútbol industrializado
(Levinsky, 2010) en una geopolítica dominada por el poder de compra europeo
(Ribeiro, 2008).
LA
DERROTA EN EL MUNDIAL DE 1982 Y LA DERROTA DE MALVINAS
Mientras
la selección se concentraba para el Mundial de España 1982, Argentina disputaba
la guerra de Malvinas. La recuperación de las Islas efectuada en abril desató
un clamor popular que la Junta Militar interpretó, erróneamente, como apoyo
hacia ella y como una posibilidad de negociar con Gran Bretaña. El reclamo de soberanía
era, en efecto, sentido a flor de piel en la sociedad. Maradona participó de la
campaña de fondos para los soldados. Envió a su representante, Jorge
Cyterszpiler, y luego asistió él mismo a Argentina Televisora a Color (ATC)[2].
Cuando
la guerra estaba todavía en curso, la selección viajó al Mundial con una base
que había participado en Argentina 1978, entre ellos Mario Kempes, y, ahora sí,
con Maradona como figura. El torneo comenzó el 13 de junio en Barcelona, pero con
una derrota frente a Bélgica por 1 a 0. Esa misma semana, la Junta acordaba el
cese de hostilidades.
Al
igual que en la guerra, Argentina presentó resistencia en el Mundial, pero no
alcanzó. Luego de la decepción inicial, se le ganó 4 a 1 a Hungría con dos
goles de Maradona y 2 a 0 a El Salvador.
En segunda ronda, Argentina perdió 2 a 1 con Italia en un partido donde fue
objeto constante de faltas. En el último encuentro, lo mismo sucedió con Brasil,
al punto de perder el control emocional y terminar expulsado. En esa época,
Pelé escribía columnas para Clarín en
Argentina. En ellas no perdía oportunidad para comentar y disfrutar las fallas
de quien se esperaba una consagración (Fernández & Nagy, 1994). A Maradona
llegaron esos ataques.
El
escenario no podía ser más negro para el país. Sin embargo, la derrota en la
guerra y la falta de cortina, como había sido el triunfo en 1978, aceleraron
los reclamos contra la dictadura. Los aires democráticos regresaban, pero
Maradona ya estaba en la liga de España. La era de Menotti terminaba en la
selección y se le uniría más tarde al Barcelona como entrenador. El nuevo ciclo
era encomendado a Carlos Salvador Bilardo por una AFA comandada por Julio
Grondona, en el poder desde 1979 (Palomino & Scher, 1988). Sin embargo, la
etapa en Barcelona resultaría convulsionada, con decepciones, escándalos y lesiones
que truncaban la expresión de su talento (Burns, 1996).
Su
destino se dirigiría hacia el Nápoles en 1984, a donde se llevaría a una
persona clave, su preparador físico: Fernando Signorini. Maradona quería tener
revancha en el siguiente Mundial, aunque la clasificación resultó ser más complicada
de lo prevista. El ciclo no convencía, especialmente al diario Clarín, férreos críticos del director
técnico y jueces implacables con Maradona (Fernández & Nagy, 1994). Muchos
apostaban por las cabezas. El Brasil de Sócrates y Zico, la Francia de Michel
Platini o la Alemania de Beckenbauer estaban entre los candidatos.
EL
MUNDIAL DE 1986: LA VICTORIA DE ARGENTINA Y SU VICTORIA
Maradona
quería que México 86 fuera su Mundial. Para estar a punto, llevó a Fernando
Signorini, acompañando al cuerpo técnico. En el primer partido contra Corea del
Sur en el estadio Olímpico, Argentina ganó 3 a 1 en un ríspido encuentro. En el
segundo, jugado en Puebla, empató con Italia con su gol de Maradona. En el
tercero, con una Argentina más suelta, se derrotó 2 a 0 a Bulgaria en Ciudad
Universitaria. En pleno Mundial, Maradona cuestionó a la FIFA por no pensar en
los jugadores, hacerlos jugar en horas pico de calor en ciudades por encima de
los dos mil metros. En efecto, los acuerdos comerciales estaban pensados para
las transmisiones en Europa.
En
octavos de final se encontró con un rival difícil de quebrar, Uruguay. En
Puebla, el clásico de La Plata terminó 1 a 0. El siguiente escenario, Argentina
versus Inglaterra, puede considerarse como “el Partido” (Burgo, 2016). Cuatro
años después de la guerra de Malvinas, resultaba imposible no cargar de
sentidos al encuentro. Las heridas sangraban, lógicamente. La geopolítica, las
identidades nacionales y el deporte se condensaban en una instancia
mundialista. Maradona, alguien con inclinación natural para sumarse a causas
políticas y con una sensibilidad siempre emparentada con lo popular, se puso la
mochila en sus hombros y salió a jugar con furia y astucia en el Azteca (Bernstein,
2000). Era su manera de lidiar con el contexto.
Los
dos equipos se encararon con la sensación de estar disputando algo más que un partido.
Aquel curioso que se atreva a observar el desarrollo podrá prestar atención a
la disposición del equipo argentino[3]. Con
una circulación a lo largo del campo, Maradona resolvió desde el inicio tomar
el liderazgo. La jugada que desemboca en el primer gol constituye una prueba.
La acción arranca en campo argentino por la derecha. La pelota llega al volante
central, Batista, quien toca hacia el costado para Enrique. Este último abre a
la izquierda para Olarticoechea, quien al pasar la mitad ve a Diego acercarse.
Maradona encara desde tres cuartos de cancha la marcación de tres defensores; al
pasar, busca la asociación con Valdano (quien es anticipado por un defensor) y
en el rebote la pelota le llega alta. En la lucha por vencer a Shilton,
Maradona salta y con su mano acompaña el movimiento simulando un cabezazo que
termina en gol[4].
Cabe
remitir al lector al libro de Claudio Tamburrini, ¿La Mano de Dios? (2012) sobre el debate acerca de la trampa y su
pertinencia en el fútbol. Sin entrar en él aquí, cosa que Tamburrini hace
hondamente, Maradona siempre ha justificado su acción como parte de una
práctica que no solamente se usa, sino que se aprende. Una disposición, en
términos de la sociología de Pierre Bourdieu (1994), adquirida en el pasado de
canchas de tierra[5].
Tal como Gustavo Bernstein
(2000) lo interpreta, ese primer gol a Inglaterra refleja la expresión de la
picardía y la trampa constante en la sociedad argentina, elementos que se
manifiestan en el día a día.
El
segundo gol, siguiendo a Bernstein,
manifiesta el talento concentrado. Talento que, si se lee con ojos más amplios,
remite a la creatividad de los individuos para hacer frente a la adversidad. Esa
jugada nació de una intención. Maradona ha contado en varias entrevistas los
detalles que iban pasando en su mente. Desde que arrancó atrás de la mitad del
campo y fue eludiendo a la mitad del equipo inglés, incluyendo al arquero, para
empujar la pelota a la red. Valdano rememora que, cuando llegaron al vestuario,
Diego le comentó que en sus últimos pasos había estado buscando un hueco para
darle un pase al segundo palo. Según Valdano: “Eso da una idea de la cantidad
de ideas aprovechadas y desechadas que pasaron por su cabeza en segundos”[6].
Este
gol, el “barrilete cósmico”, forma parte de las emociones narradas por el
periodista Víctor Hugo Morales, radicado en Argentina desde 1981. Sobre esta
narración, el propio Maradona (2016) cuenta cómo el relato de Víctor Hugo engrandeció
su acción. El deporte, en estos casos, se carga de múltiples significados y de
dobles sentidos (Faure & Suaud, 2015): la victoria en el campo y la
victoria simbólica sobre el (los) adversario(s).
En
semifinales, Maradona hizo los dos goles ante Bélgica para posicionar a
Argentina en final. Luego, en el partido con Alemania, habilitó a Burruchaga
para dejarlo camino al gol, cuando el encuentro estaba empatado a dos. Argentina
se consagraba así campeona del mundo, con un equipo que aprovechó su potencial
y pudo acompañarlo, con Burruchaga y Valdano en ataque y una estructura por
detrás para jugar en bloques, tal como lo diagramó su entrenador. Para Maradona,
este fue el momento cumbre de su carrera (Segura, 2013). Vencer en el campo,
vencer al periodismo, léase en particular a Clarín,
y conquistar el título para una Argentina democrática.
De
regreso en Argentina, el festejo en el balcón de la Casa Rosada lo mostró
eufórico con la Copa en manos. Cabe recordar que el gobierno estuvo cercano a
pedir la deposición de Bilardo antes del Mundial, algo a lo que Maradona se
negó[7]. Por
lo tanto, su victoria fue global y local.
ITALIA
1990: EL ESFUERZO Y SUS LÁGRIMAS
De
México 1986 a Italia 1990 ya se trataba de un jugador consagrado, un prócer en
Argentina, según Valdano[8].
En ese lapso fue campeón del scudetto
con Napoli, por primera vez en la
historia, así como de la Copa de Italia en 1987. Luego de buenas temporadas en 1988
y 1989, lideró a su equipo para ganar la Copa UEFA, el primer título
internacional para el club, contra el Stuttgart
de Jürgen Klisman. Se conquistaría al año siguiente el segundo scudetto, disputado palmo a palmo con el
Milan.
Argentina
llegaba así al siguiente Mundial con Maradona y con varios jugadores del ciclo
anterior. El pobre recambio generacional puede quizás explicar el tibio arranque.
En el debut, Argentina cayó 1 a 0 con Camerún y el equipo se mostró impotente.
La recuperación, un tanto tambaleante, se dio contra la Unión Soviética por 2 a
0 en Nápoles, en donde Maradona fue aclamado. Luego se empató con Rumania en un
gol para transitar, con sustos, hacia la segunda ronda.
Con
Maradona lesionado, anestesiado en su tobillo para jugar contra un Brasil que
había terminado primero en su grupo, Argentina se defendió como pudo en octavos.
Esto, hasta que en el minuto 81 Maradona dejó a Caniggia solo frente a
Taffarel. “El Pájaro” eludió al arquero y convirtió. Así de simple, en un
partido muy difícil que solo podía ser resuelto por la aparición del talento
individual. En los cuartos, luego de un tedioso empate a ceros con Yugoslavia,
Argentina pasó en penales, aunque Maradona malogró el suyo.
Italia
esperaba en semifinales en suelo napolitano. Nuevamente, el fútbol y la
política envolvieron el clima. Maradona declaró que los italianos del norte
consideraban a los napolitanos como extranjeros, los despreciaban todo el año,
y les pedían en aquel momento alentar a Italia. El partido se jugó en un
ambiente tenso en el cual el reconocimiento a Diego se mezcló con silbidos e
insultos. El partido terminó 1 a 1. Argentina consiguió empatarlo con gol de
Caniggia y llevarlo hasta penales. Esta vez, Maradona convirtió y el arquero
Sergio Goycochea se vistió de héroe para depositar al equipo en Roma.
Si
alguna vez ha habido un clima anti-argentino en un Mundial, este se dio en esa
final. El estadio, en casi su totalidad, silbó el himno, mientras Maradona
propinaba insultos captados por la televisión en la ceremonia de inicio.
Argentina cayó 1 a 0 frente a Alemania con un penal marcado por Edgardo Codesal,
del que muchos todavía dudan. Las imágenes finales son aquellas de un Maradona
llorando de rabia y tristeza, sintiéndose despojado y derrotado.
En
Argentina, esas sagas provocaron alegrías, angustias y tristezas, en un período
que había sido marcado por las turbulencias democráticas y la hiperinflación. Esto,
al punto de una salida anticipada del presidente Ricardo Alfonsín para dejar
lugar a Carlos Menem en julio de 1989. Un año después, el fútbol funcionó como
válvula de escape por unas semanas, una forma de olvidarse de otros problemas. Maradona
siguió una temporada más en Nápoles, pero ya no sería lo mismo. Si bien su Napoli goleó 5 a 1 a la Juventus en la Supercopa, la prensa y el
ambiente del fútbol no le perdonarían sus actitudes provocadoras, ¿y realistas?,
en particular aquella mención acerca del desprecio al sur de Italia. De
“repente”, los controles se endurecieron y en 1991 saltó un primer caso de
consumo de droga, no de sustancias para mejorar su rendimiento, pero sí de
cocaína. Fue el fin de su época en Italia. Luego de la suspensión iría hacia el
Sevilla en España.
ESTADOS
UNIDOS 1994: LE CORTARON LAS PIERNAS
La
selección sin Maradona ganó las Copas América de Chile 1991 y Ecuador 1993,
dirigidas por Alfio Basile y con nuevas figuras como Gabriel Batistuta y el Cholo Simeone. Sin embargo, la
clasificación al Mundial de USA 1994 se complicó al perder dos partidos con
Colombia, el segundo por un rotundo 5 a 0. Basile solicitó a Maradona para
regresar y ayudar en el repechaje. Tuvo un breve intervalo en Newell´s Old Boys de Rosario para ponerse a punto.
Argentina
clasificó con un empate de visitante y un triunfo ajustado en Buenos Aires
frente a Australia. Fue curioso el hecho de no haber controles antidopaje. Para
la FIFA, la fiesta con Maradona presentaba un valor agregado indudable. Para el
Mundial, Diego se preparó intensamente con su preparador Fernando Signorini en
un campo en la provincia de La Pampa. Así, llegaba en buena forma a Estados
Unidos. En el debut frente a Grecia, Batistuta marcó tres goles y hubo una
jugada de antología donde Balbo tocó para Redondo, quien hizo una pared con
Diego, luego otra entre Caniggia y Redondo, que desembocó en Maradona. Diego se
acomodó y puso el cuarto gol al ángulo. Víctor Hugo Morales ha dicho que ese
gol constituye su mejor narración técnica de alguna acción de fútbol.
Si
bien Argentina comenzó 0 a 1 con Nigeria en el segundo partido, Caniggia empató
el encuentro tras un tiro de Batistuta. En un cobro rápido de otra falta,
Maradona habilitó a Caniggia y el partido se puso 2 a 1. Una enfermera vino a
buscar a Diego al final del encuentro para llevarlo al control antidopaje. Dos
días después, Julio Grondona le anunciaba al cuerpo de la selección que el
control había dado positivo. La sustancia detectada era un suplemento
vitamínico de venta libre que contenía efedrina (Levinsky, 1996). En la trama
de llamadas entre Julio Grondona y el secretario de la FIFA, Joseph Blatter, se
decidió apartarlo antes del tercer partido frente a Bulgaria. La FIFA
anunciaría, con toda la solemnidad, la suspensión de Maradona por 15 meses
(Wall & Burgo, 2014).
Argentina,
golpeada anímicamente, perdería 3 a 2 con la Rumania de Georges Hagi y se iba
eliminada en octavos de final. En esos días, ya fuera del Mundial y en
entrevista con Adrian Paenza, Diego declararía: “Me cortaron las piernas”. En efecto,
fue su última participación como jugador internacional, pero no su última
disputa con la FIFA y con Joseph Blatter.
MARADONA
POS-MUNDIALES
La
FIFA, de Havelange y Blatter, lo dejó fuera de las canchas, pero Maradona
regresaría a Boca Juniors en octubre de 1995. En diciembre de aquel año,
Mauricio Macri asumía la presidencia del club. Como no podía esperarse de otra
forma, esta relación fue tensa y poco feliz. En el paquete había recortes de
sueldo de jugadores y empleados.
Maradona
se retiraría definitivamente del fútbol en 1997 y entraría en una fase de
constantes recaídas, internaciones y viajes a clínicas en Cuba. En noviembre de
2001, tuvo su despedida en la Bombonera con la selección comandada por Marcelo
Bielsa en preparación para el Mundial de Corea y Japón. De las emociones que
invadieron su comunión con el público, registró la frase, “Yo me equivoqué y
pagué, pero la pelota no se mancha”. Pero el alejamiento de la competencia, y
tal vez la falta de adrenalina a la que se acostumbran los jugadores, puede
explicar parte del vacío que sienten al retirarse. Las turbulencias y el
sobrepeso lo llevaron al borde de la muerte en reiteradas ocasiones. Una
operación para bajar de peso fue parte de su rehabilitación. De vuelta a un papel
mediático, grabó en 2005 la serie de episodios La Noche del 10. Con una figura delgada y sonrisa de espíritu,
tuvo invitados de todos los ámbitos, incluido Pelé, sumados a un culto de recuerdos y confesiones sobre su carrera.
Si
bien Maradona siempre había demostrado una cierta inclinación hacia determinado posicionamiento político, es
en esta etapa en la que se hace más visible su faceta militante. En la IV
Cumbre de las Américas (2005) en Mar del Plata, reunida para resistir contra el
tratado de libre comercio continental, compartió palco con Adolfo Pérez
Esquivel, Las Madres de Plaza de Mayo, Evo Morales y Hugo Chávez. Sus
inclinaciones estarían cada vez más cargadas de expresiones antiimperialistas. Es
también en todos estos años cuando se acentúa su disfrute como aficionado, de
Boca Juniors y de diferentes selecciones argentinas. Su goce, saltando y
cantando como un hincha más en el Mundial de Alemania 2006 en el partido contra
Serbia y Montenegro en particular, o como parte de la hinchada argentina de
tenis en la final de la Copa Davis en Rusia, son solo algunos ejemplos.
Su
etapa como entrenador merecería un capítulo entero, algo que resumimos aquí a
su paso por la selección por casi dos años desde noviembre de 2008. La
clasificación al Mundial de Sudáfrica 2010 tuvo sus vaivenes y, cuando se
consumó el pase en Montevideo, propinó una serie de insultos en conferencia a aquellos
periodistas que no confiaban en su ciclo. En el Mundial, a pesar de funcionar
el equipo en primera fase y tener a Messi y a Tévez en el campo, Argentina fue
eliminada por goleada frente a Alemania en cuartos. Para su renovación, la AFA
le exigía cambios en su cuerpo técnico. Se retiró, así, en conflicto con Julio
Grondona y su ex entrenador en México 1986, Carlos Bilardo.
En
Brasil 2014, su aparición fue como conductor del programa De Zurda, de la cadena Telesur, junto con Víctor Hugo Morales. Sus
críticas a la FIFA y en especial a Joseph Blatter hicieron que se le impidiera
asistir oficialmente a los estadios. Argentina fue avanzando hacia la final y
Maradona no pudo, por decreto, alentar en el estadio. En el estudio, De Zurda tuvo como invitados a Evo
Morales, Rafael Correa, comunicaciones con José Mujica, además de ex jugadores
y artistas. Fue de los programas con más audiencia internacional durante la Copa.
Casi
un año después, los escándalos de sobornos, el informe de la justicia
estadounidense, las detenciones del FBI de altos cuadros vinculados al fútbol y
sus socios comerciales dedicados a arreglos de derechos de transmisiones cambiaron
algunas cosas de lugar. Maradona afirmó disfrutar la investigación sobre la
corrupción, sobornos y lavado de dinero en la FIFA: “A mí me decían que estaba
loco cuando hablaba de los dirigentes corruptos. Cuando pedía que investigaran las
cuentas […] lo que yo no quería era que siguieran robando. Hoy tenemos una FIFA
de billones de dólares y hay jugadores por el mundo que no ganan más de 150
dólares. A Blatter no le salieron las cosas ni cumplió lo que prometió” (27 de
mayo, 2015, en radio La Red). Un vuelco en el timón, con Blatter alejado,
propinó el acercamiento con la institución presidida por Gianni Infantino desde
febrero 2016. Su voz, desde su acceso ahora oficial a FIFA, discordó con la
Comisión Normalizadora en la AFA, una instancia de intervención con lazos muy
cercanos al Gobierno nacional, en particular con el presidente Macri (Levinsky,
2016). En la preparación del Mundial de Rusia, Maradona asistió a los palcos de
la Copa de Confederaciones 2017 y declaró su admiración por el presidente
Putin. Por primera vez, Maradona formaba parte del grupo VIP de la FIFA, algo
que no le impedía seguir siendo polémico en sus declaraciones.
Su
transición por este mundo a algunos molesta, no le perdonan, quizás, ser
irreverente en sociedades regidas por los controles en las apariencias. Otros
lo adoran y otros tantos simplemente lo respetan. De cualquier manera, Maradona
ha sido parte de la historia de los últimos 10 Mundiales, primero como jugador,
después como espectador, entrenador, excluido de los estadios en Brasil 2014 y
ahora, como una especie de embajador para Rusia 2018.
BIBLIOGRAFIA
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fútbol, tango y polo en Argentina, Buenos Aires, Antropofafia.
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distinta del deporte, Buenos Aires, Continente.
Wall.
A. & Burgo, A., (2014), El último
Maradona, Buenos Aires, Aguilar.
[1] Jugadores que
marcaron época en Argentina en la década de 1930.
[2] El lector puede
remitirse al programa de televisión Bajada
de Línea 85, del 15 de abril de 2012, Maradona
y su Venganza de Malvinas, conducido por Víctor Hugo Morales, disponible en
youtube: https://www.youtube.com/watch?v=rfO9hH5spx0
[3] Actualmente, la
disputa entera puede ser apreciada en Internet.
[4] El observador agudo
de la jugada en cuestión podrá percibir a cuatro jugadores argentinos en posición
de asociarse e infiltrarse en la defensa inglesa en el momento que Maradona se
acerca al área rival.
[5] Las características
del terreno no determinan en sí el recurso al engaño, éste bien puede darse en
canchas sintéticas hoy en día. Tampoco la viveza “criolla” puede ser un
argumento para indicar que los jugadores sudamericanos son más proclives a la
trampa, la mano de Thierry Henry en 2009 que dio la clasificación a Francia o el
simulado penal de Robben vs México en Brasil 2014 son solo algunos ejemplos
“europeos”.
[6]
https://www.youtube.com/watch?v=txm3jrWX594
[7] Se recomienda al
lector ver la entrevista en youtube de Daniel Arucci en Infobae del 1 de julio
de 2016.
[8] Jorge Valdano y los
30 años de la Mano de Dios: https://www.youtube.com/watch?v=E_gH_9qKd90
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