Con los dos
partidos amistosos ante Guatemala en Los Ángeles, y ante Colombia, en Nueva
Jersey, ambos en los Estados Unidos, la semana próxima, la selección argentina
inicia un nuevo camino tras la decepcionante participación en el Mundial de
Rusia, y con el interrogante acerca de cuáles serán los caminos que transitará
y cuál es el plan que por ahora esconde la AFA, si es que existe, para regresar
a un cierto contexto de seriedad perdido hace mucho tiempo.
Ya nadie espera,
en estos años de tantas turbulencias, un ciclo como el que alguna vez tuvo la
selección argentina con Guillermo Stábile, entre 1939 y 1961 (con una
interrupción entre 1958 y 1960), pero que entre 1974 y 2004 (30 años), haya
habido cinco entrenadores (César Luis Menotti, Carlos Bilardo, Alfio Basile,
Daniel Passarella y Marcelo Bielsa), y que en los últimos 14 años haya habido
ocho (José Pekerman, nuevamente Basile, Diego Maradona, Sergio Batista,
Alejandro Sabella, Gerardo Martino, Edgardo Bauza y Jorge Sampaoli), es una
muestra cabal del estado de desconcierto que reina en la AFA.
Las cosas poco
han cambiado con el actual presidente de la AFA, Claudio “Chiqui” Tapia, porque
aunque se desgañite hablando de proyectos, no se conocen con exactitud y se
sigue sin saber a qué se quiere que juegue el equipo nacional, algo elemental
para luego salir a buscar un candidato, y tampoco queda claro el perfil de
entrenador que se busca en cuanto a comportamiento, trayectoria o conocimientos.
Por lo general,
desde la salida de Menotti tras el Mundial de España en 1982, y aún con la
consecución del título mundial en México 1986, ya la elección de Bilardo para
el ciclo 1982-86, ratificado para un segundo ciclo, se basó mucho más en haber
sido el director técnico del equipo campeón (Estudiantes) cuando acabó la etapa
anterior, que en tener determinado perfil o conocimientos requeridos.
Esto generó que
entonces todo pase por cierto oportunismo histórico: estar en el lugar adecuado
en el momento justo. Si Pekerman tomó la conducción en 2004 sin tener la misma
línea que su antecesor, Bielsa, fue porque en ese momento, cuando el ex DT de
Newell’s se quedó “sin batería” para seguir, era el manager general. Basile, en
cambio, cuando asumió tras Alemanioa 2006, lo hizo porque la AFA necesitaba
alguien permisivo ante una etapa en la que se había acordado comercialmente con
la empresa rusa Renova y se necesitaba cierta “flexibilidad”, pero tras
desavenencias con la dirigencia, justo cuando era el momento de Carlos Bianchi,
se optó por Maradona con el objeto de darle prioridad a la generación del 86.
La historia
reciente es conocida y la Selección siempre se presentó como un fierro caliente
que al primer resultado adverso no da lugar a una mínima paciencia porque,
además, la falta de resultados genera una tremenda ansiedad.
El último título
de la selección mayor se obtuvo en la Copa América de 1993 en Ecuador y como el
próximo compromiso oficial será en el torneo sudamericano de Brasil en 2019, se
cumplirán 26 años sin logros, una cifra exagerada para lo que representa el
fútbol argentino en el mundo, al punto tal de que esta generación que parece
haber cumplido un ciclo en Rusia 2018, estuvo muy cerca de conseguirlo.
Es en este
contexto en el que Lionel Scaloni, ayudado por Walter Samuel, compañeros en el
juvenil que ganara el Mundial sub-20 de Malasia en 1997 con un estilo que
conformó a la mayoría de los argentinos, trata de establecer cierto equilibrio
como director técnico interino, con su convocatoria para afrontar los partidos
de esta semana en los Estados Unidos, sin que se sepa qué ocurrirá desde 2019 y
si no será que este mismo cuerpo técnico deberá seguir trabajando hasta la Copa
América de Brasil.
Es en este punto
en el que se nota una transición, porque de los tres arqueros que viajarán,
salvo Gerónimo Rulli, que evidencia un cambio de rumbo, ni Franco Armani ni
Sergio Romero pertenecen a esta visión, y ocurre algo parecido con la defensa
porque sumados los mundialistas Acuña, Salvio y Tagliafico, hay que agregar a
quienes no estuvieron en Rusia por lesiones (Funes Mori y Bustos), otro que
estuvo cerca de llegar (Pezzella) y otro que se malogró en este fin de semana
(Mercado).
Es decir que de
diez defensores convocados, sólo tres representan un cambio (Walter Kannemann,
Alan Franco y Leonel Di Plácido), sumados a Renzo Saravia, que en verdad fue
llamado a último momento por la lesión de Mercado.
Distinto ocurre
en el mediocampo, donde puede señalarse que la renovación es prácticamente
total porque si bien Maximiliano Meza o Giovani Lo Celso estuvieron en Rusia,
sus participaciones fueron escasas o nulas y merecen una nueva oportunidad, y
el resto de los volantes aportan frescura y buena técnica.
Lo mismo sucede
con el ataque, con la impecable convocatoria de aquellos que hasta ahora
tuvieron escasas posibilidades y que representan un soplo de aire fresco, como
Paulo Dybala (de inexplicable exclusión durante el Mundial pasado), Mauro
Icardi (del que todos conocen su novela), Cristian Pavón (de destacadas
actuaciones en el fútbol, doméstico), sumados al notable crecimiento de Ángel
Correa y Giovani Simeone y a Lautaro Martínez, en fase de experimentación por
su cambio del torneo local al calcio italiano.
En cuanto a la
ausencia de la generación anterior en esta convocatoria, todo indica que por
edad y por la lógica renovación, salvo Lionel Messi, Sergio Agüero y Nicolás
Otamendi, por tener una mayor trascendencia en sus equipos y regularidad en sus
rendimientos, el resto parece contar con poca chance y al mismo tiempo, era
necesario una toma de distancia por un tiempo prudencial por la carga
psicológica que implicaron tantas frustraciones.
De todos modos,
estos partidos y estos meses no tapan el bosque, que sigue siendo el
interrogante acerca de quién, y con qué criterio, será elegido director técnico
de la selección nacional desde 2019. En algún momento se deberá conocer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario