Fue exactamente
un 22 de octubre, como hoy, y hace medio siglo. La Bombonera, repleta, fue
testigo de lo que podía llegar a ser una remontada de Estudiantes ante el
poderoso Milan por la Copa Intercontinental y terminó siendo un bochorno por el
que el equipo de La Plata tuvo dos expulsados que terminaron en la cárcel, por
violencia, y otro suspendido de por vida por la AFA.
Ese partido se
jugó en el contexto del “Cordobazo”, el levantamiento popular contra la
dictadura de Juan Carlos Onganía, que siempre había utilizado al fútbol como
instrumento, como cuando recién asumido, recibió en la Casa de Gobierno a los
jugadores que volvían del escándalo de Wembley tras el Mundial de Inglaterra
1966 y a días de la definición de la Copa Intercontinental de 1969 sostuvo que
aquel estudiantes que dirigía Osvaldo Zubeldía era “un equipo modelo”.
Acaso esta
frase, y que el equipo argentino había sido recibido con objetos lanzados desde
distintos lugares del estadio San Siro, en la ida, cuando el Milan venció 3-0
el 8 de octubre y parecía que tenía buena parte de la serie en el bolsillo, con
dos goles de Ángelo Sormani y otro del argentino Néstor Combín ante 60.675
espectadores, pudieron haber encendido la mecha de un Estudiantes que salió muy
nervioso a la revancha en la Bombonera.
Así como en la
ida en Italia el árbitro había sido el francés Roger Machin, para la vuelta, la
FIFA decidió que fuera el chileno Domingo Massaro, en tiempos en los que la
Copa Intercontinental se jugaba a doble partido entre el campeón de la vieja
Copa de Campeones de Europa (la Champions League recién comenzó en 1992) y la
Copa Libertadores de América. Y en caso de igualdad, se llegaba a un tercer
cotejo decisivo (como había ocurrido en 1967 entre Racing Club y el Celtic de
Glasgow).
Estudiantes era
la gran revelación de esos años. Dickie Randrup, divulgador platense e hincha
que estuvo en esos años en todos los partidos como local y en Sudamérica por
las Copas Libertadores, y que también concurrió a la Bombonera en aquella
final, tiene un libro que se llama “Yo conocí a Pincharrata”, de 2016, describe
que desde la llegada como director técnico de Zubeldía “Estudiantes había
revertido aquella idea de equipo chico que cada año peleaba por no descender,
que salvaba el año ganando el clásico a Gimnasia o a un grande y pasó a ganar
muchas cosas”.
Estudiantes
había sido el primer equipo que no era de los llamados “grandes” que obtuvo un
campeonato argentino al ganar el Metropolitano de 1967 y eso lo proyectó a los
torneos internacionales, ganando la Copa Libertadores y la Intercontinental en
1968 (ante el Palmeiras y el Manchester United, respectivamente), y la Copa
Interamericana (ante el Toluca mexicano) y la Libertadores 1969 (ante Nacional
de Montevideo).
Por el lado del
Milan, se trataba de un equipo duro, muy táctico y disciplinado, dirigido por
Nereo Rocco, que arrastraba la frustración de haber perdido la Copa
Intercontinental en 1963 ante el Santos de Pelé y que ahora iba por la revancha
con jugadores de gran nivel, especialmente por “El Bambino de oro”, Gianni
Rivera, que brillaría al año siguiente en el Mundial de México, y con sus
certeros delanteros Sormani y el argentino Combín. Le había ganado de manera
inapelable la final de la Copa de Campeones de Europa a un joven Ajax que ya
manejaba Johan Cruyff por 4-1 en la final del Santiago Bernabeu.
Estudiantes, por
su parte, había vencido a Nacional de Montevideo los dos partidos finales, 0-1
en Uruguay y 2-0 en Argentina. Pero todo parecía casi definido tras el 3-0 de
la ida en el San Siro y además, a ese partido, el equipo de Zubeldía no había
llegado del todo bien por la lesión de su delantero Eduardo “Bocha” Flores, que
jugó sus últimos minutos antes de operarse de una rodilla mientras que el
volante Carlos Bilardo tenía dos costillas fracturadas aunque persistía en
ingresar. Algo parecido había ocurrido en la final de la Copa Libertadores,
cuando el defensor Ramón Aguirre Suárez le pidió al DT un corcho para morderlo
mientras jugaba por el dolor que sentía con sus meniscos rotos.
El equipo
argentino había decidido volver a jugar como local en la Bombonera, tal como en
la Copa Intercontinental de 1968 cuando le ganó allí 1-0 al Manchester United
en la ida para luego empatar 1-1 en la vuelta en Inglaterra. “A la gloria no se
llega por un camino de rosas”, escribió Zubeldía en el pizarrón del vestuario, que se puede
ver en el Museo del Fútbol de Manchester. Ahora todo parecía muy complicado y
el nerviosismo de algunos jugadores fue evidente.
El delantero
Pratti tuvo que salir en brazos de sus compañeros por un golpe de Aguirre Suárez, sumado a una patada del
arquero local Alberto Poletti que recorrió varios metros para agredirlo cuando
estaba en el suelo, rodeado de compañeros y con el árbitro cerca de la acción.
A los 30 minutos
del primer tiempo, Rivera recogió un mal
pase de Eduardo Manera, avanzó en pared con Combín, eludió a Poletti y marcó el
gol italiano. Era el 4-0 de la serie y parecía todo terminado, pero el arquero
de Estudiantes, inexplicablemente, se mezcló entre los festejos visitantes,
visiblemente nervioso y con ánimo de agresión.
Sin embargo,
antes de que el partido se fuera al descanso, llegaron dos goles seguidos de
Estudiantes a los 43 minutos, cuando Marcos Conigliaro corrigió con un cabezazo
un remate de Bilardo que rebotó en la defensa, e inmediatamente Aguirre Suárez
empalmó otro tiro que superó al arquero Cudicini.
Pareció que todo Estudiantes volvía a
animarse. Se colocó a dos goles de distancia con un tiempo por jugarse, pero
los nervios volvieron a meterse en el partido. Un codazo de Aguirre Suárez le
hizo sangrar la cara de Combín y la desfiguró, y el defensor se fue expulsado y
fingiendo llanto, ovacionado por sus hinchas, al grito de “y pegue, y pegue, y
pegue Pincha pegue”. También había sido retirado Rivera, por otro golpe de
Manera, que también se fue expulsado. En un bochornoso final, eran nueve contra
nueve cuando los italianos comenzaron a festejar el título, pero otra vez
apareció un enloquecido Poletti para mezclarse entre los rivales para agredir
con una patada a lo kung-fu hacia Lodetti, al punto de que tuvo que entrar la
Policía para separar.
Al llegar al
vestuario, la delegación milanista se enteró que Combín había sido llevado a la
comisaría y luego trasladado al Regimiento de Infantería 1 de Patricios y
estuvo allí demorado medio día debido a que se había ido de la Argentina a
Francia a los 18 años sin haber cumplido con el Servicio Militar Obligatorio,
se nacionalizó a los 23, y luego fue transferido al Milan. Recién a la mañana
siguiente apareció el embajador con un certificado que comprobaba que el delantero
había cumplido con el Servicio Militar pero en territorio francés, con el que
Argentina tenía convenio, y entonces fue liberado.
Al otro día del
partido, la cara deformada de Combín fue tapa de todos los diarios europeos.
“La página más negra del fútbol argentino”, tituló entonces la revista “El
Gráfico”, que contaba con detalles las agresiones de Poletti, los golpes a
Combín o que a Rivera le abrieron la cabeza entre Aguirre Suárez y Echecopar.
“Se trató de una guerra y no de un partido de fútbol”.
El reconocido
periodista español Alfredo Relaño, por muchos años director del diario
deportivo “As” de Madrid y anteriormente jefe de Deportes del diario “El País”
recordaba haber visto ese partido por TV desde su casa en la madrugada, por la
diferencia horaria con Argentina. “Fue tremendo. Vi con espanto escenas a las
que no cabían términos como dureza o agresividad, tan de uso en el fútbol.
Aquello era ferocidad criminal”, escribió años más tarde.
“El Gráfico”
insistió en sus páginas: “No, Estudiantes.., esto no fue hombría…no fue
temperamento…no fue garra…esto fue la apología de la brutalidad y la
locura…esto nos avergonzó a todos y debe avergonzar a los responsables. Si
realmente queremos rescatar algo para seguir creyendo en el futuro, empecemos
por repudiar este episodio lamentable”.
Pero más duro
aún fue Dante Panzeri, considerado uno de los más importantes periodistas
especializados en Deportes de todos los tiempos, y nada menos que en su columna
del diario “El Día” de La Plata, cuando sostuvo que Estudiantes “es la
representación de la violencia para el
lucro aplicada al fútbol”.
Panzeri odiaba a
los entrenadores como Zubeldía o Juan Carlos Lorenzo, muy tacticistas, a los
que creía que iban contra la estética de los espectáculos al punto de decir que
ese equipo “es el Estudiantes de Zubeldía, no de La Plata” y llamaba al torneo
como “Copa Corruptores de América también conocida por el irreverente nombre de
Copa Libertadores de América”.
“Hay un
señor que escribe en una revista (Dante Panzeri) que dice que nosotros somos
previsibles, aburridos y los promotores del asesinato del juego. A él le
comento que seremos previsibles pero nadie nos gana, seremos aburridos pero
llenamos la cancha y seremos asesinos pero gracias a nosotros el fútbol
argentino está más vivo que nunca”, le respondió días más tarde Zubeldía a
Panzeri.
“Acepto que
Estudiantes tiene un estilo que no gusta. Reconozco
que, cuando emplea la jugada del offside, el suyo es un juego destructivo que
anula y desgasta a los adversarios. Pero no lo hace con un criterio solamente
defensivo. Todo lo contrario. Frente
a rivales que saben jugar o son peligrosos tirando centros, evitamos
embotellarnos en la defensa. Salimos en bloque por dos motivos: para dejarlos
en offside y para recuperar la pelota lejos de nuestro arco”, trató de explicar
el DT “Pincharrata” y años más tarde, volvió a justificarlo: “Aquel Estudiantes
no tenía misterio ni laboratorio, como se dijo mal muchas veces. A equipos
iguales, gana el que más trabaja y el que está más organizado”.
Ante la revista “El Gráfico”, en las
horas posteriores al bochorno de la Bombonera, Zubeldía trató de aclarar su
postura: dijo después
que nunca ordenó golpear, y al contrario “en el intervalo insistí en pedirles
serenidad pero no puedo disculpar lo que ya juzgó todo el mundo, pero comprendo
la desesperación de algunos jugadores, por todo lo que se jugaban. Ahora nos
toca aceptar nuestras culpas. Sin embargo, no puedo olvidar lo que estos
jugadores hicieron por Estudiantes y por mí. El año pasado alerté que la Copa
era un semillero de violencia. Lo dije después del partido
Estudiantes-Independiente y está grabado. Rocco y Cudicini me acusan pero el
arquero no dice que lo acompañé a lo largo del túnel para que no lo tocaran”.
Fue tal la
barbarie que el dictador Onganía tuvo que hablar al país deplorando los hechos
y le aplicó a Poletti, Manera y Aguirre Suárez un edicto que los condenaba a 29
días de cárcel (terminaron en la de
Villa Devoto luego de recorrer otras), sin intervención de un juez, a los que
el comisario de la zona consideraba responsables de la alteración del orden
público, incitación a la violencia o riña. Era un edicto creado para el fútbol
desde 1968 y aplicado para el Estudiantes-Racing de Copa Libertadores.
Aquella vez, ya
cuatro jugadores habían estado presos por cuatro días (dos por equipo y uno
había sido Aguirre Suárez). Esta vez, Aguirre Suárez fue suspendido por 30
partidos, Manera por 20, y Poletti, de por vida, luego indultados cuando acabó
el gobierno de facto, y el defensor se marchó a España, al Granada, donde se lo
recuerda por su dureza, junto a otro jugador de carácter de aquel tiempo, el
volante uruguayo de Nacional Julio Montero Castillo.
Poletti contó
después que un capellán del ejército, en la previa, los incitó a ganar a cualquier
precio y que Onganía pretendía que ganaran para tapar la crisis del Cordobazo.
Bilardo no faltó
un solo día en la visita a sus compañeros en la cárcel y fue el autor de la
frase “en este país no hay alternativas, es la gloria o Devoto”, en referencia a
que antes del partido, Estudiantes era un modelo a seguir para Onganía y
después, varios jugadores terminaron presos".
“Ese día comenzó
el mito de Estudiantes de “solos contra todos”, en referencia a la Argentina y
al mundo –comenta Randrup- porque se dio vuelta la opinión pública y desde esa
noche cargamos con el estigma que sigue hasta hoy porque antes éramos el equipo
chico inteligente, que manejaba todo tipo de variantes bajo su control y esa
noche confundió intensidad e inteligencia, todo salió muy mal, y escribió una
página negra”.
Randrup, que
como divulgador “siento la obligación de transmitir esas emociones y
vivencias”, trata de aclarar algunos mitos sobre aquel Estudiantes de Zubeldía,
como que los jugadores llevaban alfileres para pinchar a los rivales en un
descuido “porque se toman de que Bilardo lo aceptó alguna vez pero fue con
ironía” y en cuanto a que solían meterse en la vida privada de los contrarios y
les hablaban en los partidos para desquiciarlos, “eso, en aquella época, lo
hacían todos y se sigue haciendo. La Copa Libertadores se jugaba así y había
que ser fuertes como visitantes”.
Este partido,
además, tuvo consecuencias políticas porque Argentina se postulaba como sede
del Mundial 1978 y algunos analistas creen que eso también pesó para que
Onganía decidiera que algunos jugadores de Estudiantes fueran presos, aunque
otros se basan más en la necesidad de mostrar orden y que todo estaba bajo
control.
Lo cierto es que
después de esta final intercontinental, muchos equipos europeos no quisieron
jugar más con los sudamericanos en esta competencia, y le hicieron boicot. Si bien en 1970 Estudiantes volvió a salir
campeón de América por tercera vez consecutiva ante Peñarol y el Feyenoord
holandés, campeón de Europa, aceptó jugar, entre 1971 y 1980, los campeones
sudamericanos debieron conformarse con enfrentar a los subcampeones europeos, o
directamente no disputar la Copa, como les ocurrió a Independiente en 1975 y a
Boca en 1978. La púnica excepción fue el Ajax en 1972, que no declinó jugar
ante Independiente. Recién en 1980, con
el cambio de formato a partido único en Japón, los campeones aceptaron
regresar, y Nottingham Forest de Inglaterra enfrentó a Nacional de Montevideo.
Estudiantes 2
Milan 1 (Milan 3 Estudiantes 0 en la ida)
Estudiantes:
Poletti; Eduardo Manera, Ramón Aguirre Suárez, Raúl Madero, Oscar Malbernat;
Carlos Bilardo (Juan Echecopar), Daniel Romeo, Néstor Togneri, Marcos
Conigliaro, Juan Taverna, Juan Ramón Verón.
Milan: Cudicini,
Malatrasi (Maldera), Anquiletti, Fogli, Rosato; Schnelinger, Lodetti, Rivera;
Sormani, Combín, Pratti (Rognoni).
Goles: 30m
Rivera (M), 43m Conigliaro (E), 44m Aguirre Suárez (E).
Expulsados:
Manera y Aguirre Suárez. Salieron por lesión: Combín y Rivera.
Árbitro: Domingo
Massaro (Chile)
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