El siempre tan
esperado Clásico entre el Barcelona y el Real Madrid por la Liga Española
estaba previsto para el sábado 26 de octubre. Sin embargo, los sucesos de
violencia tras el fallo de la Justicia contra el movimiento independentista del
1 de octubre de 2017, en toda Cataluña, provocaron un cambio y la intención del
Gobierno nacional, la Federación Española y la Liga, de postergar el partido
para diciembre, esperando que la situación se calme un poco, algo que no tiene
ninguna garantía.
El fallo de la
Justicia determinó la prisión de 9 a 13 años para la mayoría de los líderes
independentistas catalanes, lo que a su vez derivó no sólo en un estallido de
violencia en muchos sectores de Cataluña, sino también marchas de todo tipo,
huelgas y colapso en sitios emblemáticos, entre ellos, el aeropuerto de El
Prat, en Barcelona.
El partido entre
Barcelona y Real Madrid debe jugarse en el Camp Nou y además, a las 13 horas,
por esta nueva costumbre de establecer horarios acordes con otros mercados
mundiales, pero en este caso, eso dificulta mucho las cosas porque obligaría al
Real Madrid a dormir la noche anterior en Barcelona, cuando se conoce que el
club blanco representa justamente todo aquello que el independentismo aborrece,
y eso traería mayores problemas de seguridad.
Por este motivo,
más allá del Gobierno, que teme muchos mayores problemas apenas a dos semanas
de las nuevas elecciones presidenciales en España, previstas para el 10 de
noviembre, Federación y Liga, que tienen muy malas relaciones, han buscado
soluciones para aplazar el partido o para que, al menos, no se juegue el 26 de
octubre en el Camp Nou.
Primero se pensó
en alterar la localía y que se juegue esta vez en el Santiago Bernabeu, el
estadio del Real Madrid, y recién en la revancha, ya para avanzado el 2020, en
el Camp Nou, pero ambos clubes lo rechazaron de plano porque les cambia la
organización. Luego se buscó aplazarlo para diciembre, pero los distintos dirigentes
van viendo que la única fecha disponible sería el 18 porque hay dos jornadas de
Champions League en el medio y la gala del Balón de Oro de la France Football.
Por su parte, el
entrenador del Barcelona, el siempre tranquilo Ernesto Valverde (al que muchos
creen que ya el Barcelona le busca sucesor para 2020 y hasta sondearon a un
argentino a tal efecto), insistió en estas horas en que “falta mucho” para el
26 de octubre “y las cosas pueden mejorar en la ciudad hasta ese día”.
Mientras tanto,
desde la Argentina se ironiza sobre ese partido y muchos, en las redes
sociales, preguntan por qué no se juega el Barcelona-Real Madrid en Buenos
Aires, si en diciembre de 2018 hubo que jugar una final de Copa Libertadores,
el máximo torneo sudamericano, en el Santiago Bernabeu, entre River Plate y
Boca Juniors, argumentando motivos de seguridad.
Entre esas
ironías, se dicen algunas grandes verdades, como que si el fútbol español y sus
grandes anunciantes pudieron usufructuar una final de una Copa que no les
pertenecía, y hasta con algún sponsor que también se encuentra en Sudamérica,
¿por qué no devolver gentilezas ahora del otro lado del Océano Atlántico?
Aquel partido de
diciembre de 2018 entre River y Boca se trasladó a Madrid (además, del calor
casi veraniego al frío casi invernal) cuando se podía jugar sin problemas en
Buenos Aires porque esa definición, a doble encuentro, tuvo en la ida, en la
mítica Bombonera, el estadio de Boca, un espectáculo sin ningún problema, y la
vuelta se complicó por los piedrazos al bus en el que los jugadores de Boca
llegaban al Monumental, el estadio de River.
Tal vez era
correcta la decisión de no jugar ese partido en River pero…¿no era posible
jugarlo en otro estadio argentino, por ejemplo en otra ciudad? Suponiendo que
la Conmebol quisiera castigar a la Federación Argentina (AFA) por los
incidentes, ¿no había otra buena sede en todo el continente sudamericano,
siendo la Conmebol la Confederación Sudamericana de Fútbol? ¿No era posible
jugarlo en el Maracaná de Río de Janeiro, en San Pablo, en Santiago de Chile,
en Lima, en Bogotá?
No, se llevaron
el gran clásico argentino, en una final del máximo torneo sudamericano, a
España, bien lejos, en otro contexto, otro clima, para favorecer a los sponsors
y los negocios. ¿No sería hora, entonces, de que si hay problemas de seguridad
en Cataluña, el Clásico español, con algunos sponsors coincidentes, se juegue
en Buenos Aires?
Aún así, no es
el único problema que tiene el fútbol español respecto a fechas y lugares. Ya
en 2018, el presidente de la Liga de Fútbol profesional (LFP), Javier Tebas,
intentó, por esto de seguir buscando mercados, llevar el partido entre Girona y
Barcelona a Miami, Estados Unidos, pero cuando parecía que tenía todo
arreglado, chocó con el presidente de la Federación Española (RFEF), Luis
Rubiales, quien explicó que no se puede defraudar a los abonados a los asientos
en el estadio de Girona, que pagan por todo el año y en gran medida, para ver
partidos contra el Barcelona, Real Madrid, Atlético Madrid, Valencia o Sevilla,
y que en el caso de trasladar el partido a Miami, se debía asegurar pasaje,
estadía y entrada a cada abonado al club.
Ahora, Tebas
insiste en jugar en Miami otro partido de Liga, el del Villarreal ante el
Atlético Madrid del 8 de diciembre, y el conflicto es el mismo que en 2018 con
el Girona-Barcelona. Tebas se defiende sosteniendo que Rubiales acepta que la
Supercopa de España (en la que ahora participan cuatro equipos y antes eran
dos) pueda jugarse en otro país, como está previsto en Arabia Saudita. La
diferencia, insiste Rubiales, es que en la Supercopa no cuenta el abono ya que
no se trata de un torneo regular, sino uno corto y que solo en ese caso puede
cambiar de sede a otro país.
Más allá de
todas estas especulaciones, si hay algo claro es que el fútbol sigue un camino
cada vez más asociado a los negocios y si no, que lo diga la UEFA, que va
cediendo ante el reclamo de los clubes más poderosos, combatiendo por todos
lados al llamado “Virus FIFA”.
Ya no alcanza
con la implementación de la Liga de las Naciones para terminar con los
amistosos contra selecciones nacionales de otros continentes y que ellas se
arreglen como pueden y pierdan la chance de competir con la élite, sino que le
agregaron que en las llamadas “ventanas FIFA” de partidos de selecciones
nacionales, éstas no pueden jugar el segundo partido de la serie en un destino
que implique más de cinco horas de viaje en avión, cosa de que los jugadores,
la mayoría de ellos en el fútbol más poderosos, no se cansen y lleguen mejor a
las ligas de los fines de semana, aunque si pudieran (y es el deseo a futuro)
también cambiarían el calendario de Liga y Champions, pasando la competencia
europea para los fines de semana, y el de las ligas, para los miércoles.
Por eso, lo que
se comienza analizando como tema de seguridad, se deriva siempre en el negocio,
que es lo que termina prevaleciendo.
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