No es lo ideal y
lo sostuvimos desde siempre en esta columna. El fútbol argentino dispone, en el
mundo, de un gran abanico de directores técnicos con los estilos y las
filosofías más variadas, reconocidos de manera unánime y candidatos a los
premios más importantes.
Pero asumiendo
que ninguno de los más prestigiosos quiere asumir en la selección argentina (la
excusa de lo que cobran no alcanza, y el tema pasa por la absoluta falta de
seriedad de la actual AFA), se echó mano de Lionel Scaloni como interino, y
luego fue confirmado como definitivo tras una participación de menor a mayor en
la Copa América, en la que el equipo bien pudo haber quedado eliminado en la
primera fase, como también pudo haber sido campeón, si no fuera por el
descarado robo del arbitraje en la semifinal ante Brasil.
Lo de Scaloni si
basa, por ahora, en algunas líneas maestras generales: encarar una renovación
total dejando atrás, por fin, a la gran mayoría de jugadores de la Selección
que aunque estuvieron en la élite, no consiguieron títulos, tratar de ir
generando la idea de un juego más estético, volviendo (en lo que se puede,
cuando ya no abundan los extremos ni los “diez” ni los “cincos tapones”) a las
fuentes, y en lo posible, transmitir confianza a sus jugadores, con un clima de
tranquilidad y de cercanía al cuerpo técnico.
Si se toma en
cuenta estos dos compromisos de la serie de octubre, que acaba de finalizar,
nuevamente se observa que el equipo fue de menor a mayor, con un comienzo más
que dubitativo ante Alemania en Dortmund, donde quedó claro que sin Lionel
Messi, Sergio Agüero y una defensa más sólida, puede llegar a sufrir mucho ante
las potencias y si se iba al descanso con una diferencia de cinco goles en
contra, no había motivos para la queja.
Ante Alemania
quedó claro que hay algunos jugadores que no se encuentran al nivel para la
titularidad. En el caso de Marcos Rojo, es evidente que la falta de partidos
como titular en el Manchester United le juega en contra, mientras que a Nicolás
Otamendi, fuerte en el juego aéreo, se lo ve lento y no sólo con la camiseta
albiceleste sino que también pagó cara su falta de velocidad días antes con el
Manchester City, cuando no pudo parar nunca a Adama Taoré, el autor de los dos
goles del Wolverhampton, que por la Premier League venció como visitante a los
“Ciudadanos”.
Lo más
rescatable de los dos partidos fue la actitud. Si bien el conjunto alemán, que
también se encuentra en plena etapa de renovación, fue obnubilado por la
soberbia en el segundo tiempo, el equipo argentino tuvo reacción y los tres
cambios más importantes (los ingresos de Lucas Alario, Marcos Acuña y Lucas
Ocampos) fueron acertados y no sólo pudo empatar 2-2 sino que casi logra el
triunfo sobre el final.
Ante Ecuador, en
el otro amistoso en Elche (no se entiende el por qué de esta sede si no fuera
porque, casualmente, el agente más poderoso de jugadores en la Argentina,
Christian Bragarnik, compró la mayoría de acciones de este club, apuntalado por
su amigo, el presidente saliente de Boca, el influyente Daniel Angelici), el
equipo argentino, ya con varios jugadores a prueba y dándole menos importancia
que a Alemania, hizo otra vez lo que tenía que hacer y más allá de la evidente
debilidad de su adversario, que no cuenta con la mayoría de sus mejores valores
por una absurda sanción interna por cuestiones disciplinarias, desplegó otra
vez todo su repertorio sin perder la motivación.
Sin dudas, un
saldo positivo para una Selección que avanza paso a paso, mientras no hay
ninguna clase de debate serio alrededor de su estilo y un silencio absoluto en
torno de su organización (a un mes de la serie siguiente de amistosos, no se
conoce el rival del segundo partido en Asia, y tanto la Asociación Uruguaya como
la Federación Paraguaya sostienen que sus equipos serán los rivales de los
albicelestes en la misma fecha sin que la AFA diga absolutamente nada al
respecto). Ni siquiera el director general, César Menotti, emite opinión
alguna.
Si la idea es,
por fin, armar un equipo, una estructura, a la que luego pueda incorporarse
Messi, acaso, por fin y más allá de las discrepancias y las enormes carencias
estructurales y organizacionales, se puede llegar a estar en un buen camino.
El
hecho de que cobren protagonismo Marcos Acuña, Lautaro Martínez, Leandro
Paredes, Lucas Alario, Lucas Ocampos, Nicolás Tagliafico, Germán Pezzella, o
que haya tres arqueros de la dimensión de Franco Armani, Esteban Andrada o
Agustín Marchesín, genera buenas sensaciones de futuro, a cinco meses de comenzar la clasificación
sudamericana para el Mundial de Qatar 2022, todavía lejano, pero ya no tanto.
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