Ni Cristiano
Ronaldo ni Lionel Messi ni Pelé. El máximo goleador de la historia del
fútbol, reconocido por los principales organismos de historia y estadística de
todo el mundo, es el austríaco Josef Bican, quien llegó a formar parte del
brillante “Wunderteam” en el Mundial de 1934, jugó en tres selecciones
distintas (Austria, Checoslovaquia y el Protectorado de Moravia y Bohemia) y
pudo haber marcado muchos tantos más si no hubiera sido por la Segunda Guerra
Mundial.
Bican, conocido
también como “Pepi”, apodo que traía desde muy pequeño en Viena, tiene, según
los registros, 805 goles oficiales y 1468 tomando en cuenta todos sus
compromisos, según corrobora la Rec Sport Soccer Stadistics Foundation (RSSSF),
la mayor organización de estadística e historia de fútbol fundada en 1994.
La RSSSF afirma
que Bican marcó 805 goles en 530 partidos oficiales, aunque llega a los 1468 en
918 partidos si se contabilizaran los 663 que convirtió en los 338 amistosos en
los que participó. Este dato coincide con el de otro organismo, la Federación Internacional
de Historia y Estadística de Fútbol (IFFHS) como el máximo goleador de los
campeonatos de Primera División en Europa, con 518 goles en 341 partidos y lo
colocan como uno de los 50 mejores jugadores del siglo XX. Otros dicen que
tiene 537 en 358 partidos, pero que Pelé marcó 541, aunque los torneos
brasileños recién se unificaron en la década de 1960 porque antes eran torneos
regionales y el conteo es complicado. En esta tabla,
Cristiano Ronaldo lleva 423 goles en 551 partidos de Liga, y Messi, 421 en 456.
De acuerdo con
otras mediciones estadísticas, Bican ocupa el segundo lugar en la tabla
histórica con 759 goles oficiales en la suma de todos los partidos de clubes y
selecciones detrás del brasileño Romario (768) pero oficialmente, para las entidades
más reconocidas del planeta, Bican encabeza la tabla con 805 goles en 530
partidos oficiales (1428 en 918 partidos totales), seguido por Romario (772 en
994 oficiales y 968 en 1188 totales), Pelé (767 en 831 oficiales y 1284 en 1375
totales), Ferenc Puskas (746 en 754 oficiales y no hay contabilidad de sus
amistosos) y Gerd Müller (735 en 793 oficiales y 1461 en 1216 totales).
Tras
ellos se ubican ya los dos grandes goleadores de este tiempo, el portugués
Cristiano Ronaldo (701 goles en 975 partidos oficiales en 18 temporadas) y
Lionel Messi (673 goles en 829 partidos en 16 temporadas).
Quien ha quedado
fuera de esta contabilidad es el brasileño Arthur Friedenreich, quien entre
1909 y 1935 convirtió, según algunos estudiosos, 1239 goles pero la IFFHS le
reconoce 354 en 323 partidos oficiales en Primera División, aunque en 1962, el
estudioso Mario de Andrade dijo tener todas las fichas de los goles y siempre
sostuvo que fueron 1239 en 1329 partidos, aunque el periodista De Vaney lo
corrigió y dijo que en verdad eran 1329 en 1239 partidos, según se publicó en
el libro “Los gigantes del fútbol de Brasil”, de Juan Marcos y Max de Castro en
1965.
Bican, de
familia de origen checo, nació en Viena el 25 de septiembre de 1913 y se crió
en el distrito obrero vienés de Quellenstrasse, de inmigrantes. Muchos de ellos
venían por trabajo desde Praga, Bohemia y Moravia. El fútbol era una de las pocas posibilidades
para progresar. Su padre, Frantisek que
había sido alistado para la Primera Guerra y también fue jugador de fútbol en
el Allgemeine Sport-Verein Hertha, falleció joven por un problema renal
derivado de los tiempos en los que tuvo que luchar, y “Pepi” tuvo que hacerse
cargo de la familia y se refugió mucho en sus abuelos.
Debido a la
pobreza, en muchas oportunidades no disponía de zapatillas adecuadas para jugar
al fútbol por lo que solía participar descalzo, y eso, para algunos analistas,
le dio una especial sensibilidad a sus pies porque no tenía dificultades con
ninguna de las dos piernas y no solía desperdiciar más que una situación de gol
de cada diez que se le presentaban.
De muy pequeño,
solía jugar contra rivales más grandes y fornidos. En una ocasión que le
pegaron más que lo habitual, su madre Ludmila, que lo seguía en muchos
partidos, se enojó mucho pero se aguantó hasta el final del partido y una vez
que todo acabó, le sacudió un paraguazo al “agresor” de su hijo.
Su familia era
vecina de la de Matthías Sindelar, conocido como “El Bailarín de Papel” y acaso
uno de los mejores jugadores del mundo de ese tiempo y que jugaba también en el
Hertha, como lo había hecho su padre y donde más tarde jugaría también él
mismo, aunque su carrera estuvo mucho más ligada al Slavia Praga, donde marcó
534 goles oficiales en 271 partidos y se estima que marcó unos 800 en 400
partidos pese a que parte de su carrera se vio interrumpida por la Segunda
Guerra Mundial.
Después de
ingresar en las categorías juveniles del Hertha, fue reclutado para jugar en el
Schustek y en el club de su empresa laboral, el Farbenlutz por breve tiempo,
hasta que un cazatalentos como Roman Schramseis lo ubicó en las categorías
inferiores del Rapid de Viena. Allí lo tenían como poco experimentado para el
equipo pero ya desde los primeros partidos marcó muchos goles y les cambió el
concepto.
En el debut
marcó 5 goles y rápidamente pasó a la Reserva, con 17 años, pero a los tres
meses ya estaba en la Primera, compartiendo equipo con cracks como Willibald
Kirbes. Matthias Kaburek y Bimbo Binder, considerados como tres de los mejores
jugadores del club. Debutó oficialmente el 6 de septiembre de 1931 ante el
Austria Viena en el Hohe Warte Stadion y para muchos medios, ese partido dio
origen a una lucha generacional entre él y Sindelar, ya reconocido. Ganaron 5-3
y Bican marcó tres de esos goles. Esa temporada hizo 10 goles en 8 partidos y
el equipo terminó tercero, pero además, hizo otros 2 goles en la Copa
Austríaca. Conformaba, con Franz Weselik, Kaburek y Binder, lo que se llamaba
“Tormenta interior” en los años 30. En 1932 fue subcampeón de la liga y marcó
17 goles en 18 partidos, sumando todos los compromisos.
Bican se dio el
gusto de formar parte del Wunderteam, el equipo maravilloso de Austria que
participó del Mundial de Italia de 1934 y en los Juegos Olímpicos de Berlín en
1936 y era considerado uno de los mejores del mundo en ese tiempo.
En el Mundial
1934, fue testigo directo del escándalo de la semifinal contra los locales.
Si
bien los dos entrenadores (Vittorio Pozzo y Hugo Meisl) eran amigos, la única
forma de contrarrestar el juego estético y de posición de los austríacos fue
con el argentino naturalizado italiano Luis “Doble Ancho” Monti haciendo marca
personal al genio de Sindelar, pero el trato fue muy violento con la
complicidad del árbitro, que había estado cenando la noche previa con el
dictador Benito Mussolini. En ese Mundial marcó un gol en los cuatro partidos
que disputó.
Igual que
Sindelar, tras el “Anchluss” (la Anexión de Austria por el nazismo) se negó a
jugar para Alemania y emigró a Praga para estar más cerca de sus abuelos, que
vivían en el pueblo de Sledice en condiciones precarias, en la zona de Bohemia,
y fue allí cuando fichó por el Slavia, donde marcaría una época. Entre 1939 y
1944 fue el máximo anotador de Europa por cinco veces consecutivas (hoy sería
Botín de Oro de la UEFA que comenzó en la temporada 1967/68).
El historiador
Román Horak, de la Universidad de Viena, encargado de leer un discurso en su
homenaje en el cementerio a los 5 años de su muerte, en 2006, en Praga, recordó
que Bican era bilingüe, había sido criado entre dos culturas, la austríaca y la
checoslovaca, y no compartía la filosofía nazi.
En 1939, en
plena Guerra Mundial, jugó un amistoso contra la Alemania nazi para el llamado
Protectorado de Bohemia y Moravia (el territorio checoslovaco invadido por
Hitler). Empataron 4-4 y él marcó un triplete.
Una vez que la
guerra terminó, Bican comenzó a jugar en la selección checoslovaca, donde llegó
a marcar 46 goles en 47 partidos. La Juventus se lo quiso llevar en ese tiempo
para poder comenzar a competir con el rival de la ciudad, “Il Grande Torino”,
pero el goleador se negó siempre.
Además de su
exquisita técnica y su olfato goleador, Bican se caracterizaba por su
velocidad. Marcaba 10,8 segundos en 100 metros, cuando en los Juegos Olímpicos
de Berlin, en 1936, Jesse Owens
consiguió el récord y ganó la medalla
dorada en esa especialidad con 10,3 segundos.
Pese a su éxito
con el Slavia Praga, Bican tampoco aceptó nunca el socialismo y cuando comenzó
a desechar convocatorias para el equipo nacional, el régimen lo calificó como
“ídolo burgués” y le quiso restar popularidad pero fue imposible, al punto que
a los 40 años marcó 57 goles en la temporada 1953/54 y se retiró a la
siguiente. Horak cree que si Bican no fue más conocido en el mundo, además de
la guerra, fue porque la popularidad mayor comenzó con la Copa de Campeones de
Europa en 1956, cuando aparecieron Puskas o Alfredo Di Stéfano.
Un libro sobre
él escrito por Josef Pondelik “Bican pet Tisíc gólu” (“Bican, 5000 goles”),
cuenta la historia de este fantástico goleador, que se retiró a los 42 años,
acaso para poder agregar lo que se perdió de jugar por la guerra. Le llegó a
decir al español Miguel Vidal que en toda su carrera hizo 5000 goles, aunque
suene a exageración. “Si como dicen, Pelé hizo 1500 sumando todo, no hay
comparación posible, y le contaban los entrenamientos. Y eso que la Segunda
Guerra Mundial me sacó siete años de los mejores, cuando me encontraba en la
plenitud. ¿Cuántos goles más tendría entonces?”, se preguntó.
Bican fue
goleador en todos los equipos que jugó (Rapid, entre 1931-1935), Admira Viena
(1935-1937), Slavia Praga (1937-1949), Viktovické Zelezarny (1949-1951), Skoda Hradec Kralové (1951-1953) y Dynamo
Praga (1953-1955).
Al colgar los
botines volvió a ser obrero, conductor de autobuses y hasta alimentó a los
animales en el zoológico de Praga. Era muy duro con los futbolistas, a los que
consideraba mediocres, y con la mercantilización del fútbol. “Era muy tímido y
se lo consideraba un caballero”, contó Horak.
Bican falleció a
los 88 años, a causa de sus problemas cardíacos, el 12 de diciembre de 2001 en
Praga, donde hay una estatua de piedra, siempre repleta de flores, que le rinde
homenaje en el Cementerio Vysehrad.
La periodista
Ivana Vonderkova sostuvo entonces que al
morir Josef Bican, “abandona este mundo un futbolista de dotes extraordinarias,
que consagró toda su vida al Balompié. Su actuación en el campo deportivo era
comparable a un excelente actor en un escenario teatral. Dominaba a la
perfección la técnica del fútbol. Sus colegas lo adoraba, sus rivales le temían
y todos lo admiraban”.
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