Carlos Alfredo
Guerini no fue un jugador más. Si para el público más joven de Buenos Aires no
es tan conocido, en Córdoba, su ciudad, es un ídolo reverenciado en sus calles,
luego de vestir las camisetas de Belgrano, antes de su largo paso por Europa en
los años Setenta, y Talleres, aunque tuvo un paso fugaz por Boca antes de
recalar en el Málaga por dos años, y por otros cuatro en el Real Madrid junto a
Vicente Del Bosque, Juanito, Santillana y los alemanes Gunther Netzer y Paul
Breitner.
Guerini alcanzó
a formar parte de la selección argentina que dirigía Enrique Omar Sívori y que
logró la clasificación al Mundial de Alemania Federal de 1974 en la Bombonera,
en 1973 ante Paraguay, en un partido que lo tuvo como protagonista principal.
No hizo una gran
diferencia económica en sus años de esplendor, pero vive bien, en la acomodada
zona de Tablada Park, cerca del Cerro Las Rosas, con una jubilación española en
euros y con la idea de regresar a vivir allí (residió hasta hace diez años) con
su mujer.
- Usted no sólo jugó contra la selección
paraguaya aquel partido decisivo por la clasificación al Mundial de Alemania
Federal 1974, sino que convirtió el último gol del 3-1 final. ¿Qué recuerdos
tiene de ese día?
- Como futbolista, y eso que tuve una larga
carrera y con varios logros, como haber jugado en Boca y en el Real Madrid,
aquello fue lo máximo que me pasó, un lujo total. Ese día (7 de octubre de
1973) tuve la suerte no sólo de marcar un golazo, el último del 3-1 final, sino
que también asistí al “Ratón” Rubén Ayala en el segundo, que fue la primera
pelota que toqué, porque entré como suplente en lugar de “Mané” Ramón Ponce,
lesionado.
- Cuando a
distancia en el tiempo se lee cómo estaba constituido el grupo de clasificación
para el Mundial, da la sensación de que llegar era más fácil que hoy. Era un
grupo de tres, con Argentina, Paraguay y Bolivia, pero se les terminó
complicando…
- ¿Qué va a ser
fácil? ¡Para nada! Aquello era una guerra. La selección de Paraguay llegó con
chances al último partido de la Bombonera y la tribuna que los alentaba ocupaba
las dos bandejas visitantes y tenía jugadores muy aguerridos y se pusieron en
ventaja con gol de (Adalberto) Escobar y hubo que remontar.
- ¿Tanto como
una guerra?
- Eran partidos
de vida o muerte, especialmente cuando se jugaba contra Paraguay o Uruguay.
Recuerdo que empatamos por un penal que le hicieron a Quique Wolff en una
proyección por la derecha, y lo pateó Ayala, y el arquero de ellos (Ever
Almeida) se tiró bien, para ese lado, pero la pelota entró porque fue muy bien
pateado. Después, sacamos una ventaja importante. Pero todo ese grupo fue
bastante complicado. Había que jugar en la altura de La Paz.
- Aquella
“Selección Fantasma”…
- Así es. Yo fui
a ayudar a la selección argentina que ya llevaba mucho tiempo aclimatándose
allá para ese partido, que era otro equipo distinto al que venía jugando el
resto de los partidos. Pero el día anterior, Sívori nos llevó a Carnevali,
Ayala y a mí para agregarnos y recuerdo que (Ubaldo) Fillol, que iba a ser el
arquero, se enojó mucho por eso, y Marcelo Trobbiani, que ahí era muy joven y
ya era un crack (lo tenía de compañero en Boca), apenas entró en los últimos
diez minutos. Ganamos 1-0 con gol de Oscar Fornari.
- Me imagino el
alivio cuando terminó el partido y se logró la clasificación al Mundial.
- Sí, nosotros
habíamos estado concentrados entre dos y tres días antes en Estancia Chica, en
La Plata. Había unos cracks tremendos en ese equipo, pero no hubo mucho tiempo
para festejar. Al poco tiempo, renunció como director técnico Enrique Omar
Sívori, por problemas con la dirigencia de la AFA en una época de cambios permanentes
en la conducción, y a los dos días del partido, tanto Ayala, como Ramón
Heredia, Daniel Carnevali y yo viajamos a España para incorporarnos a nuestros
equipos españoles. Ayala y Heredia al Atlético Madrid, Carnevali a Las Palmas,
y yo al Málaga.
- O sea que lo
suyo fue todo muy rápido…
- Así es. Fui
nombrado como “mejor jugador del Interior” cuando vestí la camiseta de Belgrano
de Córdoba, e inmediatamente me dijeron que Alberto J. Armando, que era el
presidente de Boca, me quería, pero yo no me quería ir de Córdoba, no quería
saber nada, pero al final acepté por enero o febrero, y al poco tiempo me citó
Sívori a la Selección después de aquel gran 3-2 con el que Argentina le ganó
como visitante a Alemania en un amistoso con un gran gol de (Norberto) Alonso,
de tiro libre, a Sepp Maier. Era increíble estar con esos cracks: René
Houseman, Ayala, Carlos Babington. - Incluso, en ese equipo argentino, el
marcador de punta izquierdo, Heriberto Correa, era paraguayo naturalizado
argentino…
- Una rareza…
- Sí, jugó
incluso en Paraguay, que empatamos 1-1 por esa misma clasificación al Mundial. No
me voy a olvidar nunca de ese partido. Al “Ratón” Ayala lo molieron a patadas.
Nunca vi que a un jugador le pegaran tanto, pero él no se quejaba. En el 3-1
expulsaron a un jugador de ellos, Saturnino Arrúa -muy buen jugador-, que lo
agarró del cuello a Babington y no lo soltaba y lo estaba ahogando. Lo tuvieron
que apartar sus propios compañeros. En Asunción tuvimos mil problemas con los
pasaportes, tuvimos que ir a la embajada argentina, nos bañaron con agua, no
podíamos dormir en el hotel, había problemas con la comida, nos mandaban chicas
en la noche... Esa época era así. Recuerdo un amistoso entre Nacional de
Montevideo y Boca con seis expulsados.
- En Boca jugó
muy poco tiempo.
- A mí, Boca me
cambió la vida. Cuando llegué, el wing izquierdo (la posición en la que yo
jugaba) era Enzo Ferrero, el mejor de Sudamérica. Entonces pensé que no iba a
jugar casi nunca, pero para mi sorpresa, el DT Rogelio Domínguez me puso como
titular aunque duré poco y me transfirieron. Me fui al Málaga enseguida.
Recuerdo que cuando terminó el partido contra Paraguay y nos clasificamos al
Mundial, hubo una cena en el Automóvil Club Argentino (ACA) y me citaron al
Hotel Sheraton para arreglar todo con los dirigentes del club español y justo
lo vi salir de allí a Sívori y le comenté para qué iba y me ofreció ayuda con
el contrato, pero le dije que no precisaba.
- ¿Y usted se las arregló solo? ¿No tenía
representante?
- No, no tenía
nada. Yo iba así, solo. Toda mi vida fui así. A veces después me arrepentía
pero yo era loco. Tenía esa personalidad. Antes era mucho así con la mayoría de
los jugadores. Terminé jugando seis temporadas en la liga española, dos en el
Málaga – en los que coincidí con dos compatriotas, Rodolfo Vilanova y Sebastián
Viberti- y cuatro en el Real Madrid. Mis cuatro hijos nacieron en España y
viven allí.
- Sin embargo, usted no fue citado para el
Mundial de 1974 cuando la mayoría de esos jugadores de la selección sí fue.
¿Qué fue lo que ocurrió?
- No lo sé y
tampoco pregunté. No me citaron y nada más. Nunca lo cuestioné. Era tal el lío
que había en la AFA que cambiaban tanto los directores técnicos de la Selección
y cada uno llegaba con un librito nuevo.
- ¿Y no le preguntaba
a sus ex compañeros de la Selección?
- No se
acostumbraba en esa época y en mi equipo, el Málaga, no había nadie de la
Selección, así que no hubo nada.
- Después pasó
al Real Madrid…
- Sí, eran las
vacaciones, yo me estaba recuperando de una operación, en Córdoba, y me llamó
el utilero de Boca para decirme que Rogelio Domínguez quería hablar conmigo.-
Él era el DT de Boca y no entendía para qué me quería hablar en plenas
vacaciones. Resultó que era para contarme que Real Madrid quería contratarme porque
él había sido arquero de ese equipo años antes, en los tiempos de Alfredo Di
Stéfano y fue el primer contacto del club conmigo. Me dijo que me necesitaban
ya para hacer la revisación médica y yo le respondí que no me movía de Córdoba,
que por un mes, por lo menos, no me pensaba mover de allí. Él me decía “¿usted
sabe lo que es jugar en el Real Madrid?” y yo le decía “yo de acá, ahora, no me
muevo”, porque yo era un loco en ese tiempo. Recuerdo que al final arreglé todo
con el gerente del club, Calderón.
- ¿Y qué
recuerdos tiene de su paso por el Real Madrid?
- Sólo le puedo
decir que no hay otro club en el mundo como el Real Madrid, por el señorío, por
lo que es como institución. En el Santiago Bernabeu, la gente aplaudía o como
máximo, tiraba almohadones cuando se enojaba. Tuve algunos compañeros
fenomenales como Juanito, un wing derecho, que estaba más loco que yo, y que
murió en un accidente, o Santillana, el mejor cabeceador de Europa, o los
alemanes Paul Breitner y Gunther Netzer, qué jugadores. Sufrí en el primer año porque había que
acostumbrarse a los cambios. El que no corría, no jugaba. Antes, el fútbol
europeo era todo fuerza y lucha, ahora aprendemos de ellos. También estaban
Pirri, Miguel Ángel, Del Sol, Benito, Camacho, que era muy joven cuando yo
jugaba, pero que debutó marcando y anulando por completo a Cruyff.
- ¿Cómo era
enfrentar en aquellos tiempos a Johan Cruyff, que jugaba en el Barcelona?
- Un lujo, un espectáculo. Él jugaba de todo.
De 2, de 9, manejaba al equipo. Llegué a jugar con él en el mismo equipo en un
homenaje a Isidro, que había sido futbolista del Real Madrid, que había quedado
ciego. Ese día también compartí equipo con Johan Neeskens y Juan Carlos
“Milonguita” Heredia, que estaban también en el Barcelona. Con Cruyff nos unía
que los dos éramos muy fumadores.
- ¿Usted fumaba
mucho?
- Mucho. En los
entretiempos de los partidos, y después de jugar, también, pero tenía un físico
privilegiado. Por ejemplo, antes de aquel partido contra Paraguay en 1973 fumé,
pero no era el único, ¿eh? Jeje.
- Los partidos
importantes que habrá jugado…
- ¿Qué le
parece? Había cada monstruo…el Bayern Munich nos ganaba siempre. Eran los
tiempos en los que ganaba las Copas de Europa como Beckenbauer, Overath, Maier.
Ese Beckenbauer era un jugadorazo. En ese tiempo el más poderoso de Inglaterra
era el Derby County.
- ¿Y con Vicente
del Bosque llegó a coincidir?
- ¿Cómo? ¡Por
supuesto! Éramos muy amigos y estábamos siempre juntos en los entrenamientos.
Nos íbamos juntos a tomar una cervecita, hasta que un día no lo saludé más.
- ¿Por qué? ¿Qué
fue lo que le hizo?
- No sé, yo era
un loco. Agarré y no lo saludé más y nos alejamos. En el Mundial de Brasil
2014, muchos años después, él lo contó
en una entrevista y se acordó de eso. Yo era un rebelde, como el Loco
(René Houseman), que era una buena persona, humilde, una maravilla. Después, lo
vi en una oportunidad y nos saludamos como si nada, pero ya no era lo mismo,
claro.
- ¿Y se fue bien del Real Madrid?
- Fue otra
locura, porque recibí una oferta de Amadeo Nuccetelli, que era el presidente de
Talleres de Córdoba luego de cuatro temporadas (en las dos últimas coincidí con
Quique Wolff, que venía de Las Palmas) y yo le dije al que era entonces
presidente del Real Madrid, Luis de Carlos, “Yo me voy”. Él me decía “acá todos
quieren venir a jugar gratis y usted se quiere ir”. Yo era muy caprichoso. Me
preguntaba si estaba loco. “¿Usted sabe
dónde está parado?”. Pero me fui. Al final, al año Salió una ley que complicaba
a los que habían jugado en sus selecciones, así que me adelanté.
- Es decir que
el balance de su carrera es muy positivo.
- Por supuesto.
Yo tuve mucha suerte y todo fue natural, pero a la suerte, hay que ayudarla y
yo la ayudé.
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