Si hay una característica que posee este River Plate
que acaba de ganar con mucha tranquilidad la tercera Copa Libertadores de sus
114 años de historia, es su capacidad para regenerarse y sortear todos los
obstáculos, que fueron muchísimos, que se le aparecieron en su largo camino al
éxito, que le da el pase para disputar en diciembre el Mundial de Clubes en
Japón.
River comenzó muy mal esta Copa, al punto tal que en
un grupo clasificatorio que parecía muy fácil, llegó al sexto y último partido
sin conocer la victoria ante rivales humildes como Juan Aurich (Perú) o San
José de Oruro (Bolivia) y sólo los Tigres de México, que luego serían sus
rivales en la final, podían ser una complicación en la búsqueda de los octavos
de final.
Pero un River muy lejos del nivel que le permitió
ganar en 2014 el Torneo Final argentino y luego la Copa Sudamericana, estaba
siendo ya eliminado en el anteúltimo partido de la primera fase cuando perdía
2-0 ante Tigres en México en el final. Pero los locales, confiados por la
distancia en el marcador, se durmieron y posibilitaron que River colocara el
2-1 y empatara en la última jugada y mantuviera una mínima chance de
clasificarse.
River necesitaba casi de un milagro: ganar a San
José como local (algo posible) y depender de que Tigres, que jugaría con
suplentes porque ya estaba clasificado como primero) le generara problemas en
Perú a Juan Aurich. Ambas cosas sucedieron, los mexicanos ganaron 4-5 en un partido
increíble y así River, como el peor de los 16 equipos que pasaron a octavos de
final, debió enfrentar nada menos que a su gran rival de siempre, Boca Juniors,
que resultó el mejor de todos los equipos sudamericanos de la fase.
Otra vez, pocos apostaban por River ante Boca. Por
la forma en que llegaban los dos, porque primero se jugaría en el Monumental y
la revancha, el partido decisivo, en la Bombonera, pero allí apareció la gran
capacidad estratégica del entrenador Marcelo Gallardo, que como jugador había
ganado la última Copas Libertadores en 1996, y aunque muy apretado, River
venció 1-0 con un penal y como visitante, prefirió bloquear a su rival,
agruparse atrás y aguantar el empate.
Tras mantener el 0-0 al acabar la primera parte,
ocurrió otra vez algo impensado: uno grupo de hinchas, apostados en la platea,
detrás del vestuario visitante, arrojaron por un hueco un gas pimienta que
irritó a los jugadores de River, el partido estuvo suspendido por más de una
hora y finalmente la Conmebol decidió darle la serie por ganada a los
“Millonarios”.
Con la sorpresa por lo ocurrido, debían enfrentar a
Cruzeiro de Brasil, pero River todavía no se había recuperado del stress de la
semana anterior y cayó 0-1 en casa.
Otra vez todos lo dieron por perdido pero contrariamente
a lo pensado, el equipo de gallardo dio una gran demostración y ganó 0-3 en
terreno adversario y se clasificó a semifinales, aunque el torneo se paró por
la disputa de la Copa América y algunos contratos de jugadores llegaban hasta
allí, como es el caso de su gran goleador colombiano Teo Gutiérrez, que no
aceptó quedarse. En cambio, y aunque no tuvieron mucha participación, volvieron
al club dos jugadores que una década atrás habían sido importantes, como Javier
Saviola y Luis González, mientras que otro ídolo como Pablo Aimar comunicaba
que no podía recuperarse de una vieja lesión y decidía abandonar el fútbol.
Con esos cambios, y la llegada de otros jugadores
como el uruguayo Tabaré Viudez, el delantero Nicolás Bertolo y en especial, el
joven goleador Lucas Alario, que fue decisivo en el final, River pudo sortear
ya sin tanto problema a Guaraní (Paraguay) en semifinales y a Tigres en la
final, cuando ya el equipo estaba crecido y había aflorado la personalidad y el
carácter ganador de sus integrantes.
Parece increíble que hace apenas tres años, River
haya regresado de Segunda, en el peor año de su historia. Cambió sus dirigentes
y llegó uno de sus máximos ídolos, Enzo Francéscoli, como manager y éste a su
vez trajo como entrenador a Gallardo, que utilizó como base un esquema 4-4-2,
con Marcelo Barovero en la portería, una fuerte línea de cuatro defensas con
Gabriel Mercado como lateral derecho y Lionel Vangioni como izquierdo, y los
dos centrales, Jonathan Maidana y Ramiro Funes Mori.
En el medio, dos mediocentros como el experimentado
Leo Ponzio (ex Zaragoza) y el joven Matías Kranevitter (considerado como el
nuevo Mascherano), el gran aporte por la derecha del uruguayo Carlos Sánchez,
mientras que por la izquierda comenzó jugando Leonardo Pisculichi pero perdió
su lugar primero a manos de Luis González y luego, de Gonzalo Martínez.
Adelante comenzaron jugando Gutiérrez y Mora, pero acabaron haciéndolo Alario y
el veterano Fernando Cavenaghi, que anunció su salida al acabar la final.
River jugará ahora el Mundial de Clubes de
diciembre, este martes la Copa Suruga Bank ante el Gamba Osaka, y aún le espera
la Copa Sudamericana en 2015 y la Recopa Sudamericana 2016, mucho más cerca de
pasados tiempos de gloria y muy lejos ya, de aquella pesadilla del descenso de
categoría.
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